jueves, 31 de enero de 2013

Poema

No sé, 
me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias 
o como pasas de higo; 
un cutis de durazno o de papel de lija. 
Le doy una importancia igual a cero, 
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz
que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias;

¡pero eso si!
—y en esto soy irreductible—
no les perdono,
bajo ningún pretexto,
que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!

Después de conocer a una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay una diferencia sustancial
entre vivir con una vaca
o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos,
soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo