martes, 25 de agosto de 2009
Russian Red, en concierto
sábado, 22 de agosto de 2009
Antichrist, de Lars von Trier
Casi, y digo casi, le sucede en Antichrist. Una película brutal, que sumerge al espectador en un absoluto estado de desconsuelo, ansiedad y dolor, por partes y siempre al gusto de von Trier, que marca los tiempos de una manera extraordinaria, componiendo imágenes de una belleza pocas veces vista (atención al prólogo y al epílogo, ambos de una belleza suprema y al alcance de muy, muy pocos) y atacando al espectador donde más duele, en lo más profundo de su psicología.
Crea dos personajes llenos de matices, con mucha fuerza y personalidad, incluso el propio aspecto de ambos encajan a la perfección en la historia, y aquí Dafoe y Gainsbourg merecen un soberbio aplauso, pues sus interpretaciones son, sencillamente, perfectas. Dos papeles durísimos, que exigen TODO de ellos, física y sobretodo mentalmente, y ahí, ellos cumplen con creces.
Y volviendo al principio, decía que von Trier a veces deja huellas en sus films... Vamos, se le va la cabeza, es un provocador nato y se deja llevar demasiado por esa avasalladora personalidad, queriendo (o pareciendo que quiere) que se hable de él más que de su película. Se ve a la legua que hay dos o tres imágenes (que no escenas) que son de cara a la galería, una mera provocación completamente innecesaria, que no aportan más que eso, salidas de tiesto del director danés, que es un experto en crear polémica.
A parte de eso, creo que es una obra maestra más de este genio y figura danés, que no deja de sorprender al personal con su enorme capacidad para crear imágenes sin igual, e historias profundas y brutales que tocan la fibra más sensible del ser humano. Todo encaja al final, todo se entiende, a pesar de que los estados de shock que pueden producir algunas escenas a veces tapen lo maravilloso que puede ser el cine de Lars von Trier.
miércoles, 19 de agosto de 2009
Calor
jueves, 13 de agosto de 2009
Diálogo
lunes, 10 de agosto de 2009
jueves, 6 de agosto de 2009
La sonrisa de Dasha (III)
Sentado en la Plaza Roja, es lastimoso ver la caída de la tarde. El tráfico es exclusivamente militar, los soldados van de aquí para allá, los caballos tiran de carros repletos de armas… La gente que aun no se ha marchado o no ha sido evacuada está en las calles, paseando bajo los castaños y arces, respirando el polvo levantado por el húmedo viento del oeste, que se ha unido al sofocante calor para hacer de los días infiernos.
De repente, algo se me cuelga de la espalda suavemente, dos bracitos me rodean el cuello. “¡Dasha! ¿Qué haces aquí, mi pequeña?” Se sienta a mi lado y me da la mano, contempla el triste espectáculo que las preparaciones para la guerra ofrecen. Aprieta mi mano con fuerza, seguramente confusa y asustada. “Los Gólubev se han marchado, también.” Procuro que no se note el temblor de mi corazón, de todo mi interior. “No puede ser…” pienso, “¡no puede ser!”. “Papi, ¿no dices nada?” Niego con la cabeza. Nada podría decir.
Pasan minutos, muchos, sin moverme. Dasha sigue ahí, y es lo único que me da fuerzas para no salir corriendo hacia el este, para abandonar la ciudad. “Papá”, giro la cabeza hacia ella, saliendo del trance. “Volvamos a casa, mamá se va a preocupar.”
martes, 4 de agosto de 2009
Italia (I) Todo camino vale
En Italia es así, y no sólo llevan a Roma, llevan a toda clase de maravillas. Cualquier callejuela, por oscura, estrecha, poco transitada y retirada que parezca, te puede sorprender con un vasto palacio, una pequeña iglesia, un museo, una cálida trattoria y un largo etcétera inacabable, tanto como la belleza de las ciudades que he podido conocer.