lunes, 29 de diciembre de 2008

Sin nombre (IV)

En capítulos anteriores...
Sin nombre (I)
Sin nombre (II)
Sin nombre (III)

He bajado todas las persianas. No quiero que entre la maldita luz. Me taladra la retina y me desborda la impaciencia de verla siempre ahí, recordando que nos da la vida, y que no piensa marcharse. Se que está detrás de la persiana, que espera el momento en el que ceda mi voluntad y vuelva a permitir que penetre, que inunde mi existencia de esa vida, pero hoy, al menos hoy, no.

Hoy soy yo y nada más. Enciendo una vela, y las sombras temblorosas irrumpen con fuerza. Me dirijo al baño, donde bajo la tenue luz me miro en el espejo, o mejor dicho, en lo que queda de él. Asustado, salgo del baño y me voy a mi habitación, donde apago la vela antes de dejarme caer en la cama. Siento que las energías me han abandonado, que es en vano lo que pueda hacer hoy. Y todo es culpa de esa puta luz que lo impregna todo, y que noto se cuela por las rendijas de cada ventana y cada puerta. Me levanto de la cama otra vez.

Con la vela de nuevo en la mano, voy agarrando todo lo que encuentro por el medio: toallas, una camiseta, calzoncillos, jirones de antiguas ropas, y cuando creo que es suficiente, inició mi plan. Hueco por el que noto entrar a ese puto mal que es la luz, allí que deposito una prenda, tapando cualquier indicio luminoso. Me lleva un rato concluir con éxito mi propósito, siempre me dejaba algún pequeño agujero o movía sin querer un calcetín que me hacía revisar cada punto de la casa en busca de errores. Tras repasar concienzudamente toda la casa, siento que el esfuerzo ha merecido la pena. Ni un sólo atisbo de luz se deja ver, tan sólo el suave resplandor de mi vela. Sonrío.

Me siento en el sillón, estiro el brazo para coger la botella de coñac y un vaso, y lo lleno. Cuando me lo llevo a la boca, noto el abrasador gusto en mi paladar y termino de un trago el vaso. Sirvo otro, este lo saborearé mejor, pienso. Dejo la botella y me llevo la mano al bolsillo, saco un pitillo y me lo enciendo con la vela. Noto el picor del humo mezclado con el sabor del coñac, y me siento alegre. Con una mano sujeto el vaso y con la otra el pitillo y la vela. Algo sobra. Devuelvo el cigarrillo a la boca, dando una gran bocanada, y acerco la vela. Soplo fuertemente y con el humo apago la débil llama.

Bebo un trago. Fumo otra calada. Dejo pasar las horas.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Sed

Lamiendo tu lengua.
Besando tus labios.
Mordiendo tus dientes.

Luchando de igual a igual,
pasiones comunes,
destinos marcados
con señales idénticas.

Era inevitable el encuentro,
buscada la primera flecha,
impredecible el resultado.

Ninguna noche saciado,
siempre me queda sed,
la gula crece en los pechos,
sin control
tampoco queremos que pare,
el ansía nos ha traído aquí.

Un ansia voraz,
feliz,
cegadora,
despreocupada,
¿Qué más pedir?

Seguir teniendo sed,
seguir escuchando el rugir
de un hambre mortal
-de necesidad-,
seguir esquivando las piedras
que surgen
en el largo camino,
que hay que recorrer.

Un camino,
sin una meta,
sin un final,
sin un destino.

Camino,
donde fácil es,
sin pararse a pensar,
no darse cuenta,
que a donde caminas
es hacia atrás.

viernes, 26 de diciembre de 2008

La rebelión de Papino (I)

-¡Rudolph! Búscame en las Páginas Amarillas dónde viven los Magos de los cojones.
-¡Enseguida Papino!
-Te he dicho cienes y cienes de veces que no me hables así, ¡reno capullo!
-Disculpe Papino... digo, señor.
-Nosé que hago que no te he mandado a pastar a un desierto, inútil. Búscame eso, no tardes.

Mientras Rudolph hace pucheros, Papa Noel se termina de liar un porro de marihuana, que enciende mientras achina los ojos para enfocar el mechero y poder encenderlo. La primera calada contiene un chinote que hace que carraspeé violentamente y se golpeé el pecho.

-Que cojonudo se pilla en Alcorcón...

Se desabrocha los botones blancos de su chaqueta roja y se recuesta en su sillón de terciopelo rojo, que está desgastado por el uso, además de estar agujereado por la ceniza, y con manchas rojas por el vino, y blancas por el... En fin, que es un sillón bastante viejo y usado. Cuando el cansancio de su única noche de trabajo en todo el año empieza a hacer mella, Papa Noel va cerrando los ojos poco a poco, mientras da inmensas bocanadas a su porrito, que está prácticamente consumido en pocos minutos. Rudolph interrumpe la relajación de su jefe a golpe de taconear el suelo.

-¡Papino, Papino! Encontré la dirección, ¡la encontré!
-Me quieres dejar descansar ahora un rato, ¡malparido aborto!

Rudolph se queda quieto y tuerce el morro, mientras sus ojos vuelven a inundarse de lágrimas. Papa Noel de repente abre mucho los ojos, pensando unos instantes y mirando a Rudolph fijamente.

-Rudolph...
-¿Papino?
-Rudolph...
-¿Si, Papino?
-Mmmm...
-Papino, ¿qué ocurre?
-Encontraste la dirección...
-¿De quién Papino?
-¡Jóder! Pareces mi abuela, ¿tienes alzheimer o qué? ¿Qué te mandé buscar y dices que has encontrado?

Rudolph sonríe dejando ver su podrida boca, donde apenas quedan dientes, y sus encías están negras como una noche sin Luna. Se le ilumina la mirada.

-¡Siiiiii! Encontré eso, es verdad, Papino.
-Bien, bien.
-¿Qué quiere que haga con la dirección Papino?
-Quiero que la apuntes y que vayamos ahora mismo hacia allí.

Papa Noel camina al baño y cuando llega a la altura de Rudolph, le pega una fuerte colleja detrás de las orejas.

-Y como vuelvas a llamarme Papino te saco los ojos y te los meto en el culo, ¿entiendes?
-Perdón, señor. -Rudolph agacha la cabeza lloroso, de nuevo.
-Cuando salga del baño, más te vale estar preparado para salir.
-Si, Pap... Jefe.

Papa Noel se encierra en el baño, y mientras suena un sonoro pedo, se escucha una larga risotada. Siempre se ilusiona con viajar fuera de temporada.

Continuará...

martes, 23 de diciembre de 2008

Feliz Navidad

Puede que las fiestas eliminen la visión
de los sitios donde ya no sale el Sol.
Pero allí seguirán sumidos,
en intensas sombras,
en una oscuridad aterradora,
y pueril,
miserable existencia esta,
en la que todos viven,
para ver,
o para ocultar,
que algo pasa detrás
del artificio,
que hay verdades detrás
de la mentira,
que hay personas detrás,
de la basura.
Pensar en el festín,
cantar, beber, reír,
con toda la ilusión felicitar,
mientras algunos
no sabrán ni en que día están.
Maldita sea la vida,
y bendita también;
que nos da con una mano,
lo que quita con la otra,
que permite que haya risas,
que apaguen el llorar,
de las muchas gentes
que no tendrán
lo que felicitar.

Que tengáis todos Feliz Navidad.

lunes, 22 de diciembre de 2008

El Gordo

Le había costado reunir el dinero, pero lo había conseguido. 20 euros. Poco a poco durante las últimas semanas había ido rascando de aquí y de allá, céntimo a céntimo, quitándose de algún pequeño vicio como el cigarro suelto que compraba en el kiosco del barrio algún día, reduciendo levemente la ya de por si escasa ración de cena, no acudiendo a la peluquería y siendo autosuficiente en todo lo que encontró posibilidad de serlo. Pero en el día de ayer logró su objetivo, entregarle orgulloso los 20 euros (en decenas, quizá cientos de monedas) al dependiente de la administración de lotería.

-Deme el que acaba en 7.
-¿Supersticioso?
-Con lo que me ha costado, es lo menos.
-Tenga ahí, ¡suerte!

Ese décimo acabado en 7 tenía en sus manos cuando vio finalizar el sorteo por televisión. Con el billete fuertemente agarrado por sus gruesos dedos se levantó y se dirigió al baño, donde colocó el tapón de la bañera. Rellenó la bañera con unas garrafas que tenía arrinconadas y se secó las manos. Fue al salón de nuevo, de donde cogió el único cigarro que tenía, y lo encendió lentamente con un mechero desgastado. Al aspirar el humo sonrió levemente y volvió al baño, donde abrió el grifo del lavabo, del cual no salió ni una gota de agua, asíque no pudo apagar su cigarro. Dejó el mechero en la polvorienta repisa de cristal que había encima del lavabo y se quitó la ropa, con cuidado de no tirar su cigarro.

Consumió casi entero su pitillo antes de meterse en la bañera, donde volcó un grasiento bote de algo que en su día debió ser jabón. Agarró el billete de lotería y lo miró durante unos segundos, y entonces si, introdujo la pierna en la bañera, poniéndosele la piel de gallina por el frío. Vaciló un instante hasta que se metió por completo, y cuando se acostumbró a la temperatura, agarró la chusta que le quedaba de cigarrillo con la mano que le quedaba libre del décimo, y se tumbó delicadamente, notando como le subía un escalofrío por la columna. Apenas se había hecho espuma con el jabón que había echado, pero no le importaba, miraba el número de lotería con una concentración absoluta. Le dio una última calada al cigarro, y mientras expulsaba la densa bocanada grisácea, murmuró:

-Quizá otra vida me espere con más dicha.

Y arrojó el cigarro a la bañera, prendiendo vorazmente la gasolina.

Corazón helado

Mi corazón no tiene dueño,
me dije alguna vez.
Pero corre de mano en mano,
prestado por mi,
-idiota-
congelándose,
al frío viento
de fuera,
entre frías manos,
y más fríos corazones,
vomitando en cada esquina
borbotones de sangre,
desteñida.

Borracho de espanto,
acorralado
en un callejón oscuro,
rodeado
de heladas sombras,
inválido como está
de sentimientos,
de calor.

