lunes, 29 de diciembre de 2008

Sin nombre (IV)

En capítulos anteriores...
Sin nombre (I)
Sin nombre (II)
Sin nombre (III)

He bajado todas las persianas. No quiero que entre la maldita luz. Me taladra la retina y me desborda la impaciencia de verla siempre ahí, recordando que nos da la vida, y que no piensa marcharse. Se que está detrás de la persiana, que espera el momento en el que ceda mi voluntad y vuelva a permitir que penetre, que inunde mi existencia de esa vida, pero hoy, al menos hoy, no.

Hoy soy yo y nada más. Enciendo una vela, y las sombras temblorosas irrumpen con fuerza. Me dirijo al baño, donde bajo la tenue luz me miro en el espejo, o mejor dicho, en lo que queda de él. Asustado, salgo del baño y me voy a mi habitación, donde apago la vela antes de dejarme caer en la cama. Siento que las energías me han abandonado, que es en vano lo que pueda hacer hoy. Y todo es culpa de esa puta luz que lo impregna todo, y que noto se cuela por las rendijas de cada ventana y cada puerta. Me levanto de la cama otra vez.

Con la vela de nuevo en la mano, voy agarrando todo lo que encuentro por el medio: toallas, una camiseta, calzoncillos, jirones de antiguas ropas, y cuando creo que es suficiente, inició mi plan. Hueco por el que noto entrar a ese puto mal que es la luz, allí que deposito una prenda, tapando cualquier indicio luminoso. Me lleva un rato concluir con éxito mi propósito, siempre me dejaba algún pequeño agujero o movía sin querer un calcetín que me hacía revisar cada punto de la casa en busca de errores. Tras repasar concienzudamente toda la casa, siento que el esfuerzo ha merecido la pena. Ni un sólo atisbo de luz se deja ver, tan sólo el suave resplandor de mi vela. Sonrío.

Me siento en el sillón, estiro el brazo para coger la botella de coñac y un vaso, y lo lleno. Cuando me lo llevo a la boca, noto el abrasador gusto en mi paladar y termino de un trago el vaso. Sirvo otro, este lo saborearé mejor, pienso. Dejo la botella y me llevo la mano al bolsillo, saco un pitillo y me lo enciendo con la vela. Noto el picor del humo mezclado con el sabor del coñac, y me siento alegre. Con una mano sujeto el vaso y con la otra el pitillo y la vela. Algo sobra. Devuelvo el cigarrillo a la boca, dando una gran bocanada, y acerco la vela. Soplo fuertemente y con el humo apago la débil llama.

Bebo un trago. Fumo otra calada. Dejo pasar las horas.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Sed

Lamiendo tu lengua.
Besando tus labios.
Mordiendo tus dientes.

Luchando de igual a igual,
pasiones comunes,
destinos marcados
con señales idénticas.

Era inevitable el encuentro,
buscada la primera flecha,
impredecible el resultado.

Ninguna noche saciado,
siempre me queda sed,
la gula crece en los pechos,
sin control
tampoco queremos que pare,
el ansía nos ha traído aquí.

Un ansia voraz,
feliz,
cegadora,
despreocupada,
¿Qué más pedir?

Seguir teniendo sed,
seguir escuchando el rugir
de un hambre mortal
-de necesidad-,
seguir esquivando las piedras
que surgen
en el largo camino,
que hay que recorrer.

Un camino,
sin una meta,
sin un final,
sin un destino.

Camino,
donde fácil es,
sin pararse a pensar,
no darse cuenta,
que a donde caminas
es hacia atrás.

viernes, 26 de diciembre de 2008

La rebelión de Papino (I)

-¡Rudolph! Búscame en las Páginas Amarillas dónde viven los Magos de los cojones.
-¡Enseguida Papino!
-Te he dicho cienes y cienes de veces que no me hables así, ¡reno capullo!
-Disculpe Papino... digo, señor.
-Nosé que hago que no te he mandado a pastar a un desierto, inútil. Búscame eso, no tardes.

Mientras Rudolph hace pucheros, Papa Noel se termina de liar un porro de marihuana, que enciende mientras achina los ojos para enfocar el mechero y poder encenderlo. La primera calada contiene un chinote que hace que carraspeé violentamente y se golpeé el pecho.

-Que cojonudo se pilla en Alcorcón...

Se desabrocha los botones blancos de su chaqueta roja y se recuesta en su sillón de terciopelo rojo, que está desgastado por el uso, además de estar agujereado por la ceniza, y con manchas rojas por el vino, y blancas por el... En fin, que es un sillón bastante viejo y usado. Cuando el cansancio de su única noche de trabajo en todo el año empieza a hacer mella, Papa Noel va cerrando los ojos poco a poco, mientras da inmensas bocanadas a su porrito, que está prácticamente consumido en pocos minutos. Rudolph interrumpe la relajación de su jefe a golpe de taconear el suelo.

-¡Papino, Papino! Encontré la dirección, ¡la encontré!
-Me quieres dejar descansar ahora un rato, ¡malparido aborto!

Rudolph se queda quieto y tuerce el morro, mientras sus ojos vuelven a inundarse de lágrimas. Papa Noel de repente abre mucho los ojos, pensando unos instantes y mirando a Rudolph fijamente.

-Rudolph...
-¿Papino?
-Rudolph...
-¿Si, Papino?
-Mmmm...
-Papino, ¿qué ocurre?
-Encontraste la dirección...
-¿De quién Papino?
-¡Jóder! Pareces mi abuela, ¿tienes alzheimer o qué? ¿Qué te mandé buscar y dices que has encontrado?

Rudolph sonríe dejando ver su podrida boca, donde apenas quedan dientes, y sus encías están negras como una noche sin Luna. Se le ilumina la mirada.

-¡Siiiiii! Encontré eso, es verdad, Papino.
-Bien, bien.
-¿Qué quiere que haga con la dirección Papino?
-Quiero que la apuntes y que vayamos ahora mismo hacia allí.

Papa Noel camina al baño y cuando llega a la altura de Rudolph, le pega una fuerte colleja detrás de las orejas.

-Y como vuelvas a llamarme Papino te saco los ojos y te los meto en el culo, ¿entiendes?
-Perdón, señor. -Rudolph agacha la cabeza lloroso, de nuevo.
-Cuando salga del baño, más te vale estar preparado para salir.
-Si, Pap... Jefe.

Papa Noel se encierra en el baño, y mientras suena un sonoro pedo, se escucha una larga risotada. Siempre se ilusiona con viajar fuera de temporada.

Continuará...

martes, 23 de diciembre de 2008

Feliz Navidad

Puede que las fiestas eliminen la visión
de los sitios donde ya no sale el Sol.
Pero allí seguirán sumidos,
en intensas sombras,
en una oscuridad aterradora,
y pueril,
miserable existencia esta,
en la que todos viven,
para ver,
o para ocultar,
que algo pasa detrás
del artificio,
que hay verdades detrás
de la mentira,
que hay personas detrás,
de la basura.
Pensar en el festín,
cantar, beber, reír,
con toda la ilusión felicitar,
mientras algunos
no sabrán ni en que día están.
Maldita sea la vida,
y bendita también;
que nos da con una mano,
lo que quita con la otra,
que permite que haya risas,
que apaguen el llorar,
de las muchas gentes
que no tendrán
lo que felicitar.

Que tengáis todos Feliz Navidad.

lunes, 22 de diciembre de 2008

El Gordo

Le había costado reunir el dinero, pero lo había conseguido. 20 euros. Poco a poco durante las últimas semanas había ido rascando de aquí y de allá, céntimo a céntimo, quitándose de algún pequeño vicio como el cigarro suelto que compraba en el kiosco del barrio algún día, reduciendo levemente la ya de por si escasa ración de cena, no acudiendo a la peluquería y siendo autosuficiente en todo lo que encontró posibilidad de serlo. Pero en el día de ayer logró su objetivo, entregarle orgulloso los 20 euros (en decenas, quizá cientos de monedas) al dependiente de la administración de lotería.

-Deme el que acaba en 7.
-¿Supersticioso?
-Con lo que me ha costado, es lo menos.
-Tenga ahí, ¡suerte!

Ese décimo acabado en 7 tenía en sus manos cuando vio finalizar el sorteo por televisión. Con el billete fuertemente agarrado por sus gruesos dedos se levantó y se dirigió al baño, donde colocó el tapón de la bañera. Rellenó la bañera con unas garrafas que tenía arrinconadas y se secó las manos. Fue al salón de nuevo, de donde cogió el único cigarro que tenía, y lo encendió lentamente con un mechero desgastado. Al aspirar el humo sonrió levemente y volvió al baño, donde abrió el grifo del lavabo, del cual no salió ni una gota de agua, asíque no pudo apagar su cigarro. Dejó el mechero en la polvorienta repisa de cristal que había encima del lavabo y se quitó la ropa, con cuidado de no tirar su cigarro.

Consumió casi entero su pitillo antes de meterse en la bañera, donde volcó un grasiento bote de algo que en su día debió ser jabón. Agarró el billete de lotería y lo miró durante unos segundos, y entonces si, introdujo la pierna en la bañera, poniéndosele la piel de gallina por el frío. Vaciló un instante hasta que se metió por completo, y cuando se acostumbró a la temperatura, agarró la chusta que le quedaba de cigarrillo con la mano que le quedaba libre del décimo, y se tumbó delicadamente, notando como le subía un escalofrío por la columna. Apenas se había hecho espuma con el jabón que había echado, pero no le importaba, miraba el número de lotería con una concentración absoluta. Le dio una última calada al cigarro, y mientras expulsaba la densa bocanada grisácea, murmuró:

-Quizá otra vida me espere con más dicha.

