martes, 29 de diciembre de 2009

Pearl Jam - Black

Pocas veces una canción desprendió tanto.


Se me encoge el alma con este tema.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Diálogos de cine (III) El Secreto de tus Ojos. Pasión.

El tipo pudo hacer cualquier cosa para ser distinto. Pero hay una cosa que no puede cambiar, ni el ni vos ni yo, ¡nadie!

Mirame a mi, soy un tipo joven, tengo un buen laburo, una mina que me quiere. Y como decís vos, me sigo cagando la vida viniendo a tugurios como este. Más de una vez me dijiste, ¿por qué estás ahí Pablo? ¿Qué haces ahí? Y ¿sabes porque estoy Benjamín? Porque me apasiona, me gusta venir acá. Ponerme en pedo, cagarme a trompadas si alguien me hincha las pelotas, me gusta.

Y vos lo mismo Benjamín, vos no podés… no hay manera de que te puedas sacar de la cabeza a Irene. Y la mina tiene más ganas de casarse que Susanita. Debe tener más de 37, revista de trajes de novia arriba del escritorio, se comprometió con fiesta y todo… Pero vos, seguis esperando el milagro Benjamín, ¿por qué?

(...)

¿Te das cuenta Benjamín? El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar Benjamín. No puede cambiar de pasión.

El secreto de tus ojos, de Juan José Campanella.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Piedras

- Follas bien.

Me miró. No entendía mucho español, pero si el suficiente.

- Soy puta.
- No lo jures.
- ¿Qué?

Me encendí un cigarrillo, formé anillos y los miré hasta que se disolveron en el viciado aire de la habitación.

- No te voy a pagar.
- ¿Qué?
- Ésto si lo has entendido.
- ¿Cómo que no pagar tú? Yo follar, tú pagar. Ese es trato.

Estaba claro, no entendía nada. Nada de nada, como tampoco entendió que la pegara un bofetón, que me pusiera los pantalones mientras la miraba de manera amenazadora y lo que dije:

- Confórmate con que no te mate.

Lloriqueaba asustada, le sangraba la nariz. Quizá fuera la coca, pensé para no sentir demasiado cargo de conciencia. Me pondría una raya, pero no es el momento, hay que saber mantener la cabeza fría a veces.

- La última se tuvo que conformar con menos.

Se encogió todo lo que no se había encogido mientras follábamos, la verdad que daba un poco de pena, pero no podía permitirme desperdiciar la pedrea del sorteo de Navidad, los podía aprovechar en invitar a mi mujer a cenar mañana.

domingo, 20 de diciembre de 2009

La sonrisa de Dasha (VI)

El ulular del viento es el sonido que más escucho. Sopla entre las piedras, se cuela por cada rendija, llega cortante hasta mi rostro y silbando melodías de muerte, me acompaña. Es mi único acompañante.

Han pasado muchos meses ya… No sé muy bien, exactamente es imposible. Desfilan días y desfilan noches, incontables. A veces ni llego a ver la luz traspasar las pequeñas rendijas de mi escondite, las nubes grisáceas o el humo negro de los fuegos en la ciudad se interponen, es imposible llevar la cuenta. A veces intento contar días, pero me pierdo, y termino sumando las veces que el viento aúlla y ruge, hasta que me doy cuenta y paro, lloroso. No quiero volverme loco, pero es imposible, sé que será imposible no trastornarme, aquí, sólo, a oscuras, sin hablar, procurando no hacer ruido para que no me descubran, el viento es terrible, es constante, más que los bombardeos. Siempre está aquí, y no tengo armas para luchar contra él. Mi única esperanza es que mi pequeña Dasha lo escuche como yo, y le lleve hasta donde esté el aroma de mi amor, porque a mi no me llega nada, pero no quiero ser pesimista, me muero si dejo de pensar en que ella está ahí fuera, esperándome.

Fuera, hay disparos a cada rato; he aprendido a diferenciar de qué bando provienen, si son escaramuzas o fusilamientos, ráfagas preventivas, si son pistolas, rifles o ametralladoras… Realmente es fácil, sobretodo los fusilamientos, que son repentinos, a veces son tan cerca que oigo hasta las voces de quien ordena abrir fuego. Se me hiela la sangre cada vez que sucede. Si me descubren, seré yo uno de los próximos fusilados.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

¿Dónde queda la libertad?

Impedir un alzamiento de voces críticas.
Proteger a quien no merece tal consideración.
Llenar de violentos guardianes las calles.
Encarcelar a quien reclama cambiar el modelo.
Detener masiva y PREVENTIVAMENTE.
Tiene cojones.

¿Podemos seguir así?