Lo último
que se le oyó decir...
"de mi se adueña el frío;
no lo puedo resistir
ni echar,
ni puedo luchar
ni huir.
Me dejaré llevar,
morir."

viernes, 19 de diciembre de 2008

Sin nombre (III)

Sin nombre (I)
Sin nombre (II)

Cada vez más cargado, el aire se va viciando con el humo y el alcohol presentes. Una tropa de perdedores y fracasados, solos todos, bebemos y fumamos sin parar, sin mirar el reloj. El antro, con un camarero que bebe y fuma también, es apestoso y oscuro, y las caras, tristes y apagadas, consumen los minutos al mismo ritmo que los cigarrillos. Nadie espera en casa a quienes estamos aquí y nadie se preocupará si no volvemos.

Los cristales estaban tintados, y no se veía la calle, pero tampoco importaba, ninguno miraríamos fuera. Quizá estén así para que nadie de fuera pueda ver los que estamos dentro, fumándonos la vida y bebiendonos lo que nos queda en el corazón. Pocas palabras son las que se pueden escuchar cada noche, quizá un "ponme otro", un "que te debo", y muchos "apuntalo en mi cuenta". A veces ni eso, simplemente se mueve el vaso en la barra haciendo un leve gesto, se deja el dinero, o te vas, sin más. Somos fieles y cada noche volvemos, con lo que las confianzas, a pesar de las pocas palabras, sirven de algo.

He terminado mi segundo whisky, y noto el calor en las sienes. Hoy ha sido un día como vienen siendo hace meses, sin nada que señalar. No estoy demasiado triste, y seguramente sea de los que mejor ánimo tengan en el local. Rompiendo el silencio, miro al camarero:

-Ponme otro. -el camarero me mira, y agarra la botella. -Doble, por favor.

Llena el vaso y cierra la botella, dejándola en su sitio.

-¿Cómo te va? -le pregunto. Me mira descolocado y guiñando un poco los ojos.
-¿Qué te pasa?
-Nada.
-¡Ah! Pues contando que aquí la mitad tiene notas desde hace meses, demasiado bien.
-Bueno, yo pago cada noche.
-No lo decía por ti.
-Entonces, ¿qué preguntas? -está irritado.
-Que, ¿cómo te va?
-¿Qué quieres saber? ¿Qué más te da?
-Te veo cada noche, era por preguntar.
-Pues ni mejor ni peor que a ti, o que a todos estos, porque seguimos aquí cada noche.
-Uno detrás de la barra y todos los demás delante.
-¿Te estás burlando?
-No.
-Más vale.
-No quiero molestar.
-Pues no lo hagas, tú has pedido un whisky y yo te lo he puesto, te lo has bebido y pediste otro, ahora uno doble y te lo pongo. ¿Qué cojones te importa cómo me va?
-Ya veo, ya.
-Eso espero.
-No pregunto más.
-Eso espero. Si necesitas hablar, al teléfono de la esperanza. Aquí no, no conmigo.

Asiento con la cabeza mirando mi whisky, mientras el camarero coge contrariado su cigarro del cenicero, que se ha consumido. Se enciende otro rápidamente, y noto que masculla algo.:

-Gilipollas de mierda.

Me levanto del taburete y me dirijo a la puerta mientras enciendo un pitillo con una cerilla que he encontrado en el bolsillo.

-¿Hoy no pagas? -me grita el camarero.
-Apúntalo en mi cuenta esta vez.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Arte callejero

Juzgad vosotros mismos.



Para mí, el mejor vídeo que he visto en Youtube.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Regresé del cuento

Lo primero que quiero decir es que con Gante y sobretodo con Brujas se cumple el tópico que todo el mundo repite, es como estar en un cuento. Te sientes como Hansel y Gretel paseando por sus calles, que parecen sacadas de una fábula maravillosa, con sus canales, su tranquilidad, sus puentes de piedra, sus casas puntiagudas... Quizá sea mejor decir que las fábulas se inspiran en ciudades como esta.

Además, envidio el gusto y el buen hacer de los encargados de engalanar la ciudad de cara a Navidad, ya que a diferencia de lo que se hace en Madrid, allí se respira un ambiente navideño muy clásico, donde verdaderamente sientes ese espíritu navideño típico de alegría y fantasía. Por la noche se disfruta casi tanto como por el día, con unas luces que embellecen la ciudad y aportan un punto casi irreal de perfección.

Vengo completamente alucinado y radiante, a pesar de que la noche de llegada fue un poco caótica, aterrizando en Charleroi a las 6 de la tarde, pero no llegando al hostal hasta las 9:45, empapados y fríos por el hielo (si, trozitos de hielo tenía en mi plano...) que nos cayó, tras 50 minutos de autocar hasta Bruselas y otros 55 de tren hasta Brujas, con sus respectivas esperas y demás... Pero nada pudo empañar lo que nos encontramos y lo que disfrutamos domingo, lunes y la mañana del martes. El Sol ni lo vimos, la niebla aparecía todas las noches, el ambiente gélido que dejaba las calles vacías a las 7 de la tarde, con tiendas y muchos bares cerrados también, no evitaban que pasearas anonadado con lo que veías a cada paso y con lo que te esperaba en cada esquina.

Y de Gante, decir que tremendo castillo, preciosa catedral, centro histórico brutal. No me quedan palabras para describir lo que se siente con tanto arte ante los propios ojos, y en tan pequeño espacio. Merece la pena el pequeño trayecto de una media hora en tren desde Brujas, pasar el día y volver, porque el catálogo de edificios a cada cual más impresionante es amplio y variado.

Habíamos pensado ver Bruselas ayer por la mañana, en unas horitas para luego ir a Charleroi para coger el avión, pero nada, toda la mañana en Brujas saboreando los últimos momentos. En fin, casi me dio pena que la muchísima niebla que había sobre el aeropuerto no fuera mayor para que hubieran suspendido el vuelo y habernos podido quedar un día más...

viernes, 12 de diciembre de 2008

American Psycho, de Mary Harron

Quizá el haber terminado de leer el libro ayer haya influido en que piense que esta es de las peores adaptaciones -quizá la peor- que he visto nunca.

Es cierto que el libro no sigue una trama definida, y que narra la extravagante vida de este psicópata depravado que es Bateman, sin seguir un hilo ni una continuidad demasiado clara, lo que dificulta una adaptación. Pero lo que hizo Mary Harron y el otro guionista fue directamente elegir 15 o 20 partes del libro que les molaban, arrancar las hojas, darles formato guión y a rodar.

Así pasa, que los diálogos literarios los pasas a palabras en una película y no quedan bien, ni reales, ni fluidos. Que las chicas con grandes tetas y buen culo que Bateman quería follarse pasan a ser actrices segundonas bastantes simples y absurdas. Que las escenas en las que Ellis detalla crudamente la habilidad de Bateman para mutilar, torturar y asesinar, se quedan en simples crímenes que si bien confirman que Bateman es un psicópata -cosa que no es poco, pero tras leer el libro SI parece bastante poco-, no afianzan la idea que flota en la totalidad del libro, sobre la personalidad de Bateman, completamente quebrada y enferma.

Tampoco profundiza la película en las relaciones de Bateman, ni con Jane, ni con Evelyn (¡aparece apenas en 3 escenas!), ni con Courtney, deja a medias su affaire con Carruthers, no permite que vislumbremos el ambiente que el libro describe alrededor de todos estos tipos, simplemente da pequeñas pinceladas insuficientes. Y un largo etcétera.

Probablemente una buena adaptación hubiese necesitado media horita más, pero jóder, sino quieres rodar una peli de 130 o 140 minutos... ¡para hacerla mal no la hagas!

jueves, 11 de diciembre de 2008

Sin nombre (II)

Sin nombre (I)

El frío me hiela las pestañas y el viento me corta las mejillas, pero camino despacio. Solo, claro. Las manos en los bolsillos, la mirada al frente, perdida, mis pasos, largos y firmes, mienten marcando un camino inexistente. He llamado a la oficina, he dicho que me sentía mal y que no iría, después he arrojado el móvil a una papelera. No me he duchado esta mañana y mientras respiro el aire contaminado, recuerdo que no he dejado abierta la ventana de casa. Otro día será.

Me cruzo con la gente, que no me ve, que corre de un sitio a otro, y yo si les veo. Hoy lo veo todo. Corren al trabajo, a la compra, al médico, a casa desde el trabajo, desde la compra, desde el médico. Algunos esperan el autobús, o bajan de uno. Me detengo delante de una tienda de animales, y en el escaparate veo varias jaulas de cristal transparentes, que contienen en su interior a varios cachorros cada una, gatos y perros, que juguetean ajenos al resto. Encerrados, condenados a llevar un chip en su cuello, pero felices de tener un plato de comida y uno de agua, y tiempo para jugar, sea en esa jaula o en su futuro hogar, donde les prohibirán cagar o mear, y donde un ladrido a deshoras provocará una paliza. En el fondo les envidio.

El cielo torna de gris a negro y empieza a llover. La gente corre más deprisa aun. Algunos me pegan con sus paraguas, y en la décima de segundo que me miran a los ojos dicen que lo sienten. Que humanidad. Pienso en que las noticias de la televisión hablarán de las inundaciones que ha provocado la tromba de agua, lo que me lleva a recordar que tenía que comprar pilas. Me meto en la primera tienda de chinos que veo y compro un paquete de cuatro. El chino me intenta colocar un paraguas, a lo que respondo con una mueca de aceptación, mientras miro a la calle. Pago y guardo las pilas en el bolsillo de mi gabardina, agarro el paraguas y salgo. Las calles están casi vacías por la gran lluvia que sigue cayendo, pero yo sigo caminando, mirada al frente, perdida,
mis pasos, largos y firmes, que mienten marcando un camino inexistente, y una mano en el bolsillo, la otra, sujeta a un paraguas cerrado. Me apetece un pitillo.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El plagio de Coldplay

¡Vaya tela! Coldplay, uno de los grupos británicos más conocidos, que más discos venden a lo largo y ancho de todo el mundo, que más premios acumulan en los últimos años, que más canciones han hecho llegar a los oídos de todos nosotros, que tienen a uno de los cantantes más carismáticos que se conocen, ha sido acusados de plagio.

El guitarrista Joe Satriani les ha demandado ante la Justicia de Los Ángeles por copiar "partes sustanciales" de su canción If I could fly, compuesta en 2004, y usarlas en el primer single de su último disco, Viva la vida. Satriani ahora reclama daños, perjuicios y una parte de las ganancias que ha obtenido Coldplay con las millonarias ventas de este disco, y Coldplay dice lamentar la coincidencia de las melodías de ambas canciones, achacando a la casualidad el hecho, y afirmando sentirse muy sorprendidos ante la noticia.

