martes, 28 de junio de 2011

Dos ojos

Dos ojos no mienten,
ni aguantan la pose,
no pronuncian palabras huecas,
ni saben de discursos preconcebidos.
Discursos del miedo,
¿miedo?
Miedo a caer por el precipicio del deseo,
al fulgor de las miradas,
a dos corazones latiendo juntos.
La huida no es el camino sino un atajo al sufrimiento
de dos ojos sinceros,
que claman,
gritan 
y exigen.
Dos ojos me funden más que los rayos de Sol,
me sugieren las formas indefinidas del placer infinito,
suspiran en mis entrañas 
y se recuestan en mis sueños.

Dos ojos no mienten,
dos ojos me cuentan la verdad.

lunes, 27 de junio de 2011

The xx - Night Time

"You mean that much to me 
And it's hard to show 
Gets hectic inside of me 
When you go 
Can I confess these things 
To you 
I don't know 
Embedded in my chest 
And it 
Hurts to hold".



jueves, 23 de junio de 2011

Fragmento de un posible... (I)

Ni siquiera los pájaros cantaban en el fresco atardecer. El aliento de miles de personas se encontraba atrapado en las gargantas, a la espera; el tiempo parecía haberse detenido.


Seoane se encontraba junto a la balsa donde reposaba el Rey, le dijo unas palabras inaudibles para todos y tomó una gran bocanada de aire. Pareció recobrar fuerzas de nuevo y alzó la gran espada tanto como pudo, sin dejar de mirar los ojos del cadáver.


La primera vez que había visto su rostro fue el día en el cual su padre entregó una doncella para que la convirtieran en Reina. Sus ojos aun estaban hinchados de llorar la víspera, rabiando de súplica pues jamás se desposaría de otra forma que no fuese enamorada. Aquel primer recuerdo jamás fue feliz para ella, pero para él tampoco, y la noche de bodas fue un suplicio para ambos. La consumación del matrimonio era imprescindible para el entonces futuro heredero, y los dos sintieron la presión sobre sus jóvenes hombros. 


-Yo no quiero estar aquí -confesó avergonzado el Príncipe Handor, una vez les dejaron solos y desnudos sobre el lecho.


El silencio les envolvió durante horas, aun sabedores de la cantidad de orejas que estarían pegadas a la puerta de su dormitorio.


Apuntaba el alba a través de las cortinas de seda marfil de los aposentos cuando, por motivos que ninguno jamás comprendió, se durmieron. No se habían rozado mientras la Luna los presenciaba, en la transición de la noche al día consiguieron embeberse de sueño, y cuando el Sol los despertó, la cabeza de ella estaba posada sobre el pecho de él, cuyo brazo rodeaba los hombros blancos y pecosos de su Reina. Se miraron largo rato, tanto que las sombras fueron cambiando su posición y ellos seguían contemplándose. Asumían, quizá, que el deber que les habían encomendado sería más fácil llevarlo a cabo si se aliaban que si se encerraban en los sueños que jamás podrían realizar.


-Mi Reina... -susurró la boca de Handor, aunque Seoane no reconoció su voz, sino una que era un hilo agudo, ajado y que le atrajo de nuevo al presente. 

miércoles, 22 de junio de 2011

Revelando una noche sin sueño

Fotografío la oscuridad de esta noche densa,
añado negativos a esta colección sin dueño,
paso por el revelador mis miradas y mis sueños,
mis ojos después;
agrio baño químico que no escuece más que las heridas.
Con pinzas me arranco las costras secas,
no duele,
no dueles más,
o quizá es la costumbre.

lunes, 13 de junio de 2011

Gritos en silencio (V)

Palabras en el tintero,
jardines de letras insomnes,
perdidas,
deformadas en suertes degeneradas,
palabras,
sólo palabras.
Palabras mudas, 
silenciosas como petardos del infierno
danzando al son de oraciones sin predicado,
la débil fortaleza de la palabra dicha
hundiéndose en las sombras 
                                oscuras 
de un pozo sin fondo
infinito.

Tantas cosas ocultas:

gestos,
abrazos,
sonrisas, 
miradas,
roces,
frío y calor,
ojos descarnados por el fuego de la distancia,
manos desolladas por la fuerza de la impotencia,
pies helados por la soledad de las sábanas ásperas
oídos sordos de gritos en silencio.


Un gran silencio.
¿Y después?
Mi sangre temblando en las venas de otro,
mi espalda agrietada,
mi boca susurrando sinsentidos al vacío,
y el miedo...
Claro.
El miedo.

jueves, 9 de junio de 2011

Inmersión

Estira su cuello para sentir la brisa marina en su pelo empapado, y relajada, percibe las gotas de agua salada resbalando por las sinuosas formas de sus orejas. El Sol luce desde su privilegiada posición, mientras los oblicuos rayos del atardecer caen con tibieza sobre el brillo de los ojos de Ariadna, que aspira una suave bocanada de aire puro para volver a sumergirse en la inmensidad del océano que baña su desnudez madura, fresca.


La dorada luz penetra en el agua, rompiéndose en mil pedazos que toman multitud de direcciones, envolviendo el cuerpo de Ariadna con telas de mil colores, coloreando su piel de rojos, azules, verdes, amarillos, violetas y naranjas infinitos, puros. Ella se deja acariciar por la naturaleza plena que la rodea, saborea la sal que empapa sus labios y abre los ojos para entregarse por completo a su deliciosa sensación.


Diminutos peces cosquillean sus pies y recorren con ella unos metros para desaparecer después, Ariadna los roza con la punta de sus dedos, imbuida como está en el mundo paralelo en el que vive bajo el nivel del mar. Bucea con movimientos morosos, deliberadamente pausados, hallando, de todo lo que la rodea, la reacción que produce en su ser. El pulso se ralentiza y su sangre circula paso a paso, el crepitar de sus pulmones reclamando oxígeno es el único sonido en el vacío de las profundidades, su cerebro permeabiliza cada segundo inmersa en las aguas y ante la imposibilidad de mantener su cuerpo en ausencia del aire que la espera encima de su cabeza, estira su cuello para sentir la brisa marina en su pelo empapado, y relajada, percibe las gotas de agua salada resbalando por las sinuosas formas de sus orejas.