Y arrojó el cigarro a la bañera, prendiendo vorazmente la gasolina.

Corazón helado

Mi corazón no tiene dueño,
me dije alguna vez.
Pero corre de mano en mano,
prestado por mi,
-idiota-
congelándose,
al frío viento
de fuera,
entre frías manos,
y más fríos corazones,
vomitando en cada esquina
borbotones de sangre,
desteñida.

Borracho de espanto,
acorralado
en un callejón oscuro,
rodeado
de heladas sombras,
inválido como está
de sentimientos,
de calor.

Lo último
que se le oyó decir...
"de mi se adueña el frío;
no lo puedo resistir
ni echar,
ni puedo luchar
ni huir.
Me dejaré llevar,
morir."

viernes, 19 de diciembre de 2008

Sin nombre (III)

Sin nombre (I)
Sin nombre (II)

Cada vez más cargado, el aire se va viciando con el humo y el alcohol presentes. Una tropa de perdedores y fracasados, solos todos, bebemos y fumamos sin parar, sin mirar el reloj. El antro, con un camarero que bebe y fuma también, es apestoso y oscuro, y las caras, tristes y apagadas, consumen los minutos al mismo ritmo que los cigarrillos. Nadie espera en casa a quienes estamos aquí y nadie se preocupará si no volvemos.

Los cristales estaban tintados, y no se veía la calle, pero tampoco importaba, ninguno miraríamos fuera. Quizá estén así para que nadie de fuera pueda ver los que estamos dentro, fumándonos la vida y bebiendonos lo que nos queda en el corazón. Pocas palabras son las que se pueden escuchar cada noche, quizá un "ponme otro", un "que te debo", y muchos "apuntalo en mi cuenta". A veces ni eso, simplemente se mueve el vaso en la barra haciendo un leve gesto, se deja el dinero, o te vas, sin más. Somos fieles y cada noche volvemos, con lo que las confianzas, a pesar de las pocas palabras, sirven de algo.

He terminado mi segundo whisky, y noto el calor en las sienes. Hoy ha sido un día como vienen siendo hace meses, sin nada que señalar. No estoy demasiado triste, y seguramente sea de los que mejor ánimo tengan en el local. Rompiendo el silencio, miro al camarero:

-Ponme otro. -el camarero me mira, y agarra la botella. -Doble, por favor.

Llena el vaso y cierra la botella, dejándola en su sitio.

-¿Cómo te va? -le pregunto. Me mira descolocado y guiñando un poco los ojos.
-¿Qué te pasa?
-Nada.
-¡Ah! Pues contando que aquí la mitad tiene notas desde hace meses, demasiado bien.
-Bueno, yo pago cada noche.
-No lo decía por ti.
-Entonces, ¿qué preguntas? -está irritado.
-Que, ¿cómo te va?
-¿Qué quieres saber? ¿Qué más te da?
-Te veo cada noche, era por preguntar.
-Pues ni mejor ni peor que a ti, o que a todos estos, porque seguimos aquí cada noche.
-Uno detrás de la barra y todos los demás delante.
-¿Te estás burlando?
-No.
-Más vale.
-No quiero molestar.
-Pues no lo hagas, tú has pedido un whisky y yo te lo he puesto, te lo has bebido y pediste otro, ahora uno doble y te lo pongo. ¿Qué cojones te importa cómo me va?
-Ya veo, ya.
-Eso espero.
-No pregunto más.
-Eso espero. Si necesitas hablar, al teléfono de la esperanza. Aquí no, no conmigo.

Asiento con la cabeza mirando mi whisky, mientras el camarero coge contrariado su cigarro del cenicero, que se ha consumido. Se enciende otro rápidamente, y noto que masculla algo.:

-Gilipollas de mierda.

Me levanto del taburete y me dirijo a la puerta mientras enciendo un pitillo con una cerilla que he encontrado en el bolsillo.

-¿Hoy no pagas? -me grita el camarero.
-Apúntalo en mi cuenta esta vez.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Arte callejero

Juzgad vosotros mismos.



Para mí, el mejor vídeo que he visto en Youtube.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Regresé del cuento

Lo primero que quiero decir es que con Gante y sobretodo con Brujas se cumple el tópico que todo el mundo repite, es como estar en un cuento. Te sientes como Hansel y Gretel paseando por sus calles, que parecen sacadas de una fábula maravillosa, con sus canales, su tranquilidad, sus puentes de piedra, sus casas puntiagudas... Quizá sea mejor decir que las fábulas se inspiran en ciudades como esta.