A mi, Coldplay me parece un grupazo. Sus tres primeros discos me gustan bastante y creo que son de los mejores grupos que ha parido Reino Unido últimamente, aunque a veces me gustaría verles algo más cañerillos, pero bueno, ese es otro tema. Eso si, reconozco que esta vez, creo que se han colado y que les va a tocar aflojar mucha pasta. Porque a ver que jurado dice que esto no es plagio. Recordar, la canción de Satriani es de 2004, la de Coldplay, de este mismo año.

Juzgad vosotros mismos.



Ya pueden ir sacando dinero del banco Chris Martin y los suyos para abogados...


martes, 9 de diciembre de 2008

La taberna

Contando este finde-puente, llevo tres trabajando en una taberna en el centro de Madrid. Un sitio agradable donde pasar un rato en compañía de amigos o algo más, tomando cañas o vinos, y comiendo ricas tostas. Me he acoplado bien al trabajo de camarero, que nunca había ejercido como tal, y los compañeros son divertidos y saben hacer de sus horas allí un espacio de tiempo más o menos ameno, a pesar de la cantidad de trabajo tan grande que hay.

Pero -siempre hay uno-, uno de estos días, me amenazaron con ponerme una hoja de reclamaciones, y yo me eché a temblar. Era un grupo de cinco personas y pidieron una tosta para cada uno y además una ración de embutidos. Bien, olvidé pedir una de las tostas y cuando me lo recordaron... El cierre lo habíamos bajado un poquito, estábamos limpiando y las cocineras habían cerrado cocina y estaban a punto de marcharse. Consciente de mi cagada, me acerqué a le mesa y les dije que esa tosta no iba a aparecer, que la cocina estaba out y que lo sentía.

- Entonces, ¿uno de nosotros se queda sin comer? ¿Eso me estás diciendo?
- Ejem... Si, bueno... Lo siento, ha sido culpa mía... Olvidé pasar una tosta a cocina y ya no me la hacen porque ha cerrado cocina, lo siento.
- Pero, es que hemos pedido hace media hora, y ¿me estás diciendo que ahora no vas a poner lo que falta?
- No puedo... esto... hacer más. Lo siento de verdad. Lo más que puedo hacer es que os invito a la bebida y decir que lo siento.
- Pues nos vamos a pensar si ponemos una hoja de reclamaciones. No puede ser esto hombre.
- Lo siento.

Y con una pequeña temblina de piernas me retiro y me acerco a comentarle a mis compañeros el percance. Me noto la cabeza caliente, signo de que me he puesto colorado como el puto culo de un babuino y me tiembla la voz. Mis compañeros se ríen y dicen que no me preocupe, que se habla con ellos y que no es para tanto, que no me preocupe. Realmente me la suda la tosta que falta, pero me pone nervioso el asunto. Voy al almacén a relajarme un segundo, pasando al lado de la mesa con la que tengo el problema, a la que ni se me ocurre ni mirar de reojo. No vaya a ser.

Me siento en un barril de cerveza y me limpio el sudor de la cara. Ya me siento mejor. Respiro hondo un par de veces y miro hacia arriba, viendo encima de las cajas del pan, varios cuchillos bastante grandes. Lo pienso medio segundo y me levanto de un brinco, agarrando el más grande de todos, de unos 25 centímetros de hoja, que es fina y brilla a pesar de la tenue bombilla que ilumina pobremente el cuartucho. Salgo con decisión del almacén y me dirijo a la mesa problemática, sin esconder demasiado el cuchillo. Ninguno se percata del pequeño regalo que les llevo.

- ¿Habéis pensado ya si vais a poner la hoja de reclamaciones?
- Pues...

Y sin esperar a ver que me decía la maldita gorda que no debería comer nunca tostas, al menos durante tres o cuatro meses, la clavo el cuchillo con precisión a través de un agujero de su nariz de cerda, y noto que cuando ha penetrado unos quince centímetros toco algo duro, que me impide terminar de atravesar su cabeza de puerca. Sus ojos se abren sorprendidos mirando fijamente a los míos, y se mantiene quieta durante dos o tres segundos, hasta que empieza a sufrir violentos espasmos que provocan que caiga al suelo -donde sigue bailando al ritmo de sus convulsiones- y me quite el largo cuchillo de la mano. Sus amigos quedan en estado de shock y no dicen nada. Mis compañeros me miran desde la barra, no sabían que había salido hace dos meses tras cumplir condena por la muerte de un compañero y por desfigurar a un profesor con una navaja que le clavé en la mejilla.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Sin nombre (I)

Meto la llave en la cerradura y la giro, sigue como la dejé, con dos vueltas. Se abre y me percato de que me olvidé apagar la lámpara, que emite una tenue luz que me llega a través de una neblina provocada por el humo del tabaco que me fumé antes, jodido olvido el mío de no abrir la ventana antes de salir.

Huele a cerrado, a cigarrillos consumidos hasta el filtro y a coñac, también dejé la botella abierta y un vaso a medio terminar en la mesa. Bueno, tampoco importa, convivo con ello cada día y me hace compañía como para que aun no me haya tirado por la ventana, así que es un mal menor que puedo soportar. Intento dejar la gabardina en una silla estirando el brazo y sin preocuparme demasiado, con lo que cae al suelo, pero no me agacho a recogerla. Mañana.

Caigo desplomado en el sofá, miro a través de la ventana y percibo la oscuridad de la madrugada con toda su crudeza y su significado. Al menos tengo un techo, pienso, y no como esos sucios vagabundos y mendigos que deambulan de una día para otro con su cartón de vino malo y sus pertenencias a cuestas, oliendo a mierda y dando pena para ganarse unas monedas. Me consuela y dejo de mirar por la ventana, suspiro bajo ese pequeño momento feliz y paseo la mirada en busca del mando de la televisión. Acierto a verlo medio asomado debajo de un cojín y lo agarro. Apuntó al aparato y pulso algún botón. Nada, olvidé cambiar las pilas, anoche no funcionaba ya. Anteanoche tampoco.

Saco el paquete de tabaco de mi bolsillo del pantalón y me enciendo un pitillo, haciendo que el humo recién creado se funda con el que flota desde hace horas. Bostezo y me estiro, mientras aguanto el cigarrillo entre mis labios, aspirando su aroma, saboreando cada partícula que pasa a través de mi garganta. Me pesan los párpados, creo que me voy a dormir, mañana compraré pilas.

(continuará...)

viernes, 5 de diciembre de 2008

Polémicas blogueriles

DING DONG DING, AVISO:

Visto lo visto con esta pequeña polémica que se ha liado entorno al estilo de cada uno en su blog, y como yo también quiero opinar y hoy no tengo nada más original que postear, pues hablaré de esto. La mayoría supongo que diréis, y este qué dice, pues la cosa es que ocurrió esto. Luego salió esto y más tarde esto. Puede que haya alguna respuesta más a este encendido debate, pero no la he visto, si hay algo, dejarlo en comentarios y actualizo.

Realmente coincido un poco con dada uno. Eso si, me parece una absurdez crear de aquí un debate sobre si realmente existen esas normas no escritas (no lo creo), me parece levantar una polvareda que no viene al caso el criticar si uno pone poesías, si se utiliza un lenguaje más duro en algunos relatos, si se escribe sobre un libro que te ha gustado (o no) y quieres hablar de él y recomendarlo o denostarlo, etcétera. Cada uno es libre de actualizar su blog personal con lo que le plazca, sean poesías crípticas (me gustó esa manera de llamarlo belalugosi) o sean textos más soeces. Si estoy de acuerdo en el asunto de los memes, o de los comentarios inútiles que se realizan para ganar visitas, pero allá cada uno.

En este sentido creo que cada uno es cada uno, y no creo que existan realmente esas normas, al menos yo no las había percibido y no creo tener un blog mejor ni peor que cualquier otro. Lógico es que unos me gusten más, otros menos, pero sin más. Tampoco creo que nadie deje de ser si mismo si parte de sus actualizaciones coinciden con la crítica del primer enlace que he puesto, yo me veo reflejado en algunas de esas supuestas normas, me siento parte de esos bloggers que son criticados y aseguro que no dejo de ser yo mismo, otros no lo sé.


En fin, realmente mi opinión sobre este tema la he centrado en el post de La Menda, a la que tengo en mi lista de blogs actualizados porque me gusta bastante lo que he venido viendo desde que conozco su Calle del Olvido, no por ganarme una visita ni nada por el estilo. También tengo a Vanity porque me parece que escribe de una manera muy inteligente, con una brutalidad a veces exagerada pero con una ironía y una cantidad de cosas entre líneas que hay que ver también. Y del Western Eyes de Belalugosisdead pues qué voy a decir, a parte que es un buen amigo mío que conozco y del que admiro su capacidad para escribir, dibujar, fotografiar, y un largo etcétera, pues que leyendo su blog es como me infectó de nuevo el virus blogosférico, el que me dio ganas de regresar a escribir un blog como este.


miércoles, 3 de diciembre de 2008

Dos

Se cruzan,
se miran.

Sonríen,
se gustan.

De reojo,
observan,
al otro,
mirar,
de reojo.

Piensan,
se cortan.

Se alejan,
se olvidan.

martes, 2 de diciembre de 2008

La clase

El profesor está dando la clase rodeado del barullo habitual. Resignado y deprimido, ya no tiene fuerzas ni ganas de mandarnos callar, y se limita a soltar su temario como un loro. Llega, nos cuenta y se marcha. Así es día tras día. La verdad que debe ser desagradable estar en su pellejo pero bueno, tampoco puedo hacer nada, no me voy a enfrentar a toda la clase para escucharle, me lo paso bien viendo como los gamberros de mis compañeros boicotean cada clase.

Hoy habla de las conexiones de los equipos de sonido, y los respectivos cables, conectores y clavijas que se deben usar para que todo funcione correctamente. La verdad que hoy estoy intentando tomar algunos apuntes, se acerca la fecha del examen y tampoco quiero sacar un rosco, y quizá levante la mano si suspende mucha gente, como seguro será. La verdad que tengo un poco de hambre, huelo el bocata que tengo en la mochila y poco a poco voy perdiendo el hilo de la explicación, que ya de por sí es difícil de seguir por desganada y a veces estúpida.

