viernes, 31 de octubre de 2008

Mis antípodas

Si me pusiera a escarbar con las manos en la tierra, luego cogiera una pala, una excavadora cuando no pudiera más, y después pidiera prestado la tuneladora más potente, y no me derritiera al atravesar el núcleo de la Tierra, tras muchos meses de duro esfuerzo minero (¡con casco y todo!), alcanzaría el punto exacto más lejano a mi casa.

Waitahora, en Nueva Zelanda. Ahí saldría, en medio de unos verdes montes idílicos, una zona que parece preciosa y donde se debe respirar una calma impresionante. Lo sé gracias a esta web, Antipodr, donde introduciendo el nombre de tu calle y de tu localidad, a través de las coordenadas te indica cuales son tus antípodas directas. Es una tontería que no sirve para nada, realmente, pero bueno, por curiosidad no está mal...

Además, por más curiosidad, busqué información de Waitahora, y también tiene su historia: es algo así como un parque eólico, que por lo que he leído es bastante polémico, ya que los vecinos de la zona se oponen, y hay una web y un movimiento contra estas instalaciones. La zona debe ser turística, porque hay varias páginas web con información de la zona, con rutas turísticas, alojamientos, gastronomía... En fin, un sitio para visitar, aunque un poquito lejos.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Serpentinas

Al abrir el tarro, un sinfín de serpentinas saltaron por todos lados. Cada una era más larga que la anterior, y dibujaban un mar de colores que crecía sin pausa. Rojos, verdes, dorados y púrpuras se extendían raudos, también azules, turquesas, rosas y amarillos surgían sin cesar.

Tal orgía colorista no tardó en ocupar por completo toda la habitación. Abrieron (si, abrieron) la puerta y comenzaron a expandirse también por la casa. No era capaz de entender lo que estaba sucediendo, sólo veía colores que dejaban un rastro que rápidamente era borrado por otro color, y éste por otro, y así continuamente. Era maravilloso. El agobio inicial se había transformado en alegría y felicidad, ya que las serpentinas además, no me ahogaron, a pesar de que lo llenaban todo, ni me hacían daño, aunque rodeaban todo mi cuerpo.

Una sensación inexplicable me recorría de arriba a abajo, sentía un suave calor febril, y notaba como si cada rincón de mi cuerpo estuviera acomodado sobre mullidos cojines de terciopelo. Las serpentinas de colores me acariciaban a su paso, fugaces, deliciosas, de inigualable belleza.

Poco a poco, entre el océano colorista que se había formado, se comenzaron a distinguir algunos grises. Tenues al principio, poco a poco se fueron tornando más y más oscuros. El calor fue en aumento y junto con el cambio del tono grisáceo de las serpentinas, el ambiente comenzó a ser desagradable, y la sensación de bienestar fue desapareciendo. También avisté algunas serpentinas negras que se precipitaban contra el suelo, casi deshechas.

Ya no notaba los mullidos cojines, sino el áspero contacto de cada serpentina ennegrecida. El agobio era mayor a pesar de la menor densidad de serpentinas, y los tonos grises y negros se adueñaron de aquel mar. Miré hacia abajo, y un escalofrío me recorrió la espalda; miles de serpentinas yacían a mis pies, negras, muchas de ellas hechas cenizas, alguna coleaba aun, mientras terminaba de perder la pizca de color que le quedaba, hasta quedar inerte, convertida casi en polvo.

Llegó un momento en el que ya no pude ver más serpentinas de colores por ninguna parte, sólo un espero manto negro que ocupaba todo el suelo, y me llegaba por las rodillas, despidiendo además un pestilente olor a muerte que lo impregnaba todo.

No podría explicar cómo ocurrió todo aquello, ni su inicio ni su final, pero las serpentinas empezaron a ennegrecerse y a morir cuando abrieron la puerta de la calle y el aire de fuera entró, ya que la mayor concentración de cenizas se encontraba a la puerta, abierta, apenas un paso fuera.

martes, 28 de octubre de 2008

Necesito otro paraguas

En días como hoy, mejor haberme quedado tranquilito, arropado en mi cama, roncando como un oso, sin asomarme ni a la ventana. Pero no, el despertador sonó a las 7:20, bueno, sonaron los 4 despertadores del móvil que necesito para despertarme, redespertarme, empezar a enterarme, y ser medio consciente, así, por ese orden y cada 3 minutos. Luego a las 7:31 suena el reloj de la mesilla, con su estridente chillido madrugador, que ya me hace levantarme de la cama y enviarme con mala cara al servicio.

