jueves, 6 de agosto de 2009

La sonrisa de Dasha (III)

Viene de...

Sentado en la Plaza Roja, es lastimoso ver la caída de la tarde. El tráfico es exclusivamente militar, los soldados van de aquí para allá, los caballos tiran de carros repletos de armas… La gente que aun no se ha marchado o no ha sido evacuada está en las calles, paseando bajo los castaños y arces, respirando el polvo levantado por el húmedo viento del oeste, que se ha unido al sofocante calor para hacer de los días infiernos.

De repente, algo se me cuelga de la espalda suavemente, dos bracitos me rodean el cuello. “¡Dasha! ¿Qué haces aquí, mi pequeña?” Se sienta a mi lado y me da la mano, contempla el triste espectáculo que las preparaciones para la guerra ofrecen. Aprieta mi mano con fuerza, seguramente confusa y asustada. “Los Gólubev se han marchado, también.” Procuro que no se note el temblor de mi corazón, de todo mi interior. “No puede ser…” pienso, “¡no puede ser!”. “Papi, ¿no dices nada?” Niego con la cabeza. Nada podría decir.

Pasan minutos, muchos, sin moverme. Dasha sigue ahí, y es lo único que me da fuerzas para no salir corriendo hacia el este, para abandonar la ciudad. “Papá”, giro la cabeza hacia ella, saliendo del trance. “Volvamos a casa, mamá se va a preocupar.”

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