Además, envidio el gusto y el buen hacer de los encargados de engalanar la ciudad de cara a Navidad, ya que a diferencia de lo que se hace en Madrid, allí se respira un ambiente navideño muy clásico, donde verdaderamente sientes ese espíritu navideño típico de alegría y fantasía. Por la noche se disfruta casi tanto como por el día, con unas luces que embellecen la ciudad y aportan un punto casi irreal de perfección.

Vengo completamente alucinado y radiante, a pesar de que la noche de llegada fue un poco caótica, aterrizando en Charleroi a las 6 de la tarde, pero no llegando al hostal hasta las 9:45, empapados y fríos por el hielo (si, trozitos de hielo tenía en mi plano...) que nos cayó, tras 50 minutos de autocar hasta Bruselas y otros 55 de tren hasta Brujas, con sus respectivas esperas y demás... Pero nada pudo empañar lo que nos encontramos y lo que disfrutamos domingo, lunes y la mañana del martes. El Sol ni lo vimos, la niebla aparecía todas las noches, el ambiente gélido que dejaba las calles vacías a las 7 de la tarde, con tiendas y muchos bares cerrados también, no evitaban que pasearas anonadado con lo que veías a cada paso y con lo que te esperaba en cada esquina.

Y de Gante, decir que tremendo castillo, preciosa catedral, centro histórico brutal. No me quedan palabras para describir lo que se siente con tanto arte ante los propios ojos, y en tan pequeño espacio. Merece la pena el pequeño trayecto de una media hora en tren desde Brujas, pasar el día y volver, porque el catálogo de edificios a cada cual más impresionante es amplio y variado.

Habíamos pensado ver Bruselas ayer por la mañana, en unas horitas para luego ir a Charleroi para coger el avión, pero nada, toda la mañana en Brujas saboreando los últimos momentos. En fin, casi me dio pena que la muchísima niebla que había sobre el aeropuerto no fuera mayor para que hubieran suspendido el vuelo y habernos podido quedar un día más...

viernes, 12 de diciembre de 2008

American Psycho, de Mary Harron

Quizá el haber terminado de leer el libro ayer haya influido en que piense que esta es de las peores adaptaciones -quizá la peor- que he visto nunca.

Es cierto que el libro no sigue una trama definida, y que narra la extravagante vida de este psicópata depravado que es Bateman, sin seguir un hilo ni una continuidad demasiado clara, lo que dificulta una adaptación. Pero lo que hizo Mary Harron y el otro guionista fue directamente elegir 15 o 20 partes del libro que les molaban, arrancar las hojas, darles formato guión y a rodar.

Así pasa, que los diálogos literarios los pasas a palabras en una película y no quedan bien, ni reales, ni fluidos. Que las chicas con grandes tetas y buen culo que Bateman quería follarse pasan a ser actrices segundonas bastantes simples y absurdas. Que las escenas en las que Ellis detalla crudamente la habilidad de Bateman para mutilar, torturar y asesinar, se quedan en simples crímenes que si bien confirman que Bateman es un psicópata -cosa que no es poco, pero tras leer el libro SI parece bastante poco-, no afianzan la idea que flota en la totalidad del libro, sobre la personalidad de Bateman, completamente quebrada y enferma.

Tampoco profundiza la película en las relaciones de Bateman, ni con Jane, ni con Evelyn (¡aparece apenas en 3 escenas!), ni con Courtney, deja a medias su affaire con Carruthers, no permite que vislumbremos el ambiente que el libro describe alrededor de todos estos tipos, simplemente da pequeñas pinceladas insuficientes. Y un largo etcétera.

Probablemente una buena adaptación hubiese necesitado media horita más, pero jóder, sino quieres rodar una peli de 130 o 140 minutos... ¡para hacerla mal no la hagas!

jueves, 11 de diciembre de 2008

Sin nombre (II)

Sin nombre (I)

El frío me hiela las pestañas y el viento me corta las mejillas, pero camino despacio. Solo, claro. Las manos en los bolsillos, la mirada al frente, perdida, mis pasos, largos y firmes, mienten marcando un camino inexistente. He llamado a la oficina, he dicho que me sentía mal y que no iría, después he arrojado el móvil a una papelera. No me he duchado esta mañana y mientras respiro el aire contaminado, recuerdo que no he dejado abierta la ventana de casa. Otro día será.

Me cruzo con la gente, que no me ve, que corre de un sitio a otro, y yo si les veo. Hoy lo veo todo. Corren al trabajo, a la compra, al médico, a casa desde el trabajo, desde la compra, desde el médico. Algunos esperan el autobús, o bajan de uno. Me detengo delante de una tienda de animales, y en el escaparate veo varias jaulas de cristal transparentes, que contienen en su interior a varios cachorros cada una, gatos y perros, que juguetean ajenos al resto. Encerrados, condenados a llevar un chip en su cuello, pero felices de tener un plato de comida y uno de agua, y tiempo para jugar, sea en esa jaula o en su futuro hogar, donde les prohibirán cagar o mear, y donde un ladrido a deshoras provocará una paliza. En el fondo les envidio.

