domingo, 30 de mayo de 2010

...

La impotencia vence, y no sé qué hacer. Sé la solución, pero no está en mi mano conseguirla. Daría todo por alcanzarla, pero no llego, ni siquiera puedo moverme del sitio, porque no sé dónde ir, cómo llegar, aunque si qué decir... Diría todo lo que tengo dentro, todo lo que me envuelve y me desborda, que no me puedo sujetar, que necesito saciar mi sed, que sufro cada minuto de este día como una puñalada.

Escucho el piano de Nefeli y tiemblo.

Sigo dando vueltas en la cama...

viernes, 28 de mayo de 2010

La sonrisa de Dasha (VIII)

Acaricio el pelo de la pequeña Dasha, que duerme apaciblemente a mi lado. Los escombros ya no crujen tanto, ni el frío es tan intenso, y ni siquiera oigo los disparos. Los segundos ya no parecen horas, ahora sólo son segundos que discurren paso a paso, que no amargan la existencia y no cargan con un peso imposible mi corazón. Oigo su respiración pausada, relajada, lejana a muertes y guerras, transmisora de alegría y paz, de una paz brutal, inspiradora.

Acaricio el pelo de la pequeña Dasha, que duerme apaciblemente a mi lado. La vida me parece más digna, la muerte más asumible y la espera ya no es angustiosa, ahora ya sólo es un lento discurrir por un camino que no existe. Siento latir su corazón en el pecho, repleto de ilusión y de fuerza, colmando mi mente de tenues imágenes llenas de esperanza, de futuro. Veo pequeños huecos donde antes sólo veía un inmenso muro, y voy hacia ellos, busco mi hueco, el de mi pequeña, ese hueco que nos de la felicidad, ese hueco soñado, infinito.

Acaricio el pelo de la pequeña Dasha, que duerme apaciblemente a mi lado. Un rayo de Sol penetra entre los cascotes, siento un leve atisbo de calor en mi piel. Falso, desgarradoramente falso. Abro los ojos, deslumbrado, y a mi alrededor... Nada, una nada criminal, asesina, una nada fronteriza con el infierno, no acaricio el pelo de mi Dasha, sino una cabellera arrancada por un bombazo a algún soldado. Un vacío inconsolable aprieta mi corazón con fuerza...

Dasha, agárrame la mano... Sácame de aquí...

jueves, 27 de mayo de 2010

Agárrame

Agárrame,
agárrame.
Es un grito desesperado,
lo sé.

Agárrame.

Fuerte,
mírame,
dime esas pequeñas cosas
susurrando,
abrázame.

Vuelo,
sin soltarme
de tus ojos,
absorbido,
hechizado.
Grito por y de pasión,
pura y brillante.
Agárrame,
escucha como late mi pecho,
mírame.

¿Comprendes?
Nada más importa,
nada más,
agárrame,
siente,
nada más.

viernes, 21 de mayo de 2010

Susurros que abrazan

Desde el fondo del mar surge un suspiro, un susurro inaudible, imperceptible.

Exhala energía y pasión, una pasión desgarradora e ilimitada, como ella, con sus largos brazos que hacen temblar los cimientos de mi interior, que recorren un camino desproporcionado e infinito, que me agarran suavemente y de los que no quiero soltarme. El tibio aliento que desprende me ruboriza, siento su respiración en mis ojos y me altera su aroma, que me invoca mundos lejanos, donde aun existen princesas y duendes, hadas y elfos, príncipes a caballo luchando por causas justas y dragones que protegen castillos.

La rugosidad de las rocas en las plantas de mis pies, el ruido del mar a cientos de metros por debajo, las nubes expectantes por encima, las gaviotas con sus cantos a mi alrededor. Me arrojo al vacío.

Con los ojos cerrados noto el aire recorrer mi rostro con vigor, percibo el aroma a sal acercarse, casi siento las cosquillas que los delfines me provocan en la tripa. En mi caída algo me envuelve, algo tan suave como su piel, con un tacto delicioso que me recoge y me acaricia, me remueve el pelo y después me deposita en el agua.

Mi vértigo desaparece, el miedo se esfuma y mi corazón se derrite como el lacre, gota a gota va impregnando mi alrededor, siento el calor de la sangre embaucarme junto al frescor marítimo en un sueño del que no veo final, me rindo al poder de las olas, buceo, nado y me fundo con los susurros, con sus susurros...

jueves, 20 de mayo de 2010

Ecos

Una banda de 50.000 gargantas, a coro, exprimiendo las últimas gotas de energía, extenuados, derrotados tras 90 minutos apasionantes y con la sensación de haber merecido algo más, cantando sin cesar hasta apagar los gritos de los vencedores en un estadio mítico, coreando los nombres de los jugadores que lo dieron todo, llorando por la tensión y la emoción de estar viviendo un momento grande, agitando las bufandas rojiblancas sin pausa, gritando a los cuatro vientos una pasión, un sentimiento, una forma de vida...

