"No siempre es fácil sonreír, querida mía". Me miró con sus grandes ojos negros, increíbles, con una profundidad que asustaría a cualquier adulto, yo aparté la mirada. "Quiero a esta niña", pensé. "Venga, a dormir, pequeña", dije.
Agarró mi mano con su manita frágil y delicada y sin mediar palabra, me convenció para que la acompañara. Siempre ha sido una cría decidida, ya de bebé agarraba con fuerza y era constante y empeñada en sus deseos. El carácter de su madre va dentro de ella, aunque una dulzura especial casi mágica la acompaña a cada paso, como una aureola que sin explicación alguna se hubiera posado sobre ella, protegiéndola, formando un dúo maravilloso. Nunca pensé que admiraría de tal manera a mi hija, Dasha, esa niña que revolucionó con su llegada mi relación con una Lyuda, que por entonces no tenía en la cabeza -yo tampoco- la creación de descendencia. Mas que grande es mi arrepentimiento por pensar entonces que un hijo no era lo que daría alas a mi vida, gracias a Dasha mi felicidad será eterna, mi sonrisa será perenne en los tiempos.
"Papi", su voz me acarició la cara como una tibia brisa de primavera, yo la miré. "No será fácil, pero siempre hay que intentarlo." Sonreí.
Continuará...
Me gusta este cambio hacia lo literario, Isra. Sin duda.
ResponderEliminareso es.. siempre hay que intenarlo, arriesgar, ponerlo todo en cada jugada...
ResponderEliminaray.. la paternidad/maternidad, cuanto crecimiento...
Me gusta el vinculo que se va desprendiendo de esta historia,
besos!!
Vero.