El cielo torna de gris a negro y empieza a llover. La gente corre más deprisa aun. Algunos me pegan con sus paraguas, y en la décima de segundo que me miran a los ojos dicen que lo sienten. Que humanidad. Pienso en que las noticias de la televisión hablarán de las inundaciones que ha provocado la tromba de agua, lo que me lleva a recordar que tenía que comprar pilas. Me meto en la primera tienda de chinos que veo y compro un paquete de cuatro. El chino me intenta colocar un paraguas, a lo que respondo con una mueca de aceptación, mientras miro a la calle. Pago y guardo las pilas en el bolsillo de mi gabardina, agarro el paraguas y salgo. Las calles están casi vacías por la gran lluvia que sigue cayendo, pero yo sigo caminando, mirada al frente, perdida,
mis pasos, largos y firmes, que mienten marcando un camino inexistente, y una mano en el bolsillo, la otra, sujeta a un paraguas cerrado. Me apetece un pitillo.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El plagio de Coldplay

¡Vaya tela! Coldplay, uno de los grupos británicos más conocidos, que más discos venden a lo largo y ancho de todo el mundo, que más premios acumulan en los últimos años, que más canciones han hecho llegar a los oídos de todos nosotros, que tienen a uno de los cantantes más carismáticos que se conocen, ha sido acusados de plagio.

El guitarrista Joe Satriani les ha demandado ante la Justicia de Los Ángeles por copiar "partes sustanciales" de su canción If I could fly, compuesta en 2004, y usarlas en el primer single de su último disco, Viva la vida. Satriani ahora reclama daños, perjuicios y una parte de las ganancias que ha obtenido Coldplay con las millonarias ventas de este disco, y Coldplay dice lamentar la coincidencia de las melodías de ambas canciones, achacando a la casualidad el hecho, y afirmando sentirse muy sorprendidos ante la noticia.

A mi, Coldplay me parece un grupazo. Sus tres primeros discos me gustan bastante y creo que son de los mejores grupos que ha parido Reino Unido últimamente, aunque a veces me gustaría verles algo más cañerillos, pero bueno, ese es otro tema. Eso si, reconozco que esta vez, creo que se han colado y que les va a tocar aflojar mucha pasta. Porque a ver que jurado dice que esto no es plagio. Recordar, la canción de Satriani es de 2004, la de Coldplay, de este mismo año.

Juzgad vosotros mismos.



Ya pueden ir sacando dinero del banco Chris Martin y los suyos para abogados...


martes, 9 de diciembre de 2008

La taberna

Contando este finde-puente, llevo tres trabajando en una taberna en el centro de Madrid. Un sitio agradable donde pasar un rato en compañía de amigos o algo más, tomando cañas o vinos, y comiendo ricas tostas. Me he acoplado bien al trabajo de camarero, que nunca había ejercido como tal, y los compañeros son divertidos y saben hacer de sus horas allí un espacio de tiempo más o menos ameno, a pesar de la cantidad de trabajo tan grande que hay.

Pero -siempre hay uno-, uno de estos días, me amenazaron con ponerme una hoja de reclamaciones, y yo me eché a temblar. Era un grupo de cinco personas y pidieron una tosta para cada uno y además una ración de embutidos. Bien, olvidé pedir una de las tostas y cuando me lo recordaron... El cierre lo habíamos bajado un poquito, estábamos limpiando y las cocineras habían cerrado cocina y estaban a punto de marcharse. Consciente de mi cagada, me acerqué a le mesa y les dije que esa tosta no iba a aparecer, que la cocina estaba out y que lo sentía.

- Entonces, ¿uno de nosotros se queda sin comer? ¿Eso me estás diciendo?
- Ejem... Si, bueno... Lo siento, ha sido culpa mía... Olvidé pasar una tosta a cocina y ya no me la hacen porque ha cerrado cocina, lo siento.
- Pero, es que hemos pedido hace media hora, y ¿me estás diciendo que ahora no vas a poner lo que falta?
- No puedo... esto... hacer más. Lo siento de verdad. Lo más que puedo hacer es que os invito a la bebida y decir que lo siento.
- Pues nos vamos a pensar si ponemos una hoja de reclamaciones. No puede ser esto hombre.
- Lo siento.

Y con una pequeña temblina de piernas me retiro y me acerco a comentarle a mis compañeros el percance. Me noto la cabeza caliente, signo de que me he puesto colorado como el puto culo de un babuino y me tiembla la voz. Mis compañeros se ríen y dicen que no me preocupe, que se habla con ellos y que no es para tanto, que no me preocupe. Realmente me la suda la tosta que falta, pero me pone nervioso el asunto. Voy al almacén a relajarme un segundo, pasando al lado de la mesa con la que tengo el problema, a la que ni se me ocurre ni mirar de reojo. No vaya a ser.