Yo estuve allí, y siempre se dice que nadie se acuerda de quien pierde una final, pero esta vez será diferente, porque nunca se escuchó más a la grada derrotada, porque jamás se dio una situación tan espectacular, porque lo de menos fue el partido, sino la ilusión recuperada y la demostración de amor a unos colores que marcan la vida a quien los siente.

En Barcelona aun resuenen los ecos...

¡Yo me voy al Manzanares,
al estadio Vicente Calderón,
donde acuden a millares,
los que gustan de un fútbol de emoción,
porque luchan como hermanos,
defendiendo sus colores,
por un juego noble y sano,
derrochando coraje y corazón,
lalala lalala lalala
¡ATLETI! ¡ATLETI!
¡ATLÉTICO DE MADRID!
¡ATLETI! ¡ATLETI!
¡ATLÉTICO DE MADRID!
Jugando, ganando,
peleas como el mejor,
porque siempre tu afición
se estremece con pasión,
cuando quedas entre todos campeón,
y se ve frente al balón,
a un equipo de verdad,
que esta tarde también peleará.
¡ATLETI!

domingo, 16 de mayo de 2010

Doble o nada...

La miro a la cara, y lo veo claro. Empiezo a hablar, y ella escucha, atenta, no interrumpe. En algunos momentos pienso que ni siquiera oye, que sólo espera.

"Siento que te me escapas, te me vas de las manos, y una mezcla de dolor y nostalgia se apodera de mi cuerpo, se asienta en mi una impotencia inimaginable, sabía que sucedería, aunque hacía mucho que había dejado de pensar en ello, qué más da quien tenga la culpa. Tiraba para adelante, supongo que huyendo de lo irremediable, porque cada uno tiene su camino, y supongo también que hay que seguirlo, o eso nos han enseñado. Imagino ahora que yo era una mera parada del tuyo, quería ser un desvío y que pudieras seguir otra vereda diferente, pero llevas una caravana tan grande detrás que te obligan a mirar adelante y a no salirte del carril..."

Intuyo una lágrima derribando el muro de sus ojos, pero no termina de salir. Las que si percibo claramente son las mías, resbalando impetuosas pero en silencio por mis coloradas mejillas, que noto sofocadas y alteradas. Gesticulo mucho, presa de los nervios y la desazón.

"Las cosas son eternas mientras duran, pero a mi esta eternidad me ha sabido a poquísimo, y me deja con ganas de saborearlo más, de alcanzar el más brutal de los infinitos a tu lado, de seguir escalando peldaños de felicidad, de continuar agrandando mi sonrisa al despertar, de esos buenos días mágicos y esos desayunos junto a ventanas inolvidables. La vida hay que disfrutarla, y tú y yo lo hacemos por toneladas desde que nos conocemos, el tortazo contra el suelo ha sido tremendo, pero si tú me coges de la mano... Si me agarras fuerte... Vuelo. Soy capaz, me has enseñado. De veras, he aprendido a volar, y no quiero parar... No quiero, no puedo..."

Las palabras se ahogan en mi garganta antes de salir, un nudo las impide el paso.

"Pongámonos esa nariz roja de payaso, y juguémonosla. Ya dije una vez que a doble o nada, sabiendo que era nada, pero ¿tu no quieres que sea doble?"

La miro fijamente, sus ojos me asesinan por dentro, es preciosa.

martes, 11 de mayo de 2010

Gritos en silencio

Rompería todos los moldes,
porque no me vale ninguno.

Un grito ahogado,
estancado,
yace en mi garganta.
Seco,
mi grito es mudo,
y aterrorizado
y bloqueado está,
no sale,
me acuchilla
el interior.
Sangre en mi paladar,
regusto amargo,
mis ojos captan
décimas de segundo
que asimilo en horas
y el grito es mudo,
ahí está,
desintegrándose en un limbo
de cuerdas vocales
que susurraron una vez,
y ahora el grito es mudo,
y la sangre se mezcla con el terror
y aplastan mi corazón
contra las costillas,
hacia abajo,
lejos del cielo
que una vez surqué,
y ahora el grito es mudo,
y me ahogo en mi propia sangre,
y los segundos parecen días,
siento mi propio final,
el regusto amargo,
el grito ahogado,
ya no más,
ya no más,
y el grito es mudo,
creo que voy a empezar a romperme,
astillas en mi piel,
la sangre me recorre,
soy amargo,
y el grito es mudo,
ya no más,
voy a cerrar los ojos,
a intentar respirar,
mi sangre en mis pulmones,
ahogo,
grito mudo,
no más
...
...
...

martes, 4 de mayo de 2010

Cuentos (I) Cuento de hadas...