Copenhague se ha convertido en una gran cárcel. Cualquier manifestación es reprimida con gases lacrimógenos, millares de miembros de las fuerzas de (in)seguridad han tomado las calles, se detiene a diestro y siniestro a gente cuyo delito es manifestarse contra los poderosos, los que mandan y los que rigen nuestras vidas con mano firme.

Detención preventiva es una expresión acuñada en estos días, cuyo significado, sinceramente, me da verdadero pánico. No quiero valorarlo porque me asusta realmente a que extremos estamos llegando.

Y no entro tampoco a valorar lo que se debate en esa "cumbre", ni el motivo por el cual se quejan los manifestantes; abrí este rincón prometiendo que no dejaría entrar aquí ni un sólo debate político, y no va a ser menos. Tan solo quiero expresar este miedo, esta sensación de nerviosismo ante estos tiempos difíciles, ante estos tiempos en el que las libertades van en claro retroceso.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Diálogos de cine (II) Paris, Texas. Peepshow.



(Cabina de un peepshow. Travis y Jane. Una mampara les separa. Él la ve a ella, pero ella a él no.)

Jane - Hola.
Travis - Hola.

(...)

T - ¿Puedo contarte una cosa?
J - Claro, lo que quieras.
T - Es un poco largo.
J - Tengo tiempo de sobra.

(Travis gira su silla para no verla)

T - Conocí a unas personas.
J - ¿Qué personas?
T - Una pareja. Estaban muy enamorados. La chica era muy guapa, unos 17 o 18 años. Él era bastante mayor, un poco salvaje y rebelde. Ella era muy guapa, ¿sabes?
J - Si.
T - Y juntos convirtieron todo en una aventura. A ella le gustaba, incluso ir al supermercado se convertía en una aventura. Siempre reían por tonterías. A él le encantaba hacerla reír, y no se preocupaban por lo demás, porque lo único que querían era estar juntos. Siempre estaban juntos.
J - Parece que eran muy felices.
T - Si, lo eran. Eran muy felices, y él la quería más de lo que creía posible. No soportaba estar lejos de ella durante todo el día cuando iba a trabajar. Dejaba los trabajos por estar con ella en casa, y buscaba otro trabajo cuando se terminaba el dinero, y lo volvía a dejar. Al poco tiempo, ella empezó a preocuparse.
J - ¿Por qué?
T - Por el dinero, supongo. Por no tener suficiente, por no saber cuando llegaría el próximo ingreso.
J - Ya, conozco esa sensación.
T - Él empezó a destrozarse por dentro.
J - ¿Qué quieres decir?
T - Pues tenía que trabajar para mantenerla, pero no soportaba estar separado de ella.
J - Comprendo.
T - Cuanto más tiempo estaba lejos de ella, más loco se volvía. Pero después empeoró, se volvió loco de verdad. Empezó a imaginar cosas extrañas.
J - ¿Cómo qué?
T - Pensó que veía a otros hombres cuando él no estaba. Cuando volvía a casa, la acusaba de pasar el día con otro. Gritaba y rompía cosas en la caravana.
J - ¿La caravana?
T - Si, vivían en una caravana.
J - Perdona, ¿estuviste aquí el otro día? No quiero ser pesada...
T - No.
J - Por un momento, creí reconocer tu voz.
T - No, no era yo.
J - Sigue por favor.
T - Después, empezó a beber, y a llegar tarde para ponerla a prueba.
J - ¿Qué quiere decir ponerla a prueba?
T - Ver si se ponía celosa.
J - ¡Jaja!
T - Él quería que se pusiera celosa y no lo conseguía. Se preocupaba por él y eso le desesperaba.
J - ¿Por qué?
T - Porque pensaba que si ella nunca se ponía celosa era porque realmente no le importaba. Entonces, una noche le dijo que estaba embarazada. Estaba de 3 o 4 meses y él ni siquiera lo sabía. Todo cambió de repente, dejó de beber y consiguió un trabajo fijo. Estaba convencido de que sí le amaba, porque llevaba un hijo suyo. Él pensaba dedicarse a formar un hogar para ella. Pero empezó a ocurrir algo raro.
J - ¿Qué pasó?
T - Ni siquiera lo notó al principio, pero ella empezó a cambiar. Desde que nació el niño se irritaba con todo lo que la rodeaba, se enfadaba por todo. Incluso el niño le parecía una injusticia. Él seguía intentando que todo fuera bien para ella; la compraba cosas, la sacaba a cenar una vez por semana, pero nada parecía satisfacerla. Durante 2 años, luchó por volver a estar unidos como al principio. Pero, al fin, supo que eso no resultaría. Así que volvió a la bebida, pero esta vez en serio. Cuando llegaba tarde a casa ella ya no estaba ni preocupada ni celosa, sólo enfurecida. Le acusaba de tenerla atada por haberle hecho un hijo. Le dijo que soñaba con escaparse.

