miércoles, 29 de octubre de 2008

Serpentinas

Al abrir el tarro, un sinfín de serpentinas saltaron por todos lados. Cada una era más larga que la anterior, y dibujaban un mar de colores que crecía sin pausa. Rojos, verdes, dorados y púrpuras se extendían raudos, también azules, turquesas, rosas y amarillos surgían sin cesar.

Tal orgía colorista no tardó en ocupar por completo toda la habitación. Abrieron (si, abrieron) la puerta y comenzaron a expandirse también por la casa. No era capaz de entender lo que estaba sucediendo, sólo veía colores que dejaban un rastro que rápidamente era borrado por otro color, y éste por otro, y así continuamente. Era maravilloso. El agobio inicial se había transformado en alegría y felicidad, ya que las serpentinas además, no me ahogaron, a pesar de que lo llenaban todo, ni me hacían daño, aunque rodeaban todo mi cuerpo.

Una sensación inexplicable me recorría de arriba a abajo, sentía un suave calor febril, y notaba como si cada rincón de mi cuerpo estuviera acomodado sobre mullidos cojines de terciopelo. Las serpentinas de colores me acariciaban a su paso, fugaces, deliciosas, de inigualable belleza.

Poco a poco, entre el océano colorista que se había formado, se comenzaron a distinguir algunos grises. Tenues al principio, poco a poco se fueron tornando más y más oscuros. El calor fue en aumento y junto con el cambio del tono grisáceo de las serpentinas, el ambiente comenzó a ser desagradable, y la sensación de bienestar fue desapareciendo. También avisté algunas serpentinas negras que se precipitaban contra el suelo, casi deshechas.

Ya no notaba los mullidos cojines, sino el áspero contacto de cada serpentina ennegrecida. El agobio era mayor a pesar de la menor densidad de serpentinas, y los tonos grises y negros se adueñaron de aquel mar. Miré hacia abajo, y un escalofrío me recorrió la espalda; miles de serpentinas yacían a mis pies, negras, muchas de ellas hechas cenizas, alguna coleaba aun, mientras terminaba de perder la pizca de color que le quedaba, hasta quedar inerte, convertida casi en polvo.

Llegó un momento en el que ya no pude ver más serpentinas de colores por ninguna parte, sólo un espero manto negro que ocupaba todo el suelo, y me llegaba por las rodillas, despidiendo además un pestilente olor a muerte que lo impregnaba todo.

No podría explicar cómo ocurrió todo aquello, ni su inicio ni su final, pero las serpentinas empezaron a ennegrecerse y a morir cuando abrieron la puerta de la calle y el aire de fuera entró, ya que la mayor concentración de cenizas se encontraba a la puerta, abierta, apenas un paso fuera.

9 comentarios:

  1. Hubiese molado que las serpentinas llenaran el mundo y por tu culpa la humanidad sucumbiese. Imaginate a las tropas estadounidenses luchando contra las serpentinas, las campañas de alistamiento con las respectivas consignas (la serpentina puede estar cerca de ti, debemos terminar con ellas, alistate)

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  2. PArece mentira como se tuerce todo, eh?
    Uhh...

    Muas!

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  3. A mi, más que las serpentinas, lo que me ponen son las pompas de jabón.........

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  4. Eso me pasa a mi algunos días, de repente veo serpentinas de colores y poco después estoy abajo en la montaña rusa de sensaciones viéndolo todo negro. Me ha gustado mucho el post, y sobre todo la música Marlango es de mis favoritos.

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  5. joder que agobio! buen relato.
    a mí hasta las de colres me joden, que luego hay que limpiarlas!!

    salu2

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  6. imagínate lo que podría haber pasado con el confeti... vías respiratorias obstruídas, par example

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  7. jajajaj
    seh, yo también la vi, en barna salí boris ruiz que es el puto amo.
    era adaptación de calixto nosequé?

    saludosss

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  8. eso, calixto bieito, y con echanove, cierto.
    boris ruiz hacía un papel secundario.
    con una tía constantemente en pelotas paseándose por el escenario
    xDDD
    y yo con mi ex "¿a dónde miras?"
    jajaja

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  9. Qué guay!!! Eso para un corto molaría mucho!

    Un saludo Genio

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