Me siento en un barril de cerveza y me limpio el sudor de la cara. Ya me siento mejor. Respiro hondo un par de veces y miro hacia arriba, viendo encima de las cajas del pan, varios cuchillos bastante grandes. Lo pienso medio segundo y me levanto de un brinco, agarrando el más grande de todos, de unos 25 centímetros de hoja, que es fina y brilla a pesar de la tenue bombilla que ilumina pobremente el cuartucho. Salgo con decisión del almacén y me dirijo a la mesa problemática, sin esconder demasiado el cuchillo. Ninguno se percata del pequeño regalo que les llevo.

- ¿Habéis pensado ya si vais a poner la hoja de reclamaciones?
- Pues...

Y sin esperar a ver que me decía la maldita gorda que no debería comer nunca tostas, al menos durante tres o cuatro meses, la clavo el cuchillo con precisión a través de un agujero de su nariz de cerda, y noto que cuando ha penetrado unos quince centímetros toco algo duro, que me impide terminar de atravesar su cabeza de puerca. Sus ojos se abren sorprendidos mirando fijamente a los míos, y se mantiene quieta durante dos o tres segundos, hasta que empieza a sufrir violentos espasmos que provocan que caiga al suelo -donde sigue bailando al ritmo de sus convulsiones- y me quite el largo cuchillo de la mano. Sus amigos quedan en estado de shock y no dicen nada. Mis compañeros me miran desde la barra, no sabían que había salido hace dos meses tras cumplir condena por la muerte de un compañero y por desfigurar a un profesor con una navaja que le clavé en la mejilla.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Sin nombre (I)

Meto la llave en la cerradura y la giro, sigue como la dejé, con dos vueltas. Se abre y me percato de que me olvidé apagar la lámpara, que emite una tenue luz que me llega a través de una neblina provocada por el humo del tabaco que me fumé antes, jodido olvido el mío de no abrir la ventana antes de salir.

Huele a cerrado, a cigarrillos consumidos hasta el filtro y a coñac, también dejé la botella abierta y un vaso a medio terminar en la mesa. Bueno, tampoco importa, convivo con ello cada día y me hace compañía como para que aun no me haya tirado por la ventana, así que es un mal menor que puedo soportar. Intento dejar la gabardina en una silla estirando el brazo y sin preocuparme demasiado, con lo que cae al suelo, pero no me agacho a recogerla. Mañana.

Caigo desplomado en el sofá, miro a través de la ventana y percibo la oscuridad de la madrugada con toda su crudeza y su significado. Al menos tengo un techo, pienso, y no como esos sucios vagabundos y mendigos que deambulan de una día para otro con su cartón de vino malo y sus pertenencias a cuestas, oliendo a mierda y dando pena para ganarse unas monedas. Me consuela y dejo de mirar por la ventana, suspiro bajo ese pequeño momento feliz y paseo la mirada en busca del mando de la televisión. Acierto a verlo medio asomado debajo de un cojín y lo agarro. Apuntó al aparato y pulso algún botón. Nada, olvidé cambiar las pilas, anoche no funcionaba ya. Anteanoche tampoco.

Saco el paquete de tabaco de mi bolsillo del pantalón y me enciendo un pitillo, haciendo que el humo recién creado se funda con el que flota desde hace horas. Bostezo y me estiro, mientras aguanto el cigarrillo entre mis labios, aspirando su aroma, saboreando cada partícula que pasa a través de mi garganta. Me pesan los párpados, creo que me voy a dormir, mañana compraré pilas.

(continuará...)

viernes, 5 de diciembre de 2008

Polémicas blogueriles

DING DONG DING, AVISO:

Visto lo visto con esta pequeña polémica que se ha liado entorno al estilo de cada uno en su blog, y como yo también quiero opinar y hoy no tengo nada más original que postear, pues hablaré de esto. La mayoría supongo que diréis, y este qué dice, pues la cosa es que ocurrió esto. Luego salió esto y más tarde esto. Puede que haya alguna respuesta más a este encendido debate, pero no la he visto, si hay algo, dejarlo en comentarios y actualizo.

Realmente coincido un poco con dada uno. Eso si, me parece una absurdez crear de aquí un debate sobre si realmente existen esas normas no escritas (no lo creo), me parece levantar una polvareda que no viene al caso el criticar si uno pone poesías, si se utiliza un lenguaje más duro en algunos relatos, si se escribe sobre un libro que te ha gustado (o no) y quieres hablar de él y recomendarlo o denostarlo, etcétera. Cada uno es libre de actualizar su blog personal con lo que le plazca, sean poesías crípticas (me gustó esa manera de llamarlo belalugosi) o sean textos más soeces. Si estoy de acuerdo en el asunto de los memes, o de los comentarios inútiles que se realizan para ganar visitas, pero allá cada uno.