Sólo soñaba con una cosa: escapar.

Ella se veía a si misma corriendo por la noche desnuda por una carretera atravesando campos y cauces de río, siempre corriendo. Y siempre justo cuando estaba a punto de conseguirlo, él aparecía y siempre la atrapaba. Aparecía justo para atraparla.

Y cuando le contó esos sueños, él los creyó.

Sabía que tenía que atraparla o le dejaría para siempre. Así que ató una campanilla a su tobillo para poder oírla por la noche si se levantaba de la cama. Pero ella aprendió a silenciarla con un calcetín. Poco a poco consiguió escurrirse de la cama y salir al exterior. Una noche la descubrió cuando se cayó el calcetín, y la oyó intentar correr hacia la carretera. La cogió y la arrastró a la caravana, la ató a la cocina con su cinturón, la dejó allí y volvió a la cama. Se tumbó a oírla gritar. Entonces, oyó gritar a su hijo, sorprendiéndose porque no sentía nada. Todo lo que quería era dormir.

Y por primera vez, deseó estar lejos de allí.

Deseó estar perdido en un vasto país donde nadie le conociera, algún sitio sin gente, ni calles. Soñó con ese sitio sin conocer su nombre, y cuando despertó, estaba ardiendo. Había llamas azules quemando sus sábanas. Corrió a través de las llamas hacia las únicas personas que amaba.

Pero se habían ido.

Sus brazos estaban ardiendo, se lanzó fuera y rodó sobre el suelo mojado. Luego corrió. Nunca miró atrás hacia el fuego. Sólo corrió. Corrió hasta que el Sol salió, y no pudo correr más. Cuando el Sol se ocultó, corrió otra vez. Durante 5 días corrió así, hasta que todo signo humano desapareció.

J - Travis...
(Travis gira de nuevo su silla, esta vez para ponerse cara a cara con ella. Él la ve, pero ella sigue sin verle)
T - Si apagas la luz ahí dentro, ¿podrás verme?
J - No lo sé, nunca lo he probado.
(ella apaga, se ven ambos)
T - ¿Puedes verme?
J - Si.
T - ¿Me reconoces?
J - Oh, Travis.
T - He traído a Hunter conmigo. ¿Quieres verle?
J - Si... (ella está muy emocionada) Deseaba tanto verle que incluso no me atrevía a imaginármelo. Anne siguió mandándome fotos suyas, hasta que le pedí que no lo hiciera. No podía soportar el dolor de verle crecer y echarle de menos.
T - ¿Por qué no se quedó contigo, Jane?
J - No podía, Travis. No tenía lo que él necesitaba. No quería utilizarle para llenar mi vacío.
T - Te necesita, Jane. Y además, quiere verte.
J - ¿De verdad?
T - Si, te está esperando.
J - ¿Dónde?
T - En la ciudad, en un hotel. El Meridian. Habitación 1520. Mil quinientos veinte. (Travis va a colgar y marcharse)
J - No te irás, ¿verdad? (Jane golpea la ventana desesperada)
T - No puedo quedarme, Jane.
J - No te vayas. No te vayas... (Jane es la que se gira ahora, dando la espalda a Travis) Después de que te fuiste solía soltarte unos discursos muy largos. Solía hablarte a todas horas, aunque estuviera sola. Durante unos meses estuve hablándote. Ahora no sé qué decir. Era muy fácil cuando sólo te imaginaba, incluso imaginaba que me contestabas. Teníamos largas conversaciones. Los dos. Era casi como si estuvieras allí.

Podía oírte, verte, olerte. Podía oír tu voz.

A veces, tu voz me despertaba. Me despertaba en medio de la noche como si estuvieras en la habitación conmigo. Después, eso se desvaneció. Ya no pude imaginarte nunca más. Intenté hablar contigo en alto como solía hacerlo, pero no había nada.

No podía oírte.

Entonces, me di por vencida, todo se paró. Tú... desapareciste. Ahora trabajo aquí... Y oigo tu voz todo el tiempo. Todos los hombres tienen tu voz.

T - Le diré a Hunter que irás a verle.
J - Travis...
T - ¿Si?
J - Estaré allí.
T - Bien...
J - Hotel Meridian.
T - Si. Habitación 1520. (Travis cuelga y se va. Jane llora)

Paris, Texas de Wim Wenders.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Últimos besos

Por último, decirte que siento no haber conseguido que tu felicidad haya trascendido el tiempo, y se vea destruida en estas circunstancias. Me destroza pensar en ello.

Te envío los besos más grandes, como sólo pueden serlo los últimos.

Te quiero.