Acabo dejando el boli encima del cuaderno, y pasando por completo del idiota del profesor. Fede se levanta a tirar algo a la papelera y amaga con subir el tono del boicoteo ante la mirada de odio del profesor. Me recuesto en la silla y me alejo de allí. Me siento volar entre los cables y los bafles, que flotan a decenas a mi alrededor, mientras suena una música de fondo que me relaja y me acaricia con dulzura.

Repentinamente, noto un golpe en mis piernas y se emborrona mi ensoñación. Fede ha tropezado con mis piernas estiradas y cae. Le veo en la última parte de su vuelo, mientras intenta agarrarse a algo que impida que se clave el pico de la mesa en la frente. No lo consigue. Queda boca abajo en el suelo ante el brutal silencio que cae sobre al aula. El profesor reacciona por fin y corre hacia él, mientras me mira furioso.

-Sois unos gamberros, sinverguenzas. Siempre haciendo el animal -me espeta, fuera de sí. -¡Estúpidos! Os creéis que podéis hacer todo lo que os plazca sin castigo...

Da la vuelta al cuerpo inerte de Fede y deja al descubierto una horrible herida en la frente, que sangra abundantemente y tiene desfigurada media cara de nuestro compañero. La clase al unísono ahoga un grito de terror, y alguna compañera hasta se desmaya debido a la impresión. Yo me quedo petrificado en mi sitio, mirando la asquerosa herida, de la que brota sangre a borbotones sin que nadie sepa qué hacer.

-Llamar al director, ¡a una ambulancia! -grita el profesor- y a la policía -mirándome a mi.

Chema atiende la petición y corre hacia la puerta de la clase. Yo salgo escopetado hacia él y le detengo agarrándole del brazo.

-Aquí no va nadie a ninguna parte, Chema.
-¿Qué dices tío? Venga coño, déjame joder no estamos para juegos.

Le agarro el mentón y le miro fijamente a los ojos.

-Como des un paso más te saco los ojos con un sacacorchos y te rajo la tripa de arriba a abajo, maricón. -digo con total seguridad, sacando del bolsillo de mi chaqueta una navaja de 7 centímetros de hoja que siempre llevo conmigo. Chema abre la boca pero no emite sonido alguno, se aparta de mi y de la puerta.
-¡Qué haces Israel! ¿Eres gilipollas? -grita mi profesor, desbordado.
-No soy gilipollas -respondo, mostrándole la navaja- y tú ven aquí.


El silencio embarga el aula y mis compañeros me miran atónitos y el profesor aterrado.

-¡Qué vengas he dicho!

El miserable profesor de dos pasos hacia mí titubeantes y se detiene, con una expresión de pánico en su rostro que sólo me produce ganas de vomitar. Le miro fijamente a los ojos y él esquiva mi mirada, agachando la cabeza como un cobarde.

-Eres una persona vergonzosa para la humanidad, y para toda la naturaleza. Tu miedo me asquea y ver esa cara que tienes de mono subnormal me da náuseas.
-Has... Has perdido... La cabeza...

Entonces lanzó rápidamente mi brazo armado contra su cara y clavo mi cuchillo en su mejilla izquierda, dejándole confuso y con los ojos como platos. Giro la navaja dentro de su rostro, y el cuerpo del profesor se contrae y cae al suelo. Grita. Mi adorable arma blanca chorrea sangre y la limpio con mi camiseta, dejando un bonito dibujo que espero sea motivo de otras camisetas que se vendan cuando se conozca esta historia. Ídolo.

Miro a mis compañeros con serenidad, seguro de mí mismo y con una media sonrisa de satisfacción. Fede sigue en el suelo boca arriba, la herida parece que no sangra mucho más, bastante grande es el charco que ha dejado ya, y yace muerto sin que nadie le presete ya ninguna atención. El profesor se retuerce en el suelo entre sollozos agarrándose la cara que le cuelga también teñida de rojo. Y mis compañeros me miran acongojados. Doy dos pasos hacia ellos, que se echan hacia atrás temblorosos, llorosos y algunos hasta cagados y meados en los pantalones. Coloco mi cuerpo en posición de lucha, dispuesto a lanzarme a ellos.

Algunos gritan, otros quedan bloqueados, alguno intenta escapar por las ventanas. Nadie planta cara, cobardes cabrones.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Una historia verdadera, de David Lynch

Vaya por delante, que David Lynch es un director que me parece de lo más irregular y que a mi, me tiene absolutamente confuso, ya que si le conocí viendo El Hombre Elefante y me pareció genial, y portador de un algo diferente que le hacía dar un toque muy especial a sus películas, me marea también bastante, con por ejemplo Terciopelo Azul, que me gusta, que tiene un argumento potente y lo trata de una manera muy personal y creo que acertada, pero marea de cojones. Con Twin Peaks (lo siento Luis) me aturdió un poco más, y con Mulholland Drive me hundió más aun en la miseria y en ese pozo en el que te crees metido cuando ves tal jaleo.

Y un día le dio por hacer una película clásica. Y le salió una de las mejores películas que he visto, Una historia verdadera, en la que narra la historia de Alvin Straight, un anciano con numerosos problemas de salud que debe moverse con dos muletas y que recibe una llamada que le alerta del mal estado de salud que también sufre su hermano, con el que no habla hace 10 años. Su único medio para superar los 400 kilómetros que les separan es su segadora, asíque sin dudarlo comienza su viaje, dejando en casa a su hija discapacitada (una Sissy Spacek que me sigue turbando cada vez que la veo, aun recuerdo su diabólica apariencia en Carrie).

La historia es de una sencillez apabullante, y aun así, rezuma vida y amor. Cada imagen es un regalo que se nos ofrece, el guión es inteligente y bien construido, los pocos diálogos son determinantes y dan el punto necesario para conocer a Alvin y su historia, y la música de Angelo Badalamenti es -nuevamente- el perfecto aliado de la gran historia y de las imágenes. El poder del amor (fraternal en este caso) contra el rencor y el orgullo, que tantas veces se imponen a los verdaderos sentimientos, es lo que se nos muestra en la pantalla. Con un ritmo pausado -que no lento- y un tono vital a pesar de la vejez, el camino de Alvin parece una quimera que poco a poco va superando, con problemas, pero con tesón.

Es verdaderamente una delicia de película, con frases inolvidables y escenas verdaderamente entrañables y que dan ganas de volver a ver la película de nuevo. Recuerdo que serenidad me embargó al finalizar la película, lo unido que me vi al viejo Alvin, como los motivos del largo enfado con su hermano se nos omiten -con una voluntariedad inteligentísima- para mostrarnos la cara más amable y emotiva de una relación que se afianzó mirando a las estrellas en las noches de verano.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Hablaré

No me pidas que no te hable más del amor,
porque cada vez que pienso en ti,
se ilumina en mi
un enorme neón
que en púrpura y carmesí,
-como te gusta a ti-
reza así:

"AMOR"

Si, lo siento pero hablaré.
Y en lo que exprese podrás ver
que no alardeo,
sólo confieso
que en esta vida
deshumanizada y espesa,
aun quedan resquicios para la luz,
para una esperanzadora luz,
que a través de la niebla
se abre paso cegadora
desesperada,
con un fulgor intenso,
brillante,
como tú.

Si, lo siento pero hablaré,
a cada esquina,
a cada vaso
-vacío-,
a cada vagabundo solitario,
a cada paso que avance,
hablaré de esa luz
y de ese amor,
y de esas cosas inexplicables
que permiten
-gracias-
que la vida,
-errante-
prosiga su curso.

viernes, 28 de noviembre de 2008

De estreno

Hoy estrenan películas en las carteleras de los cines, pues yo también estreno.

Estreno cámara fotográfica, y yo considero que para mí, de las buenas. Nikon D40 es el artilugio, y viene con un kit de dos objetivos AF-S, uno DX 18-55 y el otro DX 55-200, además me he comprado una fundita (que me he dado cuenta al probarla que es un poco pequeña...) para proteger los 370€ de inversión, una tarjeta de memoria SDHC con 4GB de memoria, para echar muuuuchas fotos y no pasarlas luego al ordenador, y me han encasquetado un seguro multiriesgo o algo así, para que si se me avería o se me cae o se me rompe o se suicida o no quiere funcionar más, durante 3 años (supuestamente) me garantizan la reparación o la sustitución, además de asegurar la cámara durante 1 año si me la roban (crucemos los dedos).

Total, 464 con algo euros. Y la máquina es esta:



Este es mi autoregalo de Navidad, que la verdad, después de un año bastante movido, currando, estudiando, sin tiempo para mucho más, ya tenía ganas de darme un capricho... digamos que... material. Si, material. Todo en lo que había gastado el dinero hasta hoy han sido gastos más o menos volátiles, o que no se ven de cuerpo presente. Tampoco me puedo quejar, ya que la mayoría del dinero se ha escapado a muchos kilómetros, en Granada un par de veces, en Londres, en Lanzarote, en Sevilla... La verdad que ser teleoperador me ha dado de si bastante, he estirado el sueldo para poder salir, beber, el rollo de siempre... He viajado, he disfrutado de una libertad inédita hasta entonces para mi.

En fin, ya os iré contando como me va con la cámara. Espero empezar a colgar fotos muy pronto, pero primero me voy a empapar bien del manual para aprenderme toooodas sus funciones, para poder exprimirla al máximo de sus posibilidades.

¡Estoy emocionado, coño! ¡Buen finde a todos!

jueves, 27 de noviembre de 2008

De momento

Ya no tengo trabajo, es decir, ya no soy teleoperador, es decir, soy feliz.

Ya no brego con clientes cabreados.
Ya no peleo contra la crisis.
Ya no tengo que colaborar al endeudamiento de las familias.
Ya no anhelo tener tiempo libre.
Ya no me lamento por no poder ver cine.
Ya no saco tiempo de debajo de las piedras para ver a la gente.
Ya no me pongo nervioso si las clases se alargan un poco y llego tarde a casa.

(de momento)

Desde que soy libre, he aprovechado mucho además:

Me he hecho socio de la biblioteca municipal y he sacado libros y pelis.
He visto en 1 semana más capítulos de Los Soprano que en 1 mes.
Leo más libros y blogs.
Quedo o intento quedar más con gente.
Me tumbo en el sofá.
Pierdo el tiempo.
Escucho más música.

Las cosas van bien, si.