Tras la rutina diaria (meada-aseado-vestido-desayunado) he salido a la calle, y ¡oh!, he debido de dormir un par de meses porque hace un frío que pela y llueve, ayer hacía solecito y casi ganas de quedarse en bañador. Abro el paraguas y otra sorpresa, es una mierda y una varilla está rota. Lo sujeto como puedo y me dirigo bajo el agua y el viento a la estación. Allí compruebo que no, que he dormido tan poco como siempre, la fecha del periódico gratuito es la misma de ayer +1. Llego a clase y allí lo de siempre y poco más.

Al salir, sigue lloviendo, sigue haciendo frío y hace más viento que antes. Me subo la cremallera del abrigo del todo, abro el paraguas, mochila a la espalda y a la estación. Ya la veo, está cerca, no me estoy mojando mucho a pesar del viento, no queda nada, ya está, 2 minutos y me resguardaré de la lluvia. ¡Ostia! Veo venir el tren, me cago en todo, 10 minutos esperando al siguiente tren. Tengo hambre, pero bueno, tampoco es para tanto. Espero. Cojo el tren que pasa después. Me bajo, llueve y sigue el viento.

Apenas salgo de la estación y he abierto el paraguas, toma ráfaga de aire que me da un meneo y le da la vuelta al paraguas, lo coloco en su posición natural, pero ni 2 segundos dura, otro golpe de viento, se parte en dos. Me quedo con el mango en la mano, y veo las varillas descuajaringadas en el suelo. Lo cojo, lo miro y nada, camino a casa mojándome. Mi madre al llegar yo, se ríe, ¿te has mojado?


Encima, este finde me iba a Donosti un par de días, y viendo el tiempo que nos espera, lo tengo que cancelar hasta mediados de mes. ¡Jóder!

domingo, 26 de octubre de 2008

Tatuajes

Hace muchos años que quiero tatuarme. Desde bien pequeño me ha atraído el poder imprimir algo en mi piel, hacerlo permanente, para toda la vida. En este mundo en el que vivimos, en lo que todo vuela, todo pasa rápido, y cuanto más mejor, donde lo fugaz se ha apoderado de las amistades, del amor, de las relaciones, donde hay que ir a un ritmo desenfrenado para poder seguir en la onda, me gusta ese significado que tiene lo permanente, lo que es para siempre, las cosas que hacemos con un sentido y un fin irrevocable.

Llevo mucho tiempo pensando qué significado le quiero dar al tatuaje que me haga, qué dibujo será, el tamaño, el color, dónde me lo haré... Muchas elementos que hay que valorar porque joder, ¡es para siempre! Tampoco me he atrevido realmente a ir a un tatuador y decirle, oye mira quiero algo así así y así, he sido más de mirar por mi cuenta cosas por Internet, o en reportajes de alguna revista, o fijándome si veía un tatuaje por ahí, nada en plan serio. Y ese es el problema, que no me pongo un día y digo, venga, me lo hago. Antes, porque era pequeño, porque era caro, porque bla bla bla... Ahora, que si en verano sudas y se puede estropear, que si busca un tatuador del que te hayan hablado bien y sea de confianza, y ¡coño! lo más importante, ¿qué me voy a hacer?

Bueno, esta vez más o menos lo tengo decidido, y espero que antes de fin de año tenga conmigo ese símbolo de lo que perdurará en mi cuerpo hasta mi descomposición o incineración.

Veremos.

viernes, 24 de octubre de 2008

Me revienta...

...cuando caminando hacia el MetroSur para ir al trabajo, siempre me cruzo con toda la jauría de niños que salen del colegio que hay detrás de mi casa, y todas las madres ocupan la acera y no dejan pasar a nadie. Tienes que abrirte paso casi a codazos y entre miradas de rencor, agachar la cabeza y pasar deprisa.

...los malditos politonos de pachangueo, reggeton y bacaluti en el transporte público. No creo que haga falta explicar más.

...encontrarme con gente que no veo hace mucho tiempo y que te hagan toda clase de preguntas estúpidas.

