"Todos los fuegos terminan por extinguirse, y estas palabras tienen hambre de cenizas."*
Tu silencio es mi piel en llamas, el crepitar mi voz ahogada, la atracción, fuego, quemaduras, reflejos en mis pupilas atormentadas, mis manos humeantes, mi pecho en pleno fulgor ardiente. Tan consumido que el dolor apenas duele, no hay cuerpo hay brasas y humo negro alrededor; la gasolina de tus besos explota desboca lenguas de fuego en esta pira infinita, una lengua suave y tibia afilando ascuas, clavando dardos ardientes, una lengua húmeda que aviva luces una lengua sofocante que exagera sombras.
Hay mejillas que cautivan, que susurran mis deseos al oído sin voz, algo etéreo irreal desconocido mensaje embotellado, fluida conversación en el silencio de mis manos endulzadas por tus labios. Mudo soy en mi delirio mudo estoy en mi lamento mudo pienso en lo tibio de esas mejillas susurrantes, efímeras. Doy un trago al vaso para no escupir la rabia, rompo la botella y no hay papel no hay nada, no pistas no mensaje. Transpiro derrota, me como las piedras mientras me abruman los susurros.
Pétalos de sangre caídos rosas secas espinas clavadas y tallos negros. Caminos de azufre la bruma espesa silencio. Palpita el miedo tiembla el horizonte. Tú.
Cacería de sueños violencia dolor innato placer inmune, tormento y tormenta, Sol, ¿qué Sol? Mi cara mojada la lluvia ácida amarga.
"Yo no sé porqué a veces me pierdo, los ojos se me dan vuelta y me muero por dentro. Y me encierro otra vez y no puedo salir, no puedo ver lo lindo de cada momento."
"Qué lindo corazón que estás acá y acá latiendo, y me desenredes los ojos. Y si por ahí el miedo me viene a buscar de nuevo, voy a recordar lo que cantamos una vez... ¡Mirando al cielo!"
Y me chupo el meñique, amargo, con un regusto ácido que me exalta en la noche y me dispara a sensaciones directas, efectivas, excéntricas. Los bombos retumban dentro de mi, y mi piel, erizada y sudada, levita al son de esos graves desaforados, con el ritmo sincopado empotrándose en mi confusa lengua, que danza desinhibida y seca, hinchada, inconsciente.
La euforia, el placer y la empatía con un ambiente al que tampoco hago mucho caso me sobrellevan una decena de centímetros por encima del suelo, me transportan las luces parpadeantes, me da frío por fuera y calor por dentro, sudo y dilato mis pupilas hasta ver que en los rincones más oscuros hay un hueco para mi, para bailar en un ritmo más profundo, más pesado, que me reviente aun más los oídos y me penetre aun más la piel.
Y veo una cara, hay muchas, veo unos ojos, una boca y me acerco, una figura, una forma de moverse, un compás ingenuo y criminal, un perfil definido que me ahuyenta y me atrapa. Transpiro por cada poro como si fuera el único, un olor tibio impone su ley en este espacio de sombras que se mueven a golpe de grave.