martes, 3 de marzo de 2009

Historias de la taberna

Inspirado en un hecho real...

Domingo fuerte en la taberna, como todos. Maldito rastro que está a 500 metros y con el Sol en lo alto la gente camina a paso de procesión, para después querer comer y beber como cerdos, llenando cualquier local con una barra y algunas vasos. Es lo que hay. Son las 14:35 y estamos en momento crítico, mesas repletas y local plagado de gente de pie. Ni un alfiler entra, el calor agobia, los ventiladores echan humo, las cervezas atraviesan las gargantas, las tostas son devoradas con ansia. Es misión imposible intentar una expedición a las mesas más alejadas de la barra para un camarero al que le llaman, abrirte paso entre decenas de personas que a su vez tienen poco margen de maniobra, y que además llevan cuatro cañas encima es tarea complicada.

-¡Perdón! ¡Disculpa! ¡Paso! ¡Mancho! ¡Grrrr!

Es algo así como la oración que has de ir recitando en el asalvajado camino. Pero en una de estas expediciones para aventureros de la mejor pasta posible, a la mitad del recorrido, me encontré a mi compañero Carlos, un argentino bastante majete que lleva mucho más que yo en la taberna, y que había iniciado la peligrosa ruta al interior de la marabunta un poco antes que yo. En esas, le veo que la chica a la que va a atender le sonríe ampliamente.

-¡Oh! Sos argentino vos, ¡qué rebueno! Viste, ¿y de qué parte sos?
-Bueno...
-Que bueno, yo soy del mismo Buenos Aires, fijate.
-Bien, ¿y qué van a tomar, chicas?
-¿De dónde sos? ¿De dónde sos?
-Mmmm, como dirían en mi tierra, yo soy del coño de mi vieja.

Amplia sonrisa de la chica que se transformó en mirada de sorpresa y de no-me-puedo-creer-que-me-hayas-dicho-eso. Mientras, Carlos las miraba fijamente, parsimonioso, sin inmutarse, con la libreta y el boli preparado para anotar lo que quisieran pedir.

-Grosero, ¿cómo te permitís?
-Yo vení a atender, trabajo, ¿entendé vos?
-Mal educado pendejo, no podés tratar así, viste.
-Yo anoto lo que me piden, lo traigo y lo cobro, sin más, no me venga con falsedades. ¿A quién carajo le importa de donde es el camarero? ¿A vos? No me vengás con boludeces cheta de las pelotas.

Ahí ella se levantó contrariada, agarrando fuertemente el bolso y mirando con odio a su compatriota. Él aguantó la mirada con una leve sonrisa que irritó aun más a la argentina, que agarró el servilletero que reposaba en la mesa y se lo lanzó a Carlos, que lo esquivo, con lo que fue a parar a un grupo de chicas que tomaban unas cervezas detrás, y he dicho tomaban, porque el servilletero hizo que tres de esas cañas se cayeran al suelo, provocando un estruendo considerable de cristales rotos. Las miradas de las tías se dirigieron fulminantes a la argentina.

Yo pensé, ancha es Castilla y me escaqueé del revuelo hacía el que era mi destino cuando vi que los insultos empezaron a volar, para que a continuación lo hicieran más servilleteros, y por último el campo aéreo se vio inundado de taburetes, vasos, platos... Las mesas pesan mucho, así que nadie intentó moverlas. Desde un rincón contemplé entre divertido y asustado la escena. Tengo que decir que la diversión se me quitó cuando después tuve que limpiar la sangre del suelo, pero en fin, son gajes del oficio.

12 comentarios:

  1. jajajajaja
    me escaqueé dice, seguro que algun insulto lanzaste desde la retaguardia

    ResponderEliminar
  2. yo me hubiera puesto a tirar por los aires los culillos de los vasos, o los restos de comida de los platos, así como quién no quiere la cosa, con disimulo.

    mentira...me hubiera quedado en un rincón, mirando la escena con los ojos como platos, la sonrisa en la boca y con ganas de tirar algo por los aires.

    un besooo

    ResponderEliminar
  3. Vale, nunca me interesaré por los camareros.
    Y por lo demás, me alegro de que no te vieses involucrado en tal rifi-rafe. Sobretodo si había mujeres furiosas por haber sido privadas de sus libaciones de forma súbita y violenta.
    La putada es lo de quitar la sangre, aunque con Don Limpio ya no tienes que frotar. Puto calvo mentiroso. Rencillas personales.

    Muas!

    ResponderEliminar
  4. cualquier trabajo puede ser peligroso, comenta que ya que no cotizas podrian subirte algo el sueldo con un plus por peligro

    ResponderEliminar
  5. uau, lo llego a saber y el otro día que fui por el rastro me vengo a la guerra de servilleteras!

    xD

    un abrazo!

    ResponderEliminar
  6. Desde detrás de la barra se ve mucha fauna. Entre las mesas ni te cuento...
    Tuvo que ser un momento delirante sí señor. Un abrazo tio

    ResponderEliminar
  7. jajaja....qué identificado me siento. Yo también trabajo en un bar , el de mis padres, pero el caso es lo mismo....lo que hay que ver y sobre todo lo que hay que aguantar....Y al final, por mucha razón que tengas, hay que dar a torcer el brazo....Joder, si tos los vaos fuesen de plástico....

    ResponderEliminar
  8. Después de un minucioso estudio, STULTIFER te otorga el prestigioso galardón al MEJOR BLOG DEL DÍA correspondiente al miércoles 4 de marzo de 2009 en No sin mi cámara por los contenidos y matices.
    Visitanos y comenta con nosotros. Saludos cordiales.
    Vamos, que nos ha gustado mucho y hemos querido acercarnos a ti.
    Puedes colgar el Premio voluntariamente en tu blog.
    Ya formas parte de la Orden del Stultifer de Oro.
    Y si tienes una escalera, mándanosla y la publicamos inventándonos una historia.

    ResponderEliminar
  9. Jajajaj. JOder, madre mía la que tuvo que liarse. Ojalá hubiera estado yo por allí... Cuántos servilleteros me habría embolsado.

    ResponderEliminar
  10. que bordería por Dios! jajajaja

    ResponderEliminar
  11. menos mal q es BASADO, porque si todo es real.....mare mia jajajajaj que punto mu bueno sí señor!

    ResponderEliminar
  12. toooodo eso suecdiò?? aaahhh... basado!! ok ok, es cierto, los escritores exageramos todo un poco.. pero no dudo acerca de salvajadas tales... a mi el mozo, no recuerdo su nombre, me resulta de todas maneras un poquito antipàtico eh!!!... ni que todas le preguntaran de su vida.. un beso! Vero.

    ResponderEliminar

Opina, critica, aporta.