...encontrarme con gente que no veo hace mucho tiempo y hacer toda clase de preguntas estúpidas, cuando realmente quiero marcharme.

...llegar a la estación de Cercanías y ver marchar mi tren.

...los macarras-flipaos-temiroporencimadelhombro de mi barrio (y de todos los barrios).

...no tener tiempo libre cuando quiero hacer muchas cosas.

...aburrirme en el trabajo exageradamente.

...la gente a la que ascienden en mi trabajo y cuando ven que pueden mandar un poquito, se creen los amos de la empresa.

...los que se empeñan en llevar razón cuando el resto del planeta sabe que no la llevan.

...creer que llevo razón y ver como me la quitan y darme cuenta de que no llevo razón.

...que me reviente todo esto y cosas más importantes apenas tengan importancia.

jueves, 23 de octubre de 2008

Vértigo, de Hitchcock

Después de ver esta obra maestra de Don Alfred Hitchcock, la verdad, que me viene a la cabeza una cuestión muy clara sobre las "virtudes" del cine de suspense actual. Ahora, sólo se consigue esta sensación de suspense o thriller con giros del guión sorprendentes (incluso absurdos para la trama, pero todo vale), con situaciones difíciles de encajar bajo una premisa lógica, o con cambios radicales de un momento a otro. Por supuesto, la genialidad de un director puede hacer de estos giros un buen trabajo (Seven, puede ser un muy buen ejemplo) o uno malo (Saw y derivados), aunque bien es cierto que Saw no es de lo peor que se puede ver en cuanto a estos giros y trampas del guión.

Hitchcock era especial e inigualable en cuanto a creación del suspense. Fue un maestro y jugó con esta pócima mágica que sólo él ha sabido manejar a su antojo, e incluso en algunas películas, se burló del mismo suspense. Como en Vértigo, donde profundiza mucho más allá y va resolviendo el argumento minuto a minuto, sin preocuparse de que a mitad de la película quede desentramada prácticamente al completo. Aquí, reflexiona sobre los objetos del deseo, sobre el vértigo que nos producen, sobre todo eso que nos aterra y nos obsesiona. Nos muestra con claridad esa obsesión, precisamente, del protagonista hacia la femme fatale. Una obsesión macabra, enfermiza, que roza la necrofilia, que empieza sutil y acaba por ser descarada y humillante.

La película engancha de principio a fin, ya que además de todo, es muy entretenida, y cuenta con unas imágenes oníricas y pesadillescas de gran poderío, y una banda sonora más que adecuada. Y qué decir de James Stewart y Kim Novak. Del primero, nada más que lo borda, que transmite, que nos engancha, que hace que le queramos y le odiemos por lo que hace, da una credibilidad asombrosa y como pocos. Y de Kim Novak, que con sólo esa mirada le valía para ser una buena actriz, pero que además es una femme fatale a la altura.

Quizá algún día surja alguien que sepa manejar de forma tan espectacular los hilos del buen suspense, de momento, tendremos que seguir repasando a Hitchcock.

martes, 21 de octubre de 2008

Color

Tu luz
que brilla furiosa,
en este mundo
impasible,
del color gris
de la nada;
rotando,
ignorando.

Y tú,
coloreándolo,
dándole vida,
fuerza,
luchando contra el temor.

Pintas sonrisas
encima de las lágrimas;
dibujas miradas
contra la indiferencia;
diseñas alegrías
entre las guerras.

Tu luz,
que invoca otra vida,
otro mundo
rojo y azul,
verde y morado,
que rote al revés,
implicado,
preparado.

Esa luz,
que a mí
me ha pintado la cara,
ha endulzado mi mirada,
me ha inundado de sonrisas,
me has dado el color.

Nunca te apagues,
amor.

domingo, 19 de octubre de 2008

¿Y qué esperaba yo?

34 segundos de partido, gol de Van Nistelrooy, gol del Madrid en el Calderón.

¿Otra vez? Si, otra vez.

Siempre llevo mi camiseta rojiblanca y mi bufanda al estadio, siempre acudo con ilusión a partidos como este, siempre voy repleto de fuerzas, siempre pensamos que este año si, siempre perdemos.

¿Otra vez? Ya ves, otra...