En este sentido creo que cada uno es cada uno, y no creo que existan realmente esas normas, al menos yo no las había percibido y no creo tener un blog mejor ni peor que cualquier otro. Lógico es que unos me gusten más, otros menos, pero sin más. Tampoco creo que nadie deje de ser si mismo si parte de sus actualizaciones coinciden con la crítica del primer enlace que he puesto, yo me veo reflejado en algunas de esas supuestas normas, me siento parte de esos bloggers que son criticados y aseguro que no dejo de ser yo mismo, otros no lo sé.


En fin, realmente mi opinión sobre este tema la he centrado en el post de La Menda, a la que tengo en mi lista de blogs actualizados porque me gusta bastante lo que he venido viendo desde que conozco su Calle del Olvido, no por ganarme una visita ni nada por el estilo. También tengo a Vanity porque me parece que escribe de una manera muy inteligente, con una brutalidad a veces exagerada pero con una ironía y una cantidad de cosas entre líneas que hay que ver también. Y del Western Eyes de Belalugosisdead pues qué voy a decir, a parte que es un buen amigo mío que conozco y del que admiro su capacidad para escribir, dibujar, fotografiar, y un largo etcétera, pues que leyendo su blog es como me infectó de nuevo el virus blogosférico, el que me dio ganas de regresar a escribir un blog como este.


miércoles, 3 de diciembre de 2008

Dos

Se cruzan,
se miran.

Sonríen,
se gustan.

De reojo,
observan,
al otro,
mirar,
de reojo.

Piensan,
se cortan.

Se alejan,
se olvidan.

martes, 2 de diciembre de 2008

La clase

El profesor está dando la clase rodeado del barullo habitual. Resignado y deprimido, ya no tiene fuerzas ni ganas de mandarnos callar, y se limita a soltar su temario como un loro. Llega, nos cuenta y se marcha. Así es día tras día. La verdad que debe ser desagradable estar en su pellejo pero bueno, tampoco puedo hacer nada, no me voy a enfrentar a toda la clase para escucharle, me lo paso bien viendo como los gamberros de mis compañeros boicotean cada clase.

Hoy habla de las conexiones de los equipos de sonido, y los respectivos cables, conectores y clavijas que se deben usar para que todo funcione correctamente. La verdad que hoy estoy intentando tomar algunos apuntes, se acerca la fecha del examen y tampoco quiero sacar un rosco, y quizá levante la mano si suspende mucha gente, como seguro será. La verdad que tengo un poco de hambre, huelo el bocata que tengo en la mochila y poco a poco voy perdiendo el hilo de la explicación, que ya de por sí es difícil de seguir por desganada y a veces estúpida.

Acabo dejando el boli encima del cuaderno, y pasando por completo del idiota del profesor. Fede se levanta a tirar algo a la papelera y amaga con subir el tono del boicoteo ante la mirada de odio del profesor. Me recuesto en la silla y me alejo de allí. Me siento volar entre los cables y los bafles, que flotan a decenas a mi alrededor, mientras suena una música de fondo que me relaja y me acaricia con dulzura.

Repentinamente, noto un golpe en mis piernas y se emborrona mi ensoñación. Fede ha tropezado con mis piernas estiradas y cae. Le veo en la última parte de su vuelo, mientras intenta agarrarse a algo que impida que se clave el pico de la mesa en la frente. No lo consigue. Queda boca abajo en el suelo ante el brutal silencio que cae sobre al aula. El profesor reacciona por fin y corre hacia él, mientras me mira furioso.

-Sois unos gamberros, sinverguenzas. Siempre haciendo el animal -me espeta, fuera de sí. -¡Estúpidos! Os creéis que podéis hacer todo lo que os plazca sin castigo...

Da la vuelta al cuerpo inerte de Fede y deja al descubierto una horrible herida en la frente, que sangra abundantemente y tiene desfigurada media cara de nuestro compañero. La clase al unísono ahoga un grito de terror, y alguna compañera hasta se desmaya debido a la impresión. Yo me quedo petrificado en mi sitio, mirando la asquerosa herida, de la que brota sangre a borbotones sin que nadie sepa qué hacer.

-Llamar al director, ¡a una ambulancia! -grita el profesor- y a la policía -mirándome a mi.

Chema atiende la petición y corre hacia la puerta de la clase. Yo salgo escopetado hacia él y le detengo agarrándole del brazo.

-Aquí no va nadie a ninguna parte, Chema.
-¿Qué dices tío? Venga coño, déjame joder no estamos para juegos.

Le agarro el mentón y le miro fijamente a los ojos.