Campanilla vuela por encima de las cabezas de las ovejas, que caminan presurosas y con los ojos fijos en nada, siguiendo sus caminos marcados. El día es soleado, lo que ha empujado a la pequeña hadita a aletear, lo que, para no variar, ha esparcido sus polvos mágicos por la ciudad de Torun, porque para quien no lo sepa, Campanilla nació aquí, en la ciudad de Copérnico, no en el País de Nunca Jamás o en Disneyland. ¿Quién, sino ella, iba a ayudar al flamante astrólogo a desarrollar sus estudios?

Y así, Campanilla volaba y volaba, mientras el rebaño continuaba su marcha impasible a la magia de sus polvos, sin que la mirada de nadie se posara sobre ella, y no sucedía porque ya no se mira al cielo, nadie sueña despierto. Aun así, Campanilla aletea lo más fuerte que es capaz, lo más vigorosamente que sabe, intentando llamar la atención de cualquiera, pero es en balde.

Un día ocurrió, que un joven corderillo fue consciente de la presencia del hada y sin palabras, señaló al cielo azul de un día primaveral, pero, como es costumbre, cuando el sabio señala la Luna, el tonto mira el dedo...

Pues algo así fue el asunto. Nadie le hizo caso, incluso muchos le tomaron por loco, lo que inundó de pena a Campanilla, pero su alma mágica y alegre hicieron que su mirada traviesa se transformara en una expresión tan tierna que ablandaría la más dura roca. Así, fue a posarse en un cercano árbol a donde el corderillo deambulaba desde entonces, y le envió altas dosis de polvos mágicos, para que se mantuviera bien despierto, para que nunca dejara de soñar.

Ahora, Campanilla lava sus alas en las frescas aguas del imponente río Wisla, en un lugar secreto, en un rincón oculto e imposible de alcanzar para cualquier otro que no posea la vitalidad de su vuelo; y allí purifica su magia, allí piensa en aquel joven corderillo que un día quiso volver a soñar.

sábado, 1 de mayo de 2010

La montaña

Un infinito manto de nieve. Brutal, despiadado, dulce a la vez.

Solo, allí estás solo. Sin ayuda y sin posibilidad de sobrevivir. Recuerdas a tu familia, a tus amigos, lo que te ha llevado hasta allí, los momentos felices y los tristes también, ¿por qué no? Sientes tu vida apagarse de manera humilde, sin estridencias, se marcha sin gritar, poco a poco, saboreando el trágico momento y otorgándole un velo de ternura, algo mágico, cercano a la mística.

La montaña es cruel, celosa de si misma y de quienes la quieren ver por debajo de sus ojos, por eso posee esa atracción por la que tantos han perdido la vida. Otros muchos, simplemente, han entregado cada ápice de energía y de fuerza en conquistar una cumbre más alta, más complicada, que ese lazo que une al montañero y a la madre naturaleza en forma de cordillera se fuera fortaleciendo hasta límites imposibles de entender para quienes vemos esto desde fuera, desde una óptica tan alejada como se puede sentir cualquier persona que, a más de 8.000 metros de altura, mire el mundo a sus pies. Una sensación de armonía, de paz consigo mismo, de satisfacción por el objetivo logrado, una vivencia que pocos pueden contar y que les honra.

Esta vez fue Tolo Calafat quien se fue en el peligroso Annapurna, donde también quedó Iñaki Ochoa, hace 2 años. Pero la lista es larga, desde Félix Iñurrategi en el Gasherburn II, que descendía tras hacer cumbre junto a su hermano, hasta los 5 montañeros navarros y guipuzcoanos que perecieron en Nepal arrastrados por un alud en 2001, y llegando al famoso caso de Óscar Pérez, que falleció el pasado año en el Latok II pakistaní, tras una larga agonía física y mental esperando un rescate que fue dado por imposible, debido a la extrema dureza de las condiciones climatológicas, y que obligaron a dejar que su cuerpo, sin vida, pasara a ser propiedad de la montaña.

Y la lista seguirá creciendo al mismo ritmo que el sentimiento de atracción que produce la montaña.