lunes, 6 de octubre de 2008

Viajan conmigo

O yo viajo con ellos.

No sé cuántas noches he cogido el tren de las 23:30 en Embajadores con dirección Móstoles-El Soto.

Martes, domingo, jueves, lunes. Decenas, cientos de días.

Y no falla, siempre uno o dos yonkis por trayecto. A casi todos les llevo viendo un tiempo medianamente largo por allí, recorriendo los vagones del tren uno por uno, cada uno contando su historia, mendigando unos céntimos, buscando alcanzar un objetivo: el precio del chute. Siempre con educación, dando numerosas veces las gracias, despidiéndose; algunos pasan deprisa y sin mirar demasiado, otros se detienen e incomodan a los viajeros, que normalmente rehuyen su mirada y se aferran a sus bolsos y pertenencias, aunque jamás he visto a ningún yonki robar a nadie en el tren. Jamás.

Con el paso del tiempo vas viendo su decadencia, como hace unos meses eran más fuertes, andaban decentemente, no tenían una pinta demasiado sucia, su voz era perfectamente entendible. Con el paso de los días y meses se convierten en seres demacrados, que andan a trompicones, con la mirada ida en muchos casos, con el habla trastocada, con la ropa roída y con una delgadez galopante. A muchos sólo con oírles cuando vienen por mi espalda ya les pongo cara, y me sorprende la degradación a la que ellos mismos se están sometiendo. Es un espanto lo que el ser humano es capaz de hacerse a sí mismo, es un caso extremo de la frase de Hobbes "El hombre es un lobo para el hombre".

Me hace sentirme mal ver como se produce esa auto destrucción, porque supongo que yo también puedo caer en un momento dado en una situación así. No creo que ellos hayan caído por propia voluntad en ese mundo de poblados, drogas, mendicidad, y todo lo que no sabemos y que debe ser aun más espantoso todavía. Lógicamente la culpa es de cada uno, pero, ¿qué circunstancias mueven a uno a meterse en toda esa mierda? Muchos vendrán de familias complicadas, con problemas, pero estoy convencido de que otros muchos habrán sido niños completamente normales, que por no sé qué movidas han acabado así, sin familias, deambulando como zombis de tren en tren todo el día, sin otro objetivo en sus vidas que alcanzar el dinero que les de para fumarse una china que les quite el mono.

Y quizá, peor que verlos a menudo por los trenes, y comprobar su progresiva degradación humana, es pensar que muchos de los que veía hace varios meses, han ido desapareciendo.

5 comentarios:

  1. uh, me ha encantado el concepto de la progresiva degradación humana...

    y sí, los Andes desde el cielo son hipnotizantemente acojonantes ;)

    saludos!!

    te leo

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  2. Si no cerraramos los ojos a este tipo de desgracias quiza pudiesemos solucionarlas.

    Da más pena ver degradarse a alguien por efecto de su acción que por efecto de nuestra omisión como los problemas de otros continetes.

    Sobre las primeras tenemos poco radio de acción si ellos no quieren no podemos hacer nada, pero sobre lo segundo tenemos mucha capacidad de cambio y no la usamos.

    Es la tristeza humana, si tus problemas no me incumben o no me afectan, no me importan.


    Saludos y nuevos columpios para todos.

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  3. por eso tenemos que sentirnos afortunados.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  5. pausada y senciera reflexión. Citar Hobbes multiplica el efecto que me ha producido tu relato. Saludos

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