(de momento)

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Decía que no quería

Me decía que no aguantaría más tiempo ella sola,
que el rugido del viento que entraba por su ventana
-abierta de par en par-
le olía demasiado a invierno,
le rompía en pedazos por dentro,
y pisoteaba su corazón.

No quería acabar mal,
en el fondo de un río,

o en medio de una vía.
Pero que no podría evitar,
que encontraran un día su cuerpo
muerto a fuego lento,

¡malditas pastillas!

O que se le fuera la mano

con la cuchilla en la ducha,

y se fuera a dormir.

Se quejaba que la nieve del tiempo

borraba las huellas de la ilusión.

que ya no veía ni en blanco ni en negro

las lágrimas tapaban el exterior.

que su pecho estaba rajado

y que había vomitado toda razón,

por seguir esta lucha que en vano

estaba pudriendo su corazón.


Se calló.

martes, 25 de noviembre de 2008

Sufrimiento

Hugo se percató del cruce de miradas, y le tembló el pulso. Se fue a la cama cabizbajo, a sabiendas de que esa noche no podría dormir, como otras tantas noches que se repiten con cada vez más frecuencia. Se arropo hasta los ojos y esperó.

Esperó hasta que oyó caer un cubierto al suelo y entonces se asustó.

Se acurrucó lo más que pudo y apretó fuertemente la manta contra su rostro. Miraba fijamente la puerta de su habitación, que no veía en la oscuridad, y le invadió el frío. No se acostumbraba.

Oyó romperse un vaso, y empezó a sentir como le temblaban las manos.

Una lágrima recorrió su mejilla, pero Hugo no se movío. El temblor tomó posesión de su cuerpo. La tensión le atenazaba por completo y el miedo le tenía paralizado. Nunca se acostumbraría.

Oyó varios gritos y golpes, y las lágrimas afloraron en tromba, silenciosas.

El pánico que sentía creció, y no aguantó más en la cama y saltó hacia la puerta. Quedó pegado a ella, escuchando aterrado y echó un manojo de nervios lloroso, hasta que pararon gritos y golpes.

Oyo el silencio, y se sorprendió.

Quedó inmóvil de nuevo, petrificado junto a la puerta de su cuarto. Se acercaban unos pasos y corrió de nuevo a la cama. Se abrió la puerta y entró una sombra a trompicones. Llorando, se acercó a Hugo y le abrazó. Tenía las manos llenas de sangre.

-Hijo, no podía más- afirmó entre lloros la sombra.
-Te quiero, mamá.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Desierto

Vosotros que,
desértica dejáis la tierra a vuestro paso,
asoláis con crudeza a los cercanos,
matáis el rumor de la alegría,
devastáis sin rubor la compañía.

Sin verguenza,
os dáis el lujo de faltar a la verdad,
estáis solos porque no sabéis estar,
la envidia os lleva a este estado,
en el que en criticar no veis pecado.

Ahora pasa,
que nadie volverá,
quien antes se preocupaba,
ahora vuela en otros campos,
donde hay naturalidad.

Esos errores,
os han echo quedar solos,
ahora camináis buscando algo,
en las dunas de esa nada,
que tan bien habéis cultivado.

sábado, 22 de noviembre de 2008

El Lobo Estepario

(...) lo mismo que yo ahora me visto y salgo a la calle, voy a visitar al profesor y cambio con él galanterías, todo ello realmente sin querer, así hacen, viven y actúan un día y otro, a todas horas, la mayor parte de los hombres; a la fuerza y, en realidad, sin quererlo, hacen visitas, sostienen una conversación, están horas enteras sentados en sus negociados y oficinas, todo a la fuerza, mecánicamente, sin apetecerlo: todo podría ser realizado lo mismo por maquinas o dejar de realizarse. Y esta mecánica eternamente ininterrumpida es lo que les impide, igual que a mí, ejercer la crítica sobre la propia vida, reconocer y sentir su estupidez y ligereza, su insignificancia horrorosamente ridícula, su tristeza y su irremediable vanidad. ¡Oh, y tienen razón, infinita razón, los hombres en vivir así, en jugar sus jueguecitos, en afanarse por esas sus cosas importantes, en lugar de defenderse contra la entristecedora mecánica y mirar desesperados en el vacío como hago yo, hombre descarriado! (...)

Este es un pequeño fragmento de una obra demoledora con la deshumanizada sociedad en la que vivimos desde hace mucho tiempo, El Lobo Estepario, de Hermann Hesse. Nos cuenta la historia de un antihéroe que infeliz y solitario, nos muestra una visión de la vida, la muerte, el suicidio, determinadas conductas sociales... Es un libro que aunque corto, es denso como pocos; a mí me da la sensación que enseña y tiene una complejidad brutal, mucho más que la mayoría de libros de 600 o 700 páginas que pueda haber por ahí. En apenas 230 páginas desgrana con una precisión de cirujano multitud de reflexiones y pensamientos, que a pesar de ser escrito en la década de los 20, da la sensación de haber podido ser escrita en esta nuestra época, ya que los temas de los que habla siguen muy frescos.

Muy recomendable, salvo que tengáis pensamientos suicidas en estos días...

jueves, 20 de noviembre de 2008

La tapa de la caja

Al levantar la tapa de la caja que me habían traído aquella mañana, recordé tras muchos años los días en los que mi única preocupación era si jugaría a la comba o a las muñecas, si el maestro había mandado deberes para el día siguiente, o si el chico guapo del grupo de los mayores se fijaría en mi alguna vez.

Lloré. Lloré como si jamás hubiera llorado antes. Desbordé todo lo que había arrinconado durante años, lo que había tragado sin queja alguna y que había amontonado en mi interior y que había ido haciendo mella en mi corazón. Me embargó un desconsuelo brutal, mientras sostenía la tapa de la caja abierta, escuchando esa dulce melodía que, aunque ajada por los años, se había mantenido casi intacta al pesado paso del tiempo. Ese mismo tiempo en el que yo había dejado de ser una niña ingenua, es el que la música que estaba escuchando había esperado para volver a mostrarse, inundando el silencio que sólo roto por mi llanto, desgarrador y punzante, envolvía todo en un tinte lastimoso.

Me enjuagué las lágrimas con la manga e intenté serenar el gesto, torcido como un hierro oxidado y dolorido como un enfermo terminal. Respiré profundamente varias veces, y cerré la tapa de la caja, y guardé ésta bajo la cama. Me puse en pie lentamente y caminé pesada hacia la ventana, donde me asomé a la escasa luz que entraba. Veo poco más que gentes lejanas y calles infranqueables, veo formas y una normalidad en los gestos que desconozco, que me aterran.

Entonces, cierro los ojos y me aferro fuertemente a los barrotes.

Me alejo.

martes, 18 de noviembre de 2008

Niños

¡Jóder! Estaba viendo tranquilamente recostado en mi silla el octavo capítulo de la primera temporada de la serie Los Soprano, y a los 20 minutos se ha cortado y al actualizar la página me dice que el vídeo está temporalmente unavailable... Me cago en tu puta madre servidor. Me tiene un poco enganchado la serie, la empecé a ver un poco en horas libres que tenía y como los capítulos duran 45 o 50 minutos pues me venían bien para ocupar ratos libres en casa, y la verdad, cojonuda serie. Ya le dedicaré un día un comentario más extenso, dejarme que disfrute de la temporada entera al menos y ya me explayaré a gusto...

Y a lo que iba, venía yo este mediodía hacia casa contento, había salido de clase tras grabar un programa que teníamos que realizar como trabajo práctico y que ha salido medianamente bien. Me adelanta una madre a grandes zancadas con un niño corriendo detrás con un amigo suyo. El diálogo que han tenido ha sido más o menos así:

Niño- No corras mamá.
Madre- Si hijo, que el perro se ha cagado.
Niño- jajaja ¿y papá?
Madre- Tu padre me ha llamado corriendo para que fuera rápido a casa, que está todo lleno de cacas.
Niño- jajaja te toca limpiarlo a ti.
Madre- Si, tu padre me ha dicho que se bajaba que no aguantaba el olor.
Niño- jajaja (a su amigo) es que mi perro es como una pizza de casa tarradellas (¡!) de grande, y cuando se pone malo, ufff.
Madre- Y siempre me toca limpiarlo a mi.
Niño- Bueno... ¿Qué hay hoy de comer mami?

He flipado. Ese niño se merece un collejón, pero ese padre... ¡Zas! En toda la boca...

lunes, 17 de noviembre de 2008

Fundieron

Este finde ha sido el fin de la gira de Extremoduro, que se ha tirado muchos meses recorriendo el país de punta a punta en la que -como siempre- puede ser su última gira. El concierto en el Palacio de los Deportes de Madrid era para el sábado, pero se vendió todo el papel tan rápido que tuvieron que habilitar una nueva fecha para los que nos habíamos quedado sin entradas, así que el viernes fue el nuevo día de concierto.

Y la primera en la frente fue que voy a comprar mi entrada y ¡oh, sorpresa! ya no hay para pista. mecagoentoloqsemeneacienveces y me tengo que conformar con entradas en grada, sin pogos, sin bailar descontrolado, sin saltar entre cientos de personas que también saltan descontrolados cantando al unísono las canciones. Me tengo que conformar con una jodida butaca y medio metro de espacio que como me descuide me caigo rodando de fila en fila por toda la grada.

Y la segunda en la frente, estamos apaciblemente bebiendo un poquito de calimocho pegaditos al Palacio de los Deportes, concentrados a las puertas, resguardándonos del frío que caía sobre madrid, y llega la amable Policía Municipal y nos invita a marcharnos con nuestra bebida a otra parte. La solución creo que fue peor, ya que de tener a 300 o 400 personas juntas y controladas a las puertas del Palacio, a tener a todos desperdigados por el Barrio de Salamanca, barrio adinerado donde los haya y supongo que poco acostumbrados a tener en sus calles a gente bebiendo calimotxo y con pinta de guarros. En fin, peor para ellos, yo me terminé mis cartones...

Y la tercera en la frente, en pleno concierto, tras iniciar con Deltoya y ser un auténtico orgasmo colectivo, Extremoduro fundió los plomos del Palacio de los Deportes y el sonido se cayó por dos veces en pleno apogeo general. En fin, el habitual descanso que se toma la banda de 15 minutos -vete tú a saber lo que deben inhalar en esos 15 minutos- se convirtió casi en media hora desesperante.

