Pasar la última página del cuento de nunca acabar,
beber el último trago de un vaso infinito,
romper la última lanza de una batalla invisible.
Y así van sucediendo los días,
plomo en mi espalda
y piedras en mi cabeza,
frío de tortura
y rescoldos de llamas en el reflejo de mis ojos,
endiablados y enfermos,
miopes
desenfocados,
ajenos a una realidad muerta en combate,
perdidos en un blues de callejón,
borrachos de melancolía malsana.
Días largos y noches eternas,
un cuento que empezó cuento y siguió pesadilla,
camina sinuoso
y obliga.
Obliga y daña,
muerde,
inconsciencia plena incurable,
un trago largo de veneno que no mata
pero perdura.
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