Me pregunto yo cómo puede ser que nos pase año tras año, que la historia se repita. Da igual los planteamientos que se hagan de los partidos en los vestuarios, porque antes de que se cumpla un (¡¡¡uno sólo!!!) minuto de partido, da igual los jugadores que salgan al campo y con que misión, y con qué órdenes, nos cascan un golito.

¿Otra vez? Que si coño, otra vez.

Tampoco importa que esta vez no podamos quejarnos del árbitro, sino agradecerle que nos evitara la goleada, tampoco importa que este partido fuera el desquite del 6-1 del Barça hace dos semanas, tampoco importa que tengamos a uno de los tres mejores jugadores del mundo y que ayer, casi lesionado, fuera el mejor del equipo (junto con Simao, ¿por qué no jugó todo el partido, Sr. Aguirre?), tampoco importa que empatemos en el 90 con un golazo y el campo estalle de alegría. Nada importa porque cuando no es uno es otro, en el minuto 96 hacemos un penalty y volvemos a perder. Y nos quedamos con cara de tontos.

¿Otra vez? Vete a la mierda.

viernes, 17 de octubre de 2008

No siempre

Perder, o ganar.
Pero siempre perder.
Siempre es igual,
siempre está mal.

Llorar, o reír.
Pero siempre llorar.
Siempre es así,
siempre es sufrir.

Caer, o subir.
Pero siempre caer.
Siempre hacia abajo,
siempre hacia el fin.

Morir, o vivir.
Tú siempre morir.
Hoy,
yo elijo vivir,
aunque signifique morir.

jueves, 16 de octubre de 2008

Señal de victoria

Todo estaba del revés. Vueltas y más vueltas me daba el estómago, parecía una maldita lavadora centrifugando. No era capaz de pensar nada coherente y cualquier pequeño movimiento me provocaba un intenso dolor de cabeza. Había un olor raro, no sabría explicar a qué exactamente, pero olía raro, mal.

No tenía ni idea de donde estaba, y caí en que ni siquiera había abierto los ojos. Tenía pocas fuerzas y sentía la desagradable sensación de tener las pestañas pegadas. Un mundo me costó separarlas, y ciertamente, hubiera preferido no abrir los ojos y seguir en ese estado catatónico donde la oscuridad era lo más parecido a la tranquilidad que podía asumir mi cuerpo en ese momento.

Estaba en un coche que no era el mío, vestía menos ropa de la que yo recordaba tener en mi último recuerdo, y a mi lado roncaba una señora, o señorita, o desagradable ser que nosé como narices había llegado hasta allí. ¡Joder! No era mi coche, con lo cual, el que no sabía como cojones había llegado soy yo. Dios, no recordaba nada, pero casi lo prefería; recogí lo que encontré al alcance y que creía mío y lentamente abrí la puerta del coche. No hice el menor ruido para no despertar a esa mujer al lado de la que me había despertado, y tampoco lo hice demasiado deprisa, miedoso de no alterar mi sistema digestivo, que presentía que se encontraba a punto de entrar en erupción de fluidos.

A trompicones, me acerqué a un árbol cercano, apoyé mi brazo en él y resoplé. Un par de arcadas hicieron que me inclinara y escupiera algo de bilis, ¡qué jodido me sentía! No comeré sólido en una semana, y el malestar me durará dos días. Me entraron ganas de mear de repente con una fuerza brutal, y rápidamente me desabroché el único botón que realmente se mantenía cerrado del pantalón, y eché la meada más sincera y más placentera en mucho tiempo.

Entonces, sonreí. Abroché mi pantalón, y me alejé, despacio y mareado, pero feliz. Esa era la meada de la victoria.

martes, 14 de octubre de 2008

Boris Godunov, por La Fura Dels Baus

El pasado domingo fui, con enormes ganas, a ver por primera vez para mí una obra de la popular compañía de teatro La Fura Dels Baus. La obra en cuestión, Boris Godunov, escrita por Alexandr Pushkin, habla sobre la llegada al poder de Godunov en el siglo XVI, para mostrarnos finalmente la corrupción del poder, el fin y los medios para alcanzarlos y todo lo que esto conlleva. Además, esto lo mezcla con el secuestro por parte de separatistas chechenos del Teatro Dubrovka en Moscú, en 2002, donde tras 3 días de terror, las fuerzas militares rusas entraron a las bravas en el teatro y murieron 150 personas.