Eso si, desde el regreso con Papel Secante, hasta el final con Autorretrato, fue un éxtasis continuado que incluyó temas míticos como So Payaso, Jesucristo García, Ama ama y ensancha el alma... Vamos, buen sabor de boca general, una afonía completa que aun perdura un poco, y un sentimiento agridulce de haber presenciado dos conciertos de Extremoduro tan buenos este año, pero pensando que quizá no los vea más.

Si me encierro, ven a verme; un vis a vis...
Caí preso dentro de mí, dentro, muy dentro de mí.
Si me escapo, ve a buscarme cualquier día,
donde quede alguna flor..., donde no haya policía.

¡Grandes!

viernes, 14 de noviembre de 2008

Odio (III)

No lo aguanto más, todo me martillea, me siento asfixiado. El agobio se apodera de mí a cada paso, no me puedo controlar, mi cerebro rebota contra las paredes del cráneo, el dolor en mi interior es insufrible. ¿Por qué dejarle vivir? Es repugnante, no vale nada y no lo soporto. Tantos años viviendo con él, tirando mi existencia por la borda.

(20 minutos después, sentado en el sofá, recapitulando)

Lo he pateado, escupido y aporreado. No podía parar, la sangre brotaba y salpicaba los tabiques. El charco rojo se hacía cada vez más grande; realmente, la visión era absolutamente repulsiva, pero jóder, era incapaz de detenerme. Proseguí indefinidamente con la paliza, me sentía liberado, la tensión comenzaba a abandonarme, el agobio empezaba a desaparecer; pero allí seguía, despedazando a golpes el vil cuerpo del inmundo ser con el que había compartido los peores años de mi vida.

Ahora, sentado en el sofá, siento que soy otra persona, me he desahogado, por fin me he librado de la maldita carga que significaba para mi. Las pesadillas ya no me atormentarán, descansaré. La verdad que me asombra lo mugriento que se encuentra ahora mi salón. La sangre decora las paredes, los muebles, el suelo… Algunos pedazos de carne se disponen sin orden alguno por la estancia, es un poco dantesco.

¡Puto perro!

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Odio (II)

Con los ojos absortos en la pantalla del ordenador -tenía que entregar el informe a primera hora de la mañana- no me percaté que García había sido llamado al despacho del jefe. No tendría porqué tener mayor importancia, sino fuera porque cuando esto sucede algo grave ha ocurrido. Además, las cortinas del despacho del jefe estaban corridas, lo cual daba un aviso de que lo que se cocía era peor de lo que pudiéramos imaginar. Algunos compañeros miraban la puerta del despacho, queriendo ver a través de ella y poder enterarse de qué estaba pasando. La espera fue larga y tensa.

García salió al rato impasible, ni con buena ni con mala cara. Nos devolvió la mirada y sin hacer ni un gesto se encerró en su despacho. Cerró la puerta y corrió las cortinas, lo que desató los murmullos en la oficina. Nadie sabia nada, pero todos hablaban. Yo seguí con mi informe, sin preocuparme demasiado de nada más, por muy grave que fuera el asunto, la alta jerarquía de la empresa me daba exactamente igual.

Al poco, García abrió la puerta de su despacho. Todo el mundo calló y le miró.

-Hernández, pase a mi despacho, por favor. - dijo con una seriedad abrumadora.

Pasaron unos pocos minutos y García, de nuevo, salió.

-Fernández, adelante, por favor.

Al cabo de unos instantes, se repitió la escena.

-Ramírez, si es tan amable de pasar.

Pérez y González fueron los siguientes, y el último al que mandó pasar, fui yo: Rodríguez.

Entré titubeante en el despacho de García, y no vi a mis compañeros. Mi cara era un poema y los nervios me comían por momentos. No entendía nada. García rompió el hielo.

-Bien Rodríguez, tengo lo que sé, será una muy buena noticia para usted. -me miró con una sonrisa que me aterró- Me han despedido. No me mire así, Rodríguez. Se que usted lo deseaba desde hacía mucho tiempo, al igual que sus compañeros. Siempre han boicoteado mi trabajo, siempre se han aprovechado de cualquier error mío para minar la confianza del jefe en mi, no han perdido la oportunidad de levantar falsos rumores sobre mi persona y mis hábitos fuera de la empresa. No soy gilipollas, Rodríguez.

-Yo... no... no he hecho nada.

Cállese! No soy policía, no pretendo hacerle confesar, ni pretendo declararle culpable en un tribunal. Sólo pretendo que conozcan quien soy yo.

-Pero...

-Abra ese armario, Rodríguez.

La seguridad con la que hablaba era aplastante, y ni pensé. Me dirigí al armario y coloqué mi mano en el tirador. Dudé.

-Ábralo, Rodríguez.

Ahogué un grito poco antes de que García me agarrara del cuello y tirara de mi hacia atrás. Me amordazó entero al igual que a Hernández, Fernández, Ramírez, Pérez y González, y me lanzó al suelo.

-Bien, no sé quien ha hecho más labor para que me hayan despedido, pero me da igual. Sois seis hijos de puta, y os mataré a los seis. Y para que esto sea muy divertido para todos, he inventado un juego. Este.

García mostró un folio en el que había dibujado una especie de tablero con seis casillas.

-Por si no lo veis muy bien, os lo explicaré. La casilla primera, significa que uno recibirá dos cuchilladas en cada uno de sus ojos. La segunda, que a otro le cortaré cada uno de sus dedos de los pies y manos. La tercera, que el siguiente verá cortadas su lengua y sus orejas. La cuarta casilla corresponde a cuatro puñaladas en el estómago. La quinta, servirá para que a otro le rajé las piernas de arriba a abajo. Y la sexta, y no por ser poco original, significa que le cortaré las pelotas.

Todos temblábamos de terror y mirábamos atónitos y llorosos a García, que estaba fuera de sí.

-Os habéis dado cuenta que os odio, a los seis. Pero bueno, no quiere elegir ni ser cruel, así que la suerte decidirá. Tengo un dado por aquí. -buscó en un cajón- ¡Aquí!

Nos miró de manera macabra, levantando una ceja.

-¿Quién es el primero en probar suerte?

martes, 11 de noviembre de 2008

Odio (I)

Lo ves.

Aprietas los dientes.
Fijas la mirada.
Cierras los puños.

Se acerca.

La boca se reseca.
Los oídos se taponan.
La espalda se tensa.


Aquí está.

El pulso acelera.
Las piernas tiemblan.
El pecho salta.


Se va.

Inspiras.
Espiras.
Suspiras.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Sevilla

Menuda paliza a caminar y caminar que me he dado este finde, y seguiría haciéndolo porque Sevilla es realmente bonita. Además, aunque no sea la mejor época, y la ciudad no haya florecido como puede hacerlo en primavera, o no hubiera tanto ambiente como puede haber en la Feria de Abril o en Semana Santa, para mi tiene un algo que es único.

Pasear por el Barrio de Santa Cruz es una maravilla, con sus callejuelas que se retuercen y donde guiarte en un plano es casi una quimera, por lo que merece la pena dejarse llevar, meterse en la calle que más nos guste cada vez, y disfrutar, abriendo mucho los ojos. La Giralda, que preside majestuosa la ciudad, eclipsando la inmensidad de la Catedral y rodeada de coches de caballos que dan paseos a los guiris por la ciudad a precios abusivos supongo (no me atreví ni a preguntar...). Impresionante la Plaza de España, con sus dos torres y una simetría perfecta, un lugar maravilloso donde vi un atardecer verdaderamente precioso, con el Parque de María Luisa al fondo, ocultándose el Sol detrás. La Torre del Oro, asomada al Guadalquivir, robusta y bella.

Podría seguir y seguir describiendo cada uno de los sitios que me impresionaron, pero es mejor conocerla, además si se busca hay alojamiento barato, y la verdad que comer no es muy caro si se tiene paciencia y no se entra en cualquier sitio, ya que hay muchos locales enfocados a guiris y se van un poco de las manos.

Y si, con el Sol que ha lucido, Sevilla tiene un color especial...

viernes, 7 de noviembre de 2008

¡Cambio de planes!

El finde pasado, el de los muertos, me iba a ir a Donosti, a conocer la ciudad en un par de días. Me la han recomendado varias veces y las ganas de ir eran muchas, pero a principios de la semana anterior fue llegando ese terrible manto de nubes y lluvia que nos ha empapado y nos ha hecho pelarnos de frío, así que hubo que cancelar todo el plan de marchar hacia allí.

En principio, lo dejamos para ir a mediados de noviembre, ¡peeeeeeero! Recordé que había hablado con mis amigos para ir a ver a Extremoduro, y el concierto es ese finde también, y bueno, soy socio del Atleti ya sabéis, y también juega ese finde, así que tuve que moverme para intentar buscar algo para este finde que fuera tan apetecible como para renunciar a Donosti hasta otra ocasión mejor, por lo que el destino elegido es ¡Sevilla! Con su Giralda, su Guadalquivir, su Torre del Oro, su Macarena, su barrio de Triana, su Plaza de España, su color, su aroma, su ambiente... En fin, me han hablado mucho y bien de la ciudad, y el tiempo pinta soleado por ahí, así que todo pinta muy bien este finde.
Espero empaparme bien de la ciudad, de sus monumentos, de su río, de su color, de sus jardines, e intentaré plasmarlo en muchas fotos, tengo un espíritu de fotógrafo de viajes que jóder, parezco japonés, ¡le hago fotos a todo!

No regresaré hasta el domingo, así que ya os contaré si Sevilla tiene un color especial, si Sevilla tiene ese duende, si me huele a azahar, si me gusta estar con su gente...

jueves, 6 de noviembre de 2008

Día de peluquería

Los jueves salgo a las 11 de clase (eso de haber hecho imagen antes de realización me ha ayudado a quitarme horas este curso xD) y he aprovechado para pasar por la peluquería y echar abajo lo que el tiempo hizo crecer en mi cabeza. Esa mata de pelo rizado que intento -en vano- domesticar y que amenazaba con seguir enrollándose a mi muy incómodamente. Cada dos meses o así me obligo a ir, porque los resultados de dejar crecer eso que sale de mi cráneo puede ser fatal. Y apenas 10 minutos esperando y ¡a la silla! Que gustito que me pasen la máquina y me dejen el pelo corto de nuevo, no tener que peinarlo hasta dentro de algunas semanas y así andar despreocupado de sus ataques de rizamiento.