Las lágrimas desgarradas de ella fluían por su rostro como un río salvaje, erosionando su piel lechosa; caían rabiosas, corriendo la tinta del papel, fusionándose el dolor de ella con las letras de él.

No había remedio, ni para las noticias que traía la carta, ni para la locura desesperante que atacó a la muchacha, haciendo saltar por los aires su sistema nervioso. Temblaba, gritaba y lloraba. Su mente era una niebla confusa plagada de rabia e impotencia, una impotencia insostenible y abrumadora.

Al menos no tuvo que sufrir el verle a él escribir sus últimas palabras con un lápiz del tamaño de una uña, a la luz ínfima que se colaba por una hendidura de la puerta, en un estado penoso de delgadez extrema, donde sus huesos eran salientes picudos, y su piel amoratada se resquebrajaba con soplarla.

No vio como los guardias lo levantaron del helado frío de su celda, y lo arrastraron inhumanamente hasta el patio, donde lo arrojaron al lado de otros prisioneros infectos como él.

No vio como los colocaron en fila delante de un grupo de jóvenes soldados con la mirada asesina de un viejo lobo.

No vio como un capitán bien trajeado y con la panza llena dio la orden.

No vio como los viejos lobos con uniformes militares apretaban los dientes y soltaban ráfagas de ametralladora contra los escombros humanos que tenían delante.

No tuvo que ver como el cuerpo de él recibía con sacudidas y espasmos las balas.

No tuvo que ver como la sangre brotó a chorros de su cuerpo.

Ni siquiera tuvo que ver como, inerte y sin vida, su cuerpo se desplomó contra el árido suelo.


Pero llora, grita y tiembla de pensarlo.

Lee y relee sin parar su última frase: "Te envío los besos más grandes, como sólo pueden serlo los últimos".

Y llora más, grita más alto y tiembla más fuerte.

sábado, 5 de diciembre de 2009

¡Vive!

¿Y qué más da?
Al final todo se reduce
a lo mismo
-sentencias-.
Verdad
a medias,
falso
la verdad.
No llegas
o te pasas,
que te quedas corto,
y te da igual.
Basta ya,
de llorar
por rincones y gritar
en balcones.
Para de decir
que no hay razón
o motivo,
-siempre están-
que da igual,
que tú a lo tuyo.
Es verdad,
no falsees
lo que quieres
y no alcanzas,
lo que añoras
y no abrazas,
lo que amas
y no sientes.

Corre, busca, encontrarás.
Pon de ti,
es lo único valioso que posees,
recuerda,
tu y tu corazón,
siente,
sin mentiras,
sin escudos
autofabricados,
que solamente dañan,
con esa indiferencia procreada
desde la falsedad.

Rienda suelta,
al galope,
aprieta los dientes
y vive
¡vive!
(seguro que puedes)

miércoles, 2 de diciembre de 2009

La sonrisa de Dasha (V)


Huele a polvo, a escombros, a pólvora...

El olor del caos, la destrucción y la muerte me rodea. No veo, todo es negro. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago en medio de todo ésto? "¡Lyuda!" ¿Qué ocurre? ¿Dónde estoy? "Dasha, amor de mis ojos, acércate". Sólo, nadie me responde. Me siento aturdido, aunque creo recordar que estaba en la cama, Lyuda a mi lado, "¿verdad, cariño?", ni idea de dónde se habrán metido. No sé si hablo o pienso, no me oigo, sólo escucho un zumbido muy molesto y algo así como el crepitar de unas llamas lejanas. No hay voces, no hay gritos, parece haberse esfumado toda la gente.

Recuerdo a mi Dasha, con su eterna sonrisa en esta ocasión perdida, asediarme a preguntas sobre la barbarie de la guerra, que según los diarios que llegaban a nuestras manos era inminente.

- Papá, ¿qué es la guerra?
- ...Verás, Dasha, cariño, es un...
- Pero, ¿ahí la gente se muere?
- No... Si, si. Se muere gente.
- No quiero que la guerra entre en Rusia, papi.
- Yo tampoco hija, yo tampoco lo quiero.

Desperté de mi letargo producido por el recuerdo de esa conversación, en su momento intenté no darle mayor importancia a las noticias que llegaban sobre los movimientos de tropas alemanas muy cerca de los puestos fronterizos, pero parece que... ¡Están a las puertas de Stalingrado! En tan pocos meses...

Frustración mezclada con aroma a muerte. Me da igual mi suerte, la de Lyuda ha sido echada ya... Las lágrimas revientan dentro de mi, pero mi Dasha está en juego. No puedo permitir que apaguen su sonrisa a bombazos.

- ¡Dasha! ¡Hija mía! ¿Dónde estás?