La miro a la cara, y lo veo claro. Empiezo a hablar, y ella escucha, atenta, no interrumpe. En algunos momentos pienso que ni siquiera oye, que sólo espera.
Intuyo una lágrima derribando el muro de sus ojos, pero no termina de salir. Las que si percibo claramente son las mías, resbalando impetuosas pero en silencio por mis coloradas mejillas, que noto sofocadas y alteradas. Gesticulo mucho, presa de los nervios y la desazón.
"Las cosas son eternas mientras duran, pero a mi esta eternidad me ha sabido a poquísimo, y me deja con ganas de saborearlo más, de alcanzar el más brutal de los infinitos a tu lado, de seguir escalando peldaños de felicidad, de continuar agrandando mi sonrisa al despertar, de esos buenos días mágicos y esos desayunos junto a ventanas inolvidables. La vida hay que disfrutarla, y tú y yo lo hacemos por toneladas desde que nos conocemos, el tortazo contra el suelo ha sido tremendo, pero si tú me coges de la mano... Si me agarras fuerte... Vuelo. Soy capaz, me has enseñado. De veras, he aprendido a volar, y no quiero parar... No quiero, no puedo..."
Las palabras se ahogan en mi garganta antes de salir, un nudo las impide el paso.
"Pongámonos esa nariz roja de payaso, y juguémonosla. Ya dije una vez que a doble o nada, sabiendo que era nada, pero ¿tu no quieres que sea doble?"
La miro fijamente, sus ojos me asesinan por dentro, es preciosa.
Es difícil aceptar la separación de caminos, y aunque sigamos andando el nuestro propio, recordamos los ya recorridos.
ResponderEliminarNo puedo escribirte nada.
ResponderEliminarMis lágrimas hablan por mí.
"el más brutal de los infinitos a tu lado"
ResponderEliminar...