Las peluquerías son sitios curiosos, allí están siempre 2 o 3 mujeres cotilleando sobre sus vidas, contando cualquier cosa que hayan leído en las revistas del corazón o de sus Manolos respectivos. Hoy, una mujer fue más allá. (Nos) contó que la habían operado hacía 15 días de un tumor en los ovarios, y que le habían extraído una bola del tamaño de una pelota de tenis, o más... La mujer tenía gran expresividad, y hacía muchos gestos, muecas, ademanes y todo tipo de movimientos que apoyaran su historia. Me dijo el médico que el tumor era ¡así! y estiraba sus dedos abriendo casi el palmo entero. Aunque la verdad que la cicatriz que me dejó es pequeña (repetía el gesto pero contrayendo un poco los dedos). Lo peor fue la espera y movía entonces sus brazos hacia arriba como bailando sevillanas y echando un poco la espalda hacia atrás.

Yo, mientras, agachaba la mirada y dejaba hacer a la peluquera, no fuera que me vieran observar y me pidieran opinión. No hubiera sabido qué decir, quizá la mejor idea era asentir sin más, sonreír levemente y darle coba al tema. Pero por si acaso, opté por la opción de pasar desapercibido, dejar que el tema corriera por los derroteros del morbo puro (nadie la preguntó que tal se encontraba), y en cuanto terminó mi poda bimensual...

...corrí como un diablo!

martes, 4 de noviembre de 2008

Jan Saudek

Éste hombre es uno de mis fotógrafos preferidos, conocí sus fotos hace varios años, cuando nos mandaron realizar un trabajo para una asignatura de 1º de Imagen, y elegí su nombre sin saber mucho de él. Ahora, la verdad que puedo decir que es un excepcional fotógrafo, con unas fotos poderosas y visualmente fuertes y llenas de mensajes.

Usa mucho contraste, sea en color o en b/n, para dar aun mayor énfasis a la imagen, y juega con los contrarios, con el color, con la insinuación o directamente con la cruda muestra de una historia. Saudek siempre cuenta historias en sus fotografías, casi siempre duras, difíciles, sórdidas, historias que se ambientan en lúgubres habitaciones, lugares siempre cerrados. Desnudos, relación hombre-mujer y contraposición entre juventud y vejez son constantes en su trabajo, que roza en muchas ocasiones lo obsceno y grotesco. Además, suele colorear a menudo sus fotografías, lo que le da un aspecto muy colorido a situaciones extremas.

Aquí os dejo algunas de las fotografías que más me gustan y un enlace.


Life - 1966


Portrait of Woman and Man - 1984


The Deep Devotion of Veronica - 1989


The Morning - 1990


Portrait of an Innocent Girl - 1997

domingo, 2 de noviembre de 2008

Into the Wild, de Sean Penn

Into the Wild (Hacia la Naturaleza) no es una película al uso, no cuenta una historia más, ni siquiera se ubica en lugares comunes, ni tampoco transmite sensaciones corrientes en el cine de hoy día. Quien haya visto la película, y conociendo la historia, puede acusar a Christopher McCandless (o Alexander Supertramp) de egoísta, irresponsable, suicida y de otras muchas cosas, pero no se le puede dejar de reconocer que hizo lo que todos deberíamos reconocer con un aplauso enorme, el vivir su vida como quiso él.

Era SU vida y la vivió como ÉL deseó. ¿Qué hay de malo?

Dejó su familia, donó su dinero, abandonó su coche, se libró de toda carga y posesión, y se entregó a la naturaleza, a su propia razón de ser, a la vida que quería y logró disfrutar, hasta las últimas consecuencias. Viajó lo que quiso, y a donde quiso, hizo de su viaje su vida y su ilusión por seguir adelante era realizarlo.

Peliculón de Sean Penn, que marca de manera fabulosa los tiempos, nos deleita con imágenes absolutamente impresionantes, nos narra una historia fabulosa y llena de humanidad con soltura y carácter, nos muestra unos personajes que aportan, que añaden al conjunto final un granito para construir una montaña, nos enseña a un protagonista lleno de vitalidad, de idealismo y nos involucra en un relato que en todo momento parece real e imaginario a la vez.

Mención a parte guardo para la banda sonora memorable creada especialmente para la película por un genio, Eddie Vedder, cantante de Pearl Jam, que saca su lado más sensible ideológicamente hablando para montar unas canciones muy especiales, que suenan verdaderamente bien y que añaden muchos matices a las imágenes de la película. De esta banda sonora, precisamente, es la canción que dejo hoy en el reproductor. Si os gusta, buscar la banda sonora completa.


En fin, quizá la mejor película estrenada en 2007 para mí, junto con No Country for Old Men (No es país para viejos) y Le Scaphandre et le papillon (La escafandra y la mariposa).

No cuento mucho del argumento, verla.

viernes, 31 de octubre de 2008

Mis antípodas

Si me pusiera a escarbar con las manos en la tierra, luego cogiera una pala, una excavadora cuando no pudiera más, y después pidiera prestado la tuneladora más potente, y no me derritiera al atravesar el núcleo de la Tierra, tras muchos meses de duro esfuerzo minero (¡con casco y todo!), alcanzaría el punto exacto más lejano a mi casa.

Waitahora, en Nueva Zelanda. Ahí saldría, en medio de unos verdes montes idílicos, una zona que parece preciosa y donde se debe respirar una calma impresionante. Lo sé gracias a esta web, Antipodr, donde introduciendo el nombre de tu calle y de tu localidad, a través de las coordenadas te indica cuales son tus antípodas directas. Es una tontería que no sirve para nada, realmente, pero bueno, por curiosidad no está mal...

Además, por más curiosidad, busqué información de Waitahora, y también tiene su historia: es algo así como un parque eólico, que por lo que he leído es bastante polémico, ya que los vecinos de la zona se oponen, y hay una web y un movimiento contra estas instalaciones. La zona debe ser turística, porque hay varias páginas web con información de la zona, con rutas turísticas, alojamientos, gastronomía... En fin, un sitio para visitar, aunque un poquito lejos.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Serpentinas

Al abrir el tarro, un sinfín de serpentinas saltaron por todos lados. Cada una era más larga que la anterior, y dibujaban un mar de colores que crecía sin pausa. Rojos, verdes, dorados y púrpuras se extendían raudos, también azules, turquesas, rosas y amarillos surgían sin cesar.

Tal orgía colorista no tardó en ocupar por completo toda la habitación. Abrieron (si, abrieron) la puerta y comenzaron a expandirse también por la casa. No era capaz de entender lo que estaba sucediendo, sólo veía colores que dejaban un rastro que rápidamente era borrado por otro color, y éste por otro, y así continuamente. Era maravilloso. El agobio inicial se había transformado en alegría y felicidad, ya que las serpentinas además, no me ahogaron, a pesar de que lo llenaban todo, ni me hacían daño, aunque rodeaban todo mi cuerpo.

Una sensación inexplicable me recorría de arriba a abajo, sentía un suave calor febril, y notaba como si cada rincón de mi cuerpo estuviera acomodado sobre mullidos cojines de terciopelo. Las serpentinas de colores me acariciaban a su paso, fugaces, deliciosas, de inigualable belleza.

Poco a poco, entre el océano colorista que se había formado, se comenzaron a distinguir algunos grises. Tenues al principio, poco a poco se fueron tornando más y más oscuros. El calor fue en aumento y junto con el cambio del tono grisáceo de las serpentinas, el ambiente comenzó a ser desagradable, y la sensación de bienestar fue desapareciendo. También avisté algunas serpentinas negras que se precipitaban contra el suelo, casi deshechas.

Ya no notaba los mullidos cojines, sino el áspero contacto de cada serpentina ennegrecida. El agobio era mayor a pesar de la menor densidad de serpentinas, y los tonos grises y negros se adueñaron de aquel mar. Miré hacia abajo, y un escalofrío me recorrió la espalda; miles de serpentinas yacían a mis pies, negras, muchas de ellas hechas cenizas, alguna coleaba aun, mientras terminaba de perder la pizca de color que le quedaba, hasta quedar inerte, convertida casi en polvo.

Llegó un momento en el que ya no pude ver más serpentinas de colores por ninguna parte, sólo un espero manto negro que ocupaba todo el suelo, y me llegaba por las rodillas, despidiendo además un pestilente olor a muerte que lo impregnaba todo.

No podría explicar cómo ocurrió todo aquello, ni su inicio ni su final, pero las serpentinas empezaron a ennegrecerse y a morir cuando abrieron la puerta de la calle y el aire de fuera entró, ya que la mayor concentración de cenizas se encontraba a la puerta, abierta, apenas un paso fuera.

martes, 28 de octubre de 2008

Necesito otro paraguas

En días como hoy, mejor haberme quedado tranquilito, arropado en mi cama, roncando como un oso, sin asomarme ni a la ventana. Pero no, el despertador sonó a las 7:20, bueno, sonaron los 4 despertadores del móvil que necesito para despertarme, redespertarme, empezar a enterarme, y ser medio consciente, así, por ese orden y cada 3 minutos. Luego a las 7:31 suena el reloj de la mesilla, con su estridente chillido madrugador, que ya me hace levantarme de la cama y enviarme con mala cara al servicio.

Tras la rutina diaria (meada-aseado-vestido-desayunado) he salido a la calle, y ¡oh!, he debido de dormir un par de meses porque hace un frío que pela y llueve, ayer hacía solecito y casi ganas de quedarse en bañador. Abro el paraguas y otra sorpresa, es una mierda y una varilla está rota. Lo sujeto como puedo y me dirigo bajo el agua y el viento a la estación. Allí compruebo que no, que he dormido tan poco como siempre, la fecha del periódico gratuito es la misma de ayer +1. Llego a clase y allí lo de siempre y poco más.

Al salir, sigue lloviendo, sigue haciendo frío y hace más viento que antes. Me subo la cremallera del abrigo del todo, abro el paraguas, mochila a la espalda y a la estación. Ya la veo, está cerca, no me estoy mojando mucho a pesar del viento, no queda nada, ya está, 2 minutos y me resguardaré de la lluvia. ¡Ostia! Veo venir el tren, me cago en todo, 10 minutos esperando al siguiente tren. Tengo hambre, pero bueno, tampoco es para tanto. Espero. Cojo el tren que pasa después. Me bajo, llueve y sigue el viento.