Tenía ganas de ver a La Fura en directo, con su fama de teatro total y espectacularidad a cuestas, y la verdad, no decepcionó para nada en este sentido. El efectismo es exagerado y brutal, pero consigue amarrarte a tu butaca sin que quieras más que salir del teatro cuanto antes. A los pocos minutos de iniciarse la obra, sirenas de alarma, disparos y luces inundan el patio de butacas, ante el escalofrío del público que mira a todos lados, entonces, decenas de terroristas vestidos de camuflaje, con pasamontañas, cinturones de explosivos y Kalashnikov entran gritando en el teatro, y nos informan que estamos secuestrados. Colocan explosivos por todos lados y sigue la función...

La verdad que no puedo negar que la obra sobrecoge en muchos momentos por la gran credibilidad con la que realizan el secuestro, y por las situaciones y diálogos que nos muestran, pero quizá hay una carga audiovisual que resulta pesada, saturante. Demasiadas proyecciones, de lo que habla el Gobierno, de lo que habla la prensa, de dos personajes que hablan y también lo muestran proyectado... Es un poco exagerado y aunque el teatro ha evolucionado y dispone de más medios, al final parece que has estado en un espectáculo que poco tiene que ver con el teatro, aunque es probable también que eso pretenda La Fura.

Quien pueda ir a ver la obra, que vaya. En Madrid sólo estará hasta este domingo en el Teatro María Guerrero, pero estarán de gira durante lo que queda de año y parte de 2009 por más teatros del Centro Dramático Nacional, asíque si tenéis la oportunidad de acudir, es muy recomendable, probablemente nunca hayáis sentido lo que se siente en un espectáculo de La Fura Dels Baus.

sábado, 11 de octubre de 2008

Soy vejado y denigrado

Vaya, vaya... Resulta que estaba siendo denigrado y vejado y no me había dado cuenta. Menos mal que ha venido Ruiz Gallardón a salvarme de la depresión y ¡me va a librar de tener que realizar un trabajo tan horrible!

Si, no lo había dicho, pero también reparto propaganda. Los sábados por la mañana, un par de horas, por el centro de Madrid, y así durante 9 meses ya. Pero, la verdad, no había caído en que era un curro tan fatídico, ahora resulta que si, que lo van a prohibir, asíque van a quitarme ese pequeño sustento que me hacía disponer de un poquito más de liquidez los fines de semana. Pero bueno, todo sea por la no vejación del trabajador, ¡tiene huevos la cosa!

Yo al empezar lo hice porque no tenía un duro, y ahora sigo porque no me pagan mal y un de horas un sábado por la mañana no es gran esfuerzo, es más, me lo paso hasta bien y todo. Con mi música en las orejas, con algún conocido ya de verle todos los sábados, con los guiris que te preguntan esta u otra calle, las abuelitas que siempre te cogen el folleto y te saludan, los de carga y descarga... Prefiero repartir publicidad a ser teleoperador, vaya. Pero ahora lo prohíbe el ayuntamiento (Gallardón asegura que la idea es suya y todo) y se acabará la manera que tiendas, mercadillos callejeros en plazas no tan concurridas, bares o discotecas tienen de darse a conocer, y de que la gente acuda.

Es decir, acaban con la manera de que esos comercios puedan vender.

Y encima, esto lo hacen con la que está cayendo... Que si crisis, que si paro, que si hostias en vinagre. Yo porque es un pequeño apoyo semanal de dinerillo, pero quienes reparten propaganda todos los días, quienes portan carteles publicitando tiendas de tatuaje o compra-venta de oro durante 6 o 7 horas cada día, quienes se dedican a tiempo completo a esta actividad, ¿qué van a hacer?

¿No será más denigrante no comer, Sr. Alcalde?

jueves, 9 de octubre de 2008

Decisiones

Siempre me ha costado tomar decisiones, pocas cosas he tenido claras a lo largo de mi vida. Y con el tiempo, peor. Cada vez, todo lo que ocurría era más importante que lo anterior y las decisiones iban en consonancia a los hechos, con lo que me resultaba complicado desenvolverme con soltura en numerosos ámbitos de mi vida cotidiana.

En mi infancia, por ejemplo, nunca supe si quería más a mamá o a papá, si era del Madrid o del Barça, si sería de ciencias o de letras, y más y más cosas que convirtieron este problema en una bola enorme que era imposible de parar.

