No somos nadie.
Almas nebulosas, grises, con la mirada perdida en un horizonte inexistente, que vagamos meditabundas a toda velocidad por aceras corrompidas de pasos -y palos- de ciego, sin objetivos, sin sueños ni deseos propios.
Todo prestado, todo copiado y aprendido, necesitados de hábitos mal educados, fabricados en lujosos despachos, a la sombra de grandes persianas que tapan grandes ventanales, en grandes edificios que dan a grandes avenidas, donde potentes coches con lunas tintadas rugen sobre el asfalto corrupto de una ciudad mermada, obsoleta e ignorante.
Estamos perdidos, manejados, salen hilos de nuestras muñecas y tobillos, y una soga de nuestro cuello, pero no importa, seguimos dando pasos, creando círculos cerrados de donde no salimos, un dos tres un dos tres, ¿qué más da? Dan Gran Hermano, todos al sofá, que felicidad.
Nada cambia, ni lo hará. Un status quo se apodera de todo y de todos, la revolución es una quimera, pensar en ser diferente no tiene sentido para nadie, esto es un cajón cerrado, y la llave nadie sabe donde está.
Un dos tres un dos tres...