-Como des un paso más te saco los ojos con un sacacorchos y te rajo la tripa de arriba a abajo, maricón. -digo con total seguridad, sacando del bolsillo de mi chaqueta una navaja de 7 centímetros de hoja que siempre llevo conmigo. Chema abre la boca pero no emite sonido alguno, se aparta de mi y de la puerta.
-¡Qué haces Israel! ¿Eres gilipollas? -grita mi profesor, desbordado.
-No soy gilipollas -respondo, mostrándole la navaja- y tú ven aquí.


El silencio embarga el aula y mis compañeros me miran atónitos y el profesor aterrado.

-¡Qué vengas he dicho!

El miserable profesor de dos pasos hacia mí titubeantes y se detiene, con una expresión de pánico en su rostro que sólo me produce ganas de vomitar. Le miro fijamente a los ojos y él esquiva mi mirada, agachando la cabeza como un cobarde.

-Eres una persona vergonzosa para la humanidad, y para toda la naturaleza. Tu miedo me asquea y ver esa cara que tienes de mono subnormal me da náuseas.
-Has... Has perdido... La cabeza...

Entonces lanzó rápidamente mi brazo armado contra su cara y clavo mi cuchillo en su mejilla izquierda, dejándole confuso y con los ojos como platos. Giro la navaja dentro de su rostro, y el cuerpo del profesor se contrae y cae al suelo. Grita. Mi adorable arma blanca chorrea sangre y la limpio con mi camiseta, dejando un bonito dibujo que espero sea motivo de otras camisetas que se vendan cuando se conozca esta historia. Ídolo.

Miro a mis compañeros con serenidad, seguro de mí mismo y con una media sonrisa de satisfacción. Fede sigue en el suelo boca arriba, la herida parece que no sangra mucho más, bastante grande es el charco que ha dejado ya, y yace muerto sin que nadie le presete ya ninguna atención. El profesor se retuerce en el suelo entre sollozos agarrándose la cara que le cuelga también teñida de rojo. Y mis compañeros me miran acongojados. Doy dos pasos hacia ellos, que se echan hacia atrás temblorosos, llorosos y algunos hasta cagados y meados en los pantalones. Coloco mi cuerpo en posición de lucha, dispuesto a lanzarme a ellos.

Algunos gritan, otros quedan bloqueados, alguno intenta escapar por las ventanas. Nadie planta cara, cobardes cabrones.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Una historia verdadera, de David Lynch

Vaya por delante, que David Lynch es un director que me parece de lo más irregular y que a mi, me tiene absolutamente confuso, ya que si le conocí viendo El Hombre Elefante y me pareció genial, y portador de un algo diferente que le hacía dar un toque muy especial a sus películas, me marea también bastante, con por ejemplo Terciopelo Azul, que me gusta, que tiene un argumento potente y lo trata de una manera muy personal y creo que acertada, pero marea de cojones. Con Twin Peaks (lo siento Luis) me aturdió un poco más, y con Mulholland Drive me hundió más aun en la miseria y en ese pozo en el que te crees metido cuando ves tal jaleo.

Y un día le dio por hacer una película clásica. Y le salió una de las mejores películas que he visto, Una historia verdadera, en la que narra la historia de Alvin Straight, un anciano con numerosos problemas de salud que debe moverse con dos muletas y que recibe una llamada que le alerta del mal estado de salud que también sufre su hermano, con el que no habla hace 10 años. Su único medio para superar los 400 kilómetros que les separan es su segadora, asíque sin dudarlo comienza su viaje, dejando en casa a su hija discapacitada (una Sissy Spacek que me sigue turbando cada vez que la veo, aun recuerdo su diabólica apariencia en Carrie).

La historia es de una sencillez apabullante, y aun así, rezuma vida y amor. Cada imagen es un regalo que se nos ofrece, el guión es inteligente y bien construido, los pocos diálogos son determinantes y dan el punto necesario para conocer a Alvin y su historia, y la música de Angelo Badalamenti es -nuevamente- el perfecto aliado de la gran historia y de las imágenes. El poder del amor (fraternal en este caso) contra el rencor y el orgullo, que tantas veces se imponen a los verdaderos sentimientos, es lo que se nos muestra en la pantalla. Con un ritmo pausado -que no lento- y un tono vital a pesar de la vejez, el camino de Alvin parece una quimera que poco a poco va superando, con problemas, pero con tesón.

Es verdaderamente una delicia de película, con frases inolvidables y escenas verdaderamente entrañables y que dan ganas de volver a ver la película de nuevo. Recuerdo que serenidad me embargó al finalizar la película, lo unido que me vi al viejo Alvin, como los motivos del largo enfado con su hermano se nos omiten -con una voluntariedad inteligentísima- para mostrarnos la cara más amable y emotiva de una relación que se afianzó mirando a las estrellas en las noches de verano.