viernes, 6 de febrero de 2009

Sin nombre (VII)

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I, II, III, IV, V y (VI)

El Sol de la mañana se empieza a entrometer entre yo y mi sueño, con un fulgor que no recuerdo apunta a mis ojos cerrados, legañosos, cansados. Me doy la vuelta costosamente, los bancos de la calle son especialmente estrechos, nunca lo había pensado hasta ahora, pero lo son, y mucho. Apenas llevo aquí tres jodidas horas, y ya amanece, ya no puedo seguir durmiendo hasta la tarde, dejando pasar horas inútiles para mi desde hace muchos años. No tengo claro a donde dirigirme ahora, nunca había pasado la noche a la intemperie, ni siquiera había pensado que pudiera hacerlo, pero la vida es así de puta conmigo.

Me incorporo pesadamente, me siento agarrotado por el frío y mi espalda cruje dolorida, nunca había tenido en tan buena estima a mi ya antiguo colchón hasta este mismo momento, que lo echaba de menos como a un padre. El cielo está raso, ni una nube ensucia el panorama anaranjado que deja el alba, no me puedo creer estar aquí ahora mismo. Me subo la cochambrosa manta y me tapo la cara, echo hacia atrás el cuello...

Abro los ojos, no sé cuanto más he dormitado, dos o tres horas quizá, y para mal, porque me duele el cuerpo más que nunca en mi vida, me siento descompuesto, sollozo, no me salen lágrimas. Algo blando golpea mi pierna, y asomo la cabeza rápidamente, temeroso. Veo un niño de unos 6 o 7 años correr hacia mi, pero se detiene a un par de metros, me mira muy atento. Le miro, no entiendo. Señala mis pies.

-Señor, ¿me puede dar el balón? Por favor.

Me encojo hacia delante -con todo el crujir de mi tronco acompañándome- siguiendo el camino del pequeño dedo y veo un balón de color rojo a mis pies. El objeto blando, vaya. Recuerdo que yo tenía uno parecido cuando era de la edad del chaval que tenía delante, pensé entonces en mi hermano, con el que cada mañana de verano salía a darle patadas a la pelota junto con los vecinos, y pienso en mi padre, que nos miraba desde la ventana, sonriente, animoso. Recuerdo a mi madre, cuando llegaba hasta las orejas de polvo o de barro, regañarme y hacerme dar un baño. Recuerdo...

-Señor, es mi pelota.

Levanto bruscamente la mirada, lo que provoca que mi cuello se queje. Intento sonreír al muchacho, aunque sólo me sale una mueca.

-Claro.

La agarro, y se la pongo al alcance de las manos. El niño desconfía un poco, pero enseguida estira sus bracitos y coge el balón. Se da la vuelta y sale corriendo de nuevo, le miro, y me veo en él.

8 comentarios:

  1. me ha gustado este episodio! pero me ha recordado, que cuando alguien me llama de usted, me sienta fatal!

    un saludos

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  2. lo que ocurre esque yo se donde puedo encontrarle pero el no tiene ni idea de donde buscarme.
    ¿entonces?

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  3. Es genial. Un episodio jodidamente emotivo, coño.

    El primer comentario me ha recordado que el otro día un muchacho me llamó de usted. Fue raro.

    Un beso, Isra.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Lo primero (y aunque quede tan tópico como que 1+1 son 2) gracias por comentar en el blog.

    Lo segundo, casi rompo a llorar al escuchar la canción de Russian Red que tienes como Banda Sonora.

    Gracias eternamente.
    PD: ¿Cambios? Cada 4 meses, ejemplar nuevo, y volverse más... 'selectos'

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  6. Oh, cuántas cosas me he perdido. Lo cierto es que he estado un poco ausente por cuestiones estudiantiles... pero supongo que ahora ya puedo volver a mis paseos por rincones como este.

    Por cierto, a mi también me encanta tu canción de inicio... Russian Red... menuda voz tiene la chica.

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  7. a que si y luego de niños pensamos que el tiempo va muy lento y queremos crecer y cuando nos damos cuenta. !hola realidad! aunque las cosas buenas y las malas tienen su epoca en la vida,todo hay que decirlo.

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  8. me gusta la serie "sin nombre", o cómo no estar en ninguna parte, raro en cualkier lugar

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