Apenas salgo de la estación y he abierto el paraguas, toma ráfaga de aire que me da un meneo y le da la vuelta al paraguas, lo coloco en su posición natural, pero ni 2 segundos dura, otro golpe de viento, se parte en dos. Me quedo con el mango en la mano, y veo las varillas descuajaringadas en el suelo. Lo cojo, lo miro y nada, camino a casa mojándome. Mi madre al llegar yo, se ríe, ¿te has mojado?


Encima, este finde me iba a Donosti un par de días, y viendo el tiempo que nos espera, lo tengo que cancelar hasta mediados de mes. ¡Jóder!

domingo, 26 de octubre de 2008

Tatuajes

Hace muchos años que quiero tatuarme. Desde bien pequeño me ha atraído el poder imprimir algo en mi piel, hacerlo permanente, para toda la vida. En este mundo en el que vivimos, en lo que todo vuela, todo pasa rápido, y cuanto más mejor, donde lo fugaz se ha apoderado de las amistades, del amor, de las relaciones, donde hay que ir a un ritmo desenfrenado para poder seguir en la onda, me gusta ese significado que tiene lo permanente, lo que es para siempre, las cosas que hacemos con un sentido y un fin irrevocable.

Llevo mucho tiempo pensando qué significado le quiero dar al tatuaje que me haga, qué dibujo será, el tamaño, el color, dónde me lo haré... Muchas elementos que hay que valorar porque joder, ¡es para siempre! Tampoco me he atrevido realmente a ir a un tatuador y decirle, oye mira quiero algo así así y así, he sido más de mirar por mi cuenta cosas por Internet, o en reportajes de alguna revista, o fijándome si veía un tatuaje por ahí, nada en plan serio. Y ese es el problema, que no me pongo un día y digo, venga, me lo hago. Antes, porque era pequeño, porque era caro, porque bla bla bla... Ahora, que si en verano sudas y se puede estropear, que si busca un tatuador del que te hayan hablado bien y sea de confianza, y ¡coño! lo más importante, ¿qué me voy a hacer?

Bueno, esta vez más o menos lo tengo decidido, y espero que antes de fin de año tenga conmigo ese símbolo de lo que perdurará en mi cuerpo hasta mi descomposición o incineración.

Veremos.

viernes, 24 de octubre de 2008

Me revienta...

...cuando caminando hacia el MetroSur para ir al trabajo, siempre me cruzo con toda la jauría de niños que salen del colegio que hay detrás de mi casa, y todas las madres ocupan la acera y no dejan pasar a nadie. Tienes que abrirte paso casi a codazos y entre miradas de rencor, agachar la cabeza y pasar deprisa.

...los malditos politonos de pachangueo, reggeton y bacaluti en el transporte público. No creo que haga falta explicar más.

...encontrarme con gente que no veo hace mucho tiempo y que te hagan toda clase de preguntas estúpidas.

...encontrarme con gente que no veo hace mucho tiempo y hacer toda clase de preguntas estúpidas, cuando realmente quiero marcharme.

...llegar a la estación de Cercanías y ver marchar mi tren.

...los macarras-flipaos-temiroporencimadelhombro de mi barrio (y de todos los barrios).

...no tener tiempo libre cuando quiero hacer muchas cosas.

...aburrirme en el trabajo exageradamente.

...la gente a la que ascienden en mi trabajo y cuando ven que pueden mandar un poquito, se creen los amos de la empresa.

...los que se empeñan en llevar razón cuando el resto del planeta sabe que no la llevan.

...creer que llevo razón y ver como me la quitan y darme cuenta de que no llevo razón.

...que me reviente todo esto y cosas más importantes apenas tengan importancia.

jueves, 23 de octubre de 2008

Vértigo, de Hitchcock

Después de ver esta obra maestra de Don Alfred Hitchcock, la verdad, que me viene a la cabeza una cuestión muy clara sobre las "virtudes" del cine de suspense actual. Ahora, sólo se consigue esta sensación de suspense o thriller con giros del guión sorprendentes (incluso absurdos para la trama, pero todo vale), con situaciones difíciles de encajar bajo una premisa lógica, o con cambios radicales de un momento a otro. Por supuesto, la genialidad de un director puede hacer de estos giros un buen trabajo (Seven, puede ser un muy buen ejemplo) o uno malo (Saw y derivados), aunque bien es cierto que Saw no es de lo peor que se puede ver en cuanto a estos giros y trampas del guión.

Hitchcock era especial e inigualable en cuanto a creación del suspense. Fue un maestro y jugó con esta pócima mágica que sólo él ha sabido manejar a su antojo, e incluso en algunas películas, se burló del mismo suspense. Como en Vértigo, donde profundiza mucho más allá y va resolviendo el argumento minuto a minuto, sin preocuparse de que a mitad de la película quede desentramada prácticamente al completo. Aquí, reflexiona sobre los objetos del deseo, sobre el vértigo que nos producen, sobre todo eso que nos aterra y nos obsesiona. Nos muestra con claridad esa obsesión, precisamente, del protagonista hacia la femme fatale. Una obsesión macabra, enfermiza, que roza la necrofilia, que empieza sutil y acaba por ser descarada y humillante.

La película engancha de principio a fin, ya que además de todo, es muy entretenida, y cuenta con unas imágenes oníricas y pesadillescas de gran poderío, y una banda sonora más que adecuada. Y qué decir de James Stewart y Kim Novak. Del primero, nada más que lo borda, que transmite, que nos engancha, que hace que le queramos y le odiemos por lo que hace, da una credibilidad asombrosa y como pocos. Y de Kim Novak, que con sólo esa mirada le valía para ser una buena actriz, pero que además es una femme fatale a la altura.

Quizá algún día surja alguien que sepa manejar de forma tan espectacular los hilos del buen suspense, de momento, tendremos que seguir repasando a Hitchcock.

martes, 21 de octubre de 2008

Color

Tu luz
que brilla furiosa,
en este mundo
impasible,
del color gris
de la nada;
rotando,
ignorando.

Y tú,
coloreándolo,
dándole vida,
fuerza,
luchando contra el temor.

Pintas sonrisas
encima de las lágrimas;
dibujas miradas
contra la indiferencia;
diseñas alegrías
entre las guerras.

Tu luz,
que invoca otra vida,
otro mundo
rojo y azul,
verde y morado,
que rote al revés,
implicado,
preparado.

Esa luz,
que a mí
me ha pintado la cara,
ha endulzado mi mirada,
me ha inundado de sonrisas,
me has dado el color.

Nunca te apagues,
amor.

domingo, 19 de octubre de 2008

¿Y qué esperaba yo?

34 segundos de partido, gol de Van Nistelrooy, gol del Madrid en el Calderón.

¿Otra vez? Si, otra vez.

Siempre llevo mi camiseta rojiblanca y mi bufanda al estadio, siempre acudo con ilusión a partidos como este, siempre voy repleto de fuerzas, siempre pensamos que este año si, siempre perdemos.

¿Otra vez? Ya ves, otra...

Me pregunto yo cómo puede ser que nos pase año tras año, que la historia se repita. Da igual los planteamientos que se hagan de los partidos en los vestuarios, porque antes de que se cumpla un (¡¡¡uno sólo!!!) minuto de partido, da igual los jugadores que salgan al campo y con que misión, y con qué órdenes, nos cascan un golito.

¿Otra vez? Que si coño, otra vez.

Tampoco importa que esta vez no podamos quejarnos del árbitro, sino agradecerle que nos evitara la goleada, tampoco importa que este partido fuera el desquite del 6-1 del Barça hace dos semanas, tampoco importa que tengamos a uno de los tres mejores jugadores del mundo y que ayer, casi lesionado, fuera el mejor del equipo (junto con Simao, ¿por qué no jugó todo el partido, Sr. Aguirre?), tampoco importa que empatemos en el 90 con un golazo y el campo estalle de alegría. Nada importa porque cuando no es uno es otro, en el minuto 96 hacemos un penalty y volvemos a perder. Y nos quedamos con cara de tontos.

¿Otra vez? Vete a la mierda.

viernes, 17 de octubre de 2008

No siempre

Perder, o ganar.
Pero siempre perder.
Siempre es igual,
siempre está mal.

Llorar, o reír.
Pero siempre llorar.
Siempre es así,
siempre es sufrir.

Caer, o subir.
Pero siempre caer.
Siempre hacia abajo,
siempre hacia el fin.

Morir, o vivir.
Tú siempre morir.
Hoy,
yo elijo vivir,
aunque signifique morir.

jueves, 16 de octubre de 2008

Señal de victoria

Todo estaba del revés. Vueltas y más vueltas me daba el estómago, parecía una maldita lavadora centrifugando. No era capaz de pensar nada coherente y cualquier pequeño movimiento me provocaba un intenso dolor de cabeza. Había un olor raro, no sabría explicar a qué exactamente, pero olía raro, mal.

No tenía ni idea de donde estaba, y caí en que ni siquiera había abierto los ojos. Tenía pocas fuerzas y sentía la desagradable sensación de tener las pestañas pegadas. Un mundo me costó separarlas, y ciertamente, hubiera preferido no abrir los ojos y seguir en ese estado catatónico donde la oscuridad era lo más parecido a la tranquilidad que podía asumir mi cuerpo en ese momento.

Estaba en un coche que no era el mío, vestía menos ropa de la que yo recordaba tener en mi último recuerdo, y a mi lado roncaba una señora, o señorita, o desagradable ser que nosé como narices había llegado hasta allí. ¡Joder! No era mi coche, con lo cual, el que no sabía como cojones había llegado soy yo. Dios, no recordaba nada, pero casi lo prefería; recogí lo que encontré al alcance y que creía mío y lentamente abrí la puerta del coche. No hice el menor ruido para no despertar a esa mujer al lado de la que me había despertado, y tampoco lo hice demasiado deprisa, miedoso de no alterar mi sistema digestivo, que presentía que se encontraba a punto de entrar en erupción de fluidos.

A trompicones, me acerqué a un árbol cercano, apoyé mi brazo en él y resoplé. Un par de arcadas hicieron que me inclinara y escupiera algo de bilis, ¡qué jodido me sentía! No comeré sólido en una semana, y el malestar me durará dos días. Me entraron ganas de mear de repente con una fuerza brutal, y rápidamente me desabroché el único botón que realmente se mantenía cerrado del pantalón, y eché la meada más sincera y más placentera en mucho tiempo.

Entonces, sonreí. Abroché mi pantalón, y me alejé, despacio y mareado, pero feliz. Esa era la meada de la victoria.