A los 19 años, me dejó una novia que tuve porque no supe responderla jamás cuando me propuso marcharnos a vivir la vida lejos de nuestras familias, lanzarnos a la aventura. Me echaron de un buen trabajo que me consiguió mi padre porque no me atrevía nunca a decidir en los proyectos que se realizaban. He tenido que simplificar constantemente mi vida para que todas las decisiones pasaran por delante mía sin tener que tomar partido. Incluso este hecho de simplificar las cosas no fue decisión mía, sino del psicólogo al que me obligaron a ir mis padres, conscientes de los problemas graves que todo esto me acarreaba.

Pero, todo mejoró cuando conocí a Clara. Me comprendía, me entendía, y lo más importante de todo es que me ayudaba. Tomaba todas las decisiones necesarias: me dijo que nos iríamos a vivir juntos y se encargó de todo, asíque adelante. Un buen día me dijo que estaba embarazada, y que si era niño se llamaría Raúl, como yo, y que si fuera niña sería Adela, como su abuela materna. Yo era completamente feliz.

Me buscó un trabajo en el supermercado donde trabajaba su hermano, y allí estaba. Era un trabajo acorde a mis necesidades y donde me sentía la mar de cómodo: reponedor. Todo me lo daban hecho, cada producto tenía su lugar allí, y no tenía que modificar nada. Clavaba mis funciones día a día, sin equivocarme ni una sola vez.

Hoy, he terminado mi jornada como cualquier otro día. Pero esta vez, algo ha cambiado.

He llegado a casa, donde esperaba encontrar sólo a Clara, ya que la pequeña Adela estaría en la guardería. Y así era, estaba en la guardería. Y Clara también estaba, pero no estaba sola; un hombre que yo no conocía estaba deshaciendo mi cama, revolcándose en mis sábanas y follándose a mi mujer.

Hoy, he tomado mi primera decisión importante en la vida.

Sin interrumpirles, he cogido papel y boli, me he sentado en la cocina y he escrito lo que estás leyendo. Ahora, cuando termine, agarraré un cuchillo que está al lado del jamón, iré a la habitación y mataré a ese cerdo que está encima de mi mujer, y después la daré las gracias a Clara por ayudarme tanto con mi problema, "siempre supe que gracias a ti tomaría mi primera decisión" la diré, y la degollaré también a ella. Después, me arrojaré por el balcón.

Y la decisión está tomada.

martes, 7 de octubre de 2008

Teleoperador

Hasta los huevos.

De entrar a las 16:30, de salir a las 21:30, de llamar unas 50 veces a la hora, de que la base de datos se consuma y empiecen a entrar los que cancelaron su cuenta, los que han tenido problemas, los que han sido estafados (me lo creo), los que ya les hemos llamado hace un par de días, los que les hemos llamada hace 1 semana, los que les llamamos todas las semanas, los que han reclamado cualquier cosa y no se les ha llamado para darles explicación al problema...

Es un trabajo tremeeeeeendamente aburrido y desquiciante, más de lo que podía imaginar hace casi 9 meses (¡!), cuando empecé a trabajar en esa empresa. Desde entonces vendo el mismo producto, un préstamo bancario que en la mayoría de los casos, es con un interés exagerado y humillante, me da verguenza decirlo -ahora ya menos, cosas de la costumbre- cuando me lo preguntan. Pero no me acostumbro del todo, porque por imprudente que pudiera parecer, muchos clientes que lo aceptan ni siquiera preguntan el interés, o si hay que firmar algo, o donde se les ingresa, o miles de cosas que creo que si yo decidiera solicitar un crédito vía telefónica, me aseguraría antes de despedirme del aburrido interlocutor que rellena algunos datos y me lee textos legales que deberían ser ilegales de largos e incomprensibles muchas veces.

Pero bueno, hay mucho inconsciente que luego se llevará la hostia. Cuando empiece a pagar, y de repente se le encienda la bombillita y calcule...

"A ver, si he solicitado 7000 euros, y pago una cuota de 213 durante 72 meses, no está mal la cuota. veamos, pago... pago... pago..." Y se desmayará, se le pondrán los ojos en blanco, o directamente llorará.

Entonces, se cagará en mi puta vida.

lunes, 6 de octubre de 2008

Abrazando el aire

Y me acosté.
Pero mi almohada olía a ti.
No pude dormir.

Tu rostro,
tus manos,
tu pelo,
tu piel.

Al acostarme
seguía todo allí,
tu esencia, tu aroma.

El tictac del reloj
ayer no sonaba,
no lo oía, no molestaba.
Hoy me martiriza,
me grita al oído
que tú no estás,
que hay vacío,
que hay olor,
que está en mi almohada,
y que faltas tú.

Viajan conmigo

O yo viajo con ellos.

No sé cuántas noches he cogido el tren de las 23:30 en Embajadores con dirección Móstoles-El Soto.

Martes, domingo, jueves, lunes. Decenas, cientos de días.

Y no falla, siempre uno o dos yonkis por trayecto. A casi todos les llevo viendo un tiempo medianamente largo por allí, recorriendo los vagones del tren uno por uno, cada uno contando su historia, mendigando unos céntimos, buscando alcanzar un objetivo: el precio del chute. Siempre con educación, dando numerosas veces las gracias, despidiéndose; algunos pasan deprisa y sin mirar demasiado, otros se detienen e incomodan a los viajeros, que normalmente rehuyen su mirada y se aferran a sus bolsos y pertenencias, aunque jamás he visto a ningún yonki robar a nadie en el tren. Jamás.

Con el paso del tiempo vas viendo su decadencia, como hace unos meses eran más fuertes, andaban decentemente, no tenían una pinta demasiado sucia, su voz era perfectamente entendible. Con el paso de los días y meses se convierten en seres demacrados, que andan a trompicones, con la mirada ida en muchos casos, con el habla trastocada, con la ropa roída y con una delgadez galopante. A muchos sólo con oírles cuando vienen por mi espalda ya les pongo cara, y me sorprende la degradación a la que ellos mismos se están sometiendo. Es un espanto lo que el ser humano es capaz de hacerse a sí mismo, es un caso extremo de la frase de Hobbes "El hombre es un lobo para el hombre".

Me hace sentirme mal ver como se produce esa auto destrucción, porque supongo que yo también puedo caer en un momento dado en una situación así. No creo que ellos hayan caído por propia voluntad en ese mundo de poblados, drogas, mendicidad, y todo lo que no sabemos y que debe ser aun más espantoso todavía. Lógicamente la culpa es de cada uno, pero, ¿qué circunstancias mueven a uno a meterse en toda esa mierda? Muchos vendrán de familias complicadas, con problemas, pero estoy convencido de que otros muchos habrán sido niños completamente normales, que por no sé qué movidas han acabado así, sin familias, deambulando como zombis de tren en tren todo el día, sin otro objetivo en sus vidas que alcanzar el dinero que les de para fumarse una china que les quite el mono.

Y quizá, peor que verlos a menudo por los trenes, y comprobar su progresiva degradación humana, es pensar que muchos de los que veía hace varios meses, han ido desapareciendo.

viernes, 3 de octubre de 2008

Las cosas cambian

Paso todos los días por ahí, y joder, es una tontería, pero se echa de menos. Ya no están y no volverán, quizá estén en un vertedero, en un desguace, en una chatarrería, o ni siquiera existan ya en la forma en la que yo recuerdo que eran.

Hace años que ya se vienen cambiando todos los toboganes, y los otros columpios de los que no conozco ni el nombre, pero que me acompañaron en mi crecimiento, en mi infancia, en ese difícil camino a la adolescencia. Donde jugábamos unos y otros, donde podíamos conocer a nuestro mejor amigo de ese día, lo que era muy importante, o donde compartíamos polvo, tierra y hierros con nuestros mejores amigos de otros días, que era aun más importante. Ahora hay unos columpios de plástico, con colorines, y que probablemente ejercen la misma función que los de antaño, incluso tienen un diseño más ¿moderno? y seguro que también son más seguros, los niños ya no podrán arañarse las rodillas, ni rasparse, ni darse un doloroso coscorrón con esos viejos trastos de hierro.

No podrán dañarse un poquito porque ni siquiera hay arena, ya no está. ahora resulta que los parques tienen que ser de asfalto, no sea que los pobres niños se llenen de polvo, o en el peor de los casos, ¡barro! Que luego les gusta y para que queremos más. Pero alguna cabeza pensante llegó a la conclusión de que los niños pueden seguir raspándose las rodillas con el duro asfalto, así que llegó el mejor invento, un "vetetúasaberqué", que ponen en el suelo (sustituyendo a la arena claro) y que no es ni asfalto ni nada, es algo así como un cemento blando, que lo pisas y da hasta gustito. Sólo falta que esté calentito para que sea un dulce hogar. Y ahora si, los niños podrán jugar sin riesgo alguno para sus frágiles rodillas.

Tampoco se pueden ver ya las viejas canastas. Allí quedabas con tus amigos, era el sitio intermedio, o donde si llegabas tarde sabías que acudiendo allí a alguien encontrarías. Eran tan importantes que incluso el parque llevaba su nombre, era el Parque de las Canastas. Ahora que ya no están, no sé como se podrá quedar en ese parque, porque ahora no están ni las canastas ni nada más, es una especie de descampado estéril con tres o cuatro bancos que no se usan demasiado. La esencia de ese ahora descampado eran sus Canastas. ¿Cómo quedarán los niños ahora ahí? Supongo que quedarán en otro parque, porque ese ya no tiene nombre...

Aunque quizá sea yo el que no sé, porque seguramente los niños ya no juegan en los columpios, ni quedan en un Parque de las Canastas, y lo peor de todo, no se raspan las rodillas.

jueves, 2 de octubre de 2008

Familiarizándome

Bueno, nosé cuantos han recogido el guante de opinar y alimentarme, pero de momento la cifra es rotunda: 0. Yo sigo intentándolo... jajaja

Bueno, a lo que iba, mientras me familiarizo con las herramientas de Blogger, que la verdad, son muy pero que muy intuitivas, y permiten un manejor bastante fácil de todo lo que puedes hacer, os comento un poco de que van y porqué están algunas cosas que he colocado por aquí. Es verdad que no son muchas y que el diseño es algo soso, pero bueno, tampoco quiero que parezca un puti-blog asíque esto es lo que hay.

El perfil es lo que menos me gusta, pero bueno, es un poco lógico que esté, y así de paso pues bueno, se pueden ver algunos de mis gustos, en cuanto a cine, música y tal, así sabéis quien está a este lado (si es que entra alguien que no conozca, que todo puede ser...).
La frase es como una tradición, ¿no? Queda bien, y la verdad, las hay que desde luego merecen la pena de figurar aunque sea en un blog recién iniciado como este. No merecen quedar escondidas en meros recopilatorios en los que son una más, muchas (como esta primera, merecen un espacio sólo para ellas).
La foto... Pues bueno, no son de gran calidad pero todas las que cuelgue serán mías, de viajes que haya realizado, o de cosas en general que hayan merecido ser fotografiadas por las manos de este inexperto fotógrafo, y su pequeña cámara doméstica de poca calidad. Todas llevarán un trocito de mí, de cosas que he visto y vivido con un sentimiento especial, como se puede ver en esta instantánea del atardecer desde un puente encima del majestuoso Támesis, con el London Eye presidiendo, una pasada vivirlo, desde luego.
Y el reproductor de música que está (y seguirá) justo debajo del título, pues que voy a decir, canciones especiales, bonitas, con mensaje, que me hagan sentir algo cuando las escucho, que transmitan. Y ciertamente, podía empezar con muchos artistas, pero Nina Simone representa una estirpe de músicos que ya casi no existen, si tenéis dudas, escuchar la canción.

Bueno, ahora ya quedáis presentados, el blog y sus elementos, gente que pasa por aquí. Gente que pasa, blog y elementos. Yo seguiré mediando por aquí, de cuando en cuando...

Entrando de nuevo

En este enorme mundo que es la blogocosa y a la que pertenecí una vez y de la que salí algo escaldado, regreso. Con otras ganas, otro estilo, y lo más importante, con otra mentalidad.

Espero estar activo y que quienes paséis por aquí también, que leáis y que penséis, ¡jóder que bien dicho!, o ¡menudo personaje! Y que además, lo expreséis con vuestros comentarios, para que esto corra y sobreviva necesitaré alimentos en forma de opiniones ajenas, asíque no os cortéis en criticar, opinar, expresar todo lo que os pase por la cabeza al leer lo que salga por aquí. Eso sí, siempre con respeto, que los alimentos no tienen que estar podridos...

En fin, ¡que bienvenidos a todos!