martes, 26 de abril de 2011

Mal

Hiela la noche las aceras de la oscura ciudad.


Siniestros pasos se deslizan en silencio, malignos, perversos, con la maldad dejando un halo blanquecino y cegador flotando sobre la crujiente escarcha, que solidifica un rocío aterido e impotente. 


Esta historia no es una historia feliz, ni siquiera es historia. No tiene inicio, no tiene fin. 


La música urbana es tan lamentable como acostumbra: un fondo de neumáticos abrasando caucho en el asfalto, sirenas, el viento colándose por las rendijas de los cubos de basura, que acogen tantos gatos salvajes como perros callejeros y humanos desarraigados. 


El pecho del mal no late, un corazón de alambres grises y rodeado de despojos nauseabundos, que fabrica estertores de la muerte, habita el tórax de un inhumano ser humano, el cual pasea entre las sombras, se asoma a puentes invisibles, deambula por callejones con salida y recorre el laberíntico mapa de la ciudad hundida en la fría niebla.


Y los perversos pasos no se detienen en nada nuevo, es una mera repetición cada vez que se pone el Sol, que cada oscura noche la frialdad de lo maligno se apodere de las calles. Ya dije que no había historia, que no había inicio ni fin.

1 comentario:

  1. Me encantó, y la buena música de fondo, primera vez que te leo y que bonito fue, felicidades :)

    ResponderEliminar

